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jueves, 29 de diciembre de 2011

León, el hombre de las pistolas



Jaime Galarza Zavala

Jaime Galarza Zavala

Nunca un hombre hizo una declaración de amor tan contundente, y no a una mujer sino a su pistola; nunca, salvo León Febres-Cordero. Dijo el entonces Presidente del Ecuador: “Mi mejor amigo es mi pistola, no me pide nada, no come y siempre está lista”. La fenomenal declaración la trajo el periódico norteamericano Los Ángeles Times en reportaje efectuado por William D. Montalbano, y la reprodujo en forma ampliada el diario Hoy, de Quito, el 15 de abril de 1986, en su página 5. Citando al entrevistador, el rotativo capitalino agrega: “La Colt 45 que está, sea en su cintura o cerca del cajón superior de su escritorio, habla mucho acerca del presidente Febres-Cordero”.
Claro que un ingeniero mecánico, dueño de una profesión tan noble como cualquier otra, está en pleno derecho de amar a las máquinas, pero amar a una pistola y distinguirla como superior a cualquier ser humano al punto de considerarla su “mejor amigo”, sale de lo común y es más propio de esa legión de dementes y sicópatas que forman la Asociación del Rifle en Estados Unidos, muchos de los cuales suelen tomar una ametralladora y masacrar escolares, familias y  transeúntes. Con esa confesión, el gobernante que regó de cadáveres el suelo ecuatoriano no hizo más que reflejar su desprecio por la paz, el desamor por sus semejantes  y la frialdad de sus sentimientos.
Todo lo cual es bueno recordarlo, ahora que está encendida en el país, especialmente en Guayaquil, la polémica sobre la decisión del alcalde Jaime Nebot y sus muchachos de erigir un monumento al capo socialcristiano en la entrada del histórico barrio Las Peñas, esta vez contando con el declarado apoyo del diario Hoy  y, obviamente, de El Universo, diario que en los nefastos días del febrescorderato sufrió un dinamitazo causado por unos tales socialcristianos que ostentaban el lustroso apellido de Molina.
Y ya que hablamos de monumentos, la inoportuna memoria nos trae el recuerdo de la genial ocurrencia que hace pocos años tuvo el señor Miguel Orellana, conocido por sus panas con el mote de “Cle Cle”, yerno huérfano de Febres-Cordero, que inspirado por los aires navideños decidió construir en Guayaquil, muy cerca del citado barrio, el árbol de Navidad más gigantesco visto en el país, todo de hierro, capaz de emular con la torre Eiffel que enorgullece a Francia; esto en medio de las protestas del público, que finalmente le obligó al promotor a desbaratar su armatoste, que sin duda le costó una millonada, poca cosa para quien saltó de una mocedad pobre y apretada a una opulencia típicamente socialcristiana.
A propósito de suegro y yerno, recordemos de paso que cuando el presidente Febres-Cordero armó con  el dictador panameño Manuel Antonio Noriega el pacto para colocar el paquetazo de cocaína en el carro de Abdalá Bucaram, y apresarlo así en Panamá, el enlace de la operación, que viajó allá varias veces con este objeto, fue el inefable yerno, conforme las declaraciones notariadas de Evaristo Gómez y otros policías panameños implicados en el escabroso complot.
En fin, que se haga el monumento del suegro con el hierro que le sobró al yerno,  que al héroe lo monten a caballo, tan de su gusto; con el brazo derecho alzado, empuñando, en vez de una antorcha luminosa, una Colt 45.

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