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viernes, 16 de diciembre de 2011

Últimos días de Bolívar



Ketty RomoLeroux G.

Ketty RomoLeroux G.

Derrotado moralmente, Bolívar llega a Santa Marta el 1 de diciembre de 1830. Había decidido viajar a Europa. Dejaba atrás un lúgubre panorama, producto -fundamentalmente- de la acción separatista de los distritos de Venezuela y el Sur, en abierta lucha contra su proyecto integracionista.
La oposición más radical a tal proyecto la dirigía Estados Unidos. País que consideraba que el éxito del mismo significaría el nacimiento de un nuevo y férreo poder americano, capaz de contraponer a sus planes expansionistas. Además, temía que se extendiera por toda Latinoamérica la política abolicionista grancolombiana, que contrastaba con el deshumanizado esclavismo existente en los EE.UU., y en el que se afianzaba uno de los pilares de su prosperidad económica.
El 28 de enero de aquel año había donado su casa, la Quinta de Bolívar, a su amigo José Antonio Paris y liquidado sus pocas pertenencias. El 1 de marzo entregó el poder interinamente. “Hoy he dejado de gobernar… En el momento en que mi carrera política llega a su fin…os pido, os reclamo en nombre de la Gran Colombia, que permanezcáis unidos”. El 29 de abril exclamó: “¡Colombianos!... Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”. En ese mismo día el Congreso Constituyente expide una Constitución que no es aceptada por Venezuela. El 4 de mayo, en reemplazo del Libertador, el Congreso Constituyente de Colombia eligió por unanimidad a Joaquín Mosquera, adepto al general Santander. Y como si fuera poco, su patria se había separado de la Gran Colombia.
Y llegó el sábado 8 de mayo, día del viaje. El odio de los antibolivarianos se percibía en toda la ciudad. Cuando cruzó las calles hacia la salida de Santa Fe de Bogotá, grupos de malandrines le gritaron: ¡Longanizoo! ¡Abajo el dictador! ¡Se va el longanizo! Días antes habían escrito en las paredes: “Ni se va ni se muere”. El Ecuador era el país que más quería al Libertador.
El 10 de diciembre dictó su testamento. Pocos días antes, con voz muy débil, preguntó a su médico, el Dr. Reverand: ¿No sospecha Ud. Dr. quiénes han sido los tres insignes majaderos del mundo? Ciertamente que no mi General. Acérquese Ud. doctor…se lo diré al oído…Los tres grandísimos majaderos hemos sido Jesucristo, Don Quijote y…yo.
En el mismo 10 de diciembre pronunció su última proclama: “Yo bajaré tranquilo al sepulcro. Si al sepulcro… es lo que me han proporcionado mis conciudadanos… pero los perdono. Ojalá yo pudiera llevar conmigo el consuelo de que permanezcan unidos”.
El 17 de diciembre, a la una y siete minutos de la tarde, se apagó la vida del Padre de la Patria.
EL 2 de diciembre pasado nació la Celac. La convocatoria a la unidad latinoamericana comienza a tener vida. Ella constituye una de las previsiones de Bolívar, para ser libres.

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