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lunes, 9 de enero de 2012

Chevron: el corre -ve-y-dile que tarde o temprano le pasará factura



*Hernán Ramos

*Hernán Ramos

Tras cuernos, palos... nunca pérdidas. Es su suerte en suelo -mejor dicho, en subsuelo- sudamericano. El penúltimo capítulo empezó en noviembre de 2011, cuando las autoridades de Brasil, con la presidenta Dilma Rousseff a la cabeza, han impuesto hasta el momento tres sanciones económicas a la transnacional estadoundense Chevron, por hacer lo que no debe o por no hacer lo que debe, da igual. Causa de las multas: mal manejo previo y post derrame petrolero en aguas profundas. Ese golpe, sin embargo, si bien hizo cosquillas en sus finanzas, impactó más donde duele de verdad a este tipo de empresas: en su imagen pública. El último capítulo es de reciente data e involucra a Ecuador: la Corte de Justicia de la amazónica provincia de Sucumbíos dictó sentencia contra Chevron, heredera de activos y pasivos de la otrora intocable Texaco, una de las famosas "siete hermanas" que alguna vez se repartieron el Planeta Petróleo, como si se tratase de un pastel de bodas.
Texaco -para quien tiene memoria frágil o simplemente no está muy enterado- inició operaciones en Ecuador de la mano de la dictadura militar del "bombita" Rodríguez Lara (1972) y se mantuvo muy vigente hasta 1990. Construyó el Oleoducto Transecuatoriano (Sote); explotó el crudo ecuatoriano en sociedad con el Estado (CEPE); durante su polémica y prolongada presencia en Ecuador amasó una ganancia fabulosa cuya cifra nunca se divulgó exactamente (pero se medía en miles de millones de dólares); causó daños irreparables a un sector importante de la población originaria ecuatoriana y a su entorno natural, la selva amazónica, después de aplicar -impunemente y sin piedad- una estrategia extractiva, depredadora e irresponsable, equiparable a lo que en términos castrenses se denomina hoy en día "política de tierra arrasada". En resumen, esta es la historia oculta de Texaco en Ecuador, verdad que algunos periodistas, expertos y notables abogados de oficio conocen al dedillo, y que difícilmente se podrá leer en la página creada ex profeso por Texaco para divulgar su verdad, la que siempre vendieron a los medios ecuatorianos y a los accionistas en Estados Unidos.
El contencioso actual entre Chevron (heredera de Texaco) y el Estado ecuatoriano es, por tanto, una versión corregida y aumentada de los problemas que la transnacional enfrenta en Brasil. No solo por la mala imagen (y buena prensa que siempre busca y a veces halla) en Ecuador, desde hace dos décadas en que empezó el litigio, sino por el monto del dinero en juego. Porque si nos atenemos al fallo de la Corte de Sucumbíos, Chevron tendría que desembolsar US$ 18.000 millones. Y como es natural, una cifra de este calibre preocupa a los accionistas de la empresa, llama la atención de los inversores que buscan sus acciones, enciende las luces amarillas de los especuladores que buscan buen recaudo en estas épocas de incertidumbre financiera... Mejor dicho, se prendieron muchas alertas.
Para adentrarnos más en esta lógica, fíjense en el gráfico superior, cuyos datos corresponden a Trefis, firma especializada en valoración de mercado de empresas que cotizan en la Bolsa de Valores de Nueva York (la famosa Wall Street). Me centro nada más en un dato: el rubro explotación de petróleo representa, por sí solo, casi la mitad (49%) del valor de cada acción de Chevron en el mercado (109 dólares es el precio actual de cada acción). Esto quiere decir que Chevron en esencia y por definición es una empresa que vale por el petróleo que extrae, explota y vende, opere donde opere, sea en Brasil o en Nigeria.
El gas es un negocio importante sin duda (19%) y el resto (refinación, petroquímica, etc.) son rubros anexos de la transnacional, importantes todos, pero ninguno tan determinante como el crudo. Bien, remarco esto porque el largo, enredado y costoso litigio de Chevron con Ecuador preocupa -más de lo que se ve y se cree- a sus atribulados ejecutivos que andan como locos buscando una salida que no encuentran. La razón es simple: cada vez los accionistas hacen más preguntas; los abogados juegan en escenarios más duros y tienen que ensuciarse las manos haciendo el trabajo sucio en cortes y juzgados para intentar favorecer a su mega cliente; la prensa indaga aunque con la pata coja; los ambientalistas de línea dura cuestionan con poca etiqueta y creciente efectividad...
Así, el corre-ve-y-dile no da tregua a Chevron, a sus jefes ni a sus batallones de caballería blindada, vale decir, abogados y relacionistas públicos que gastan por montones el dinero de los accionistas. Mientras tanto, la empresa se mantiene en sus trece: sigue interponiendo recurso legal tras recurso legal, pero a estas alturas del conflicto está muy claro que con esa estrategia solo ha logrado meterse más en el pantano que, tarde o temprano, le pasará factura. Todo es cosa de tiempo.

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