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jueves, 12 de enero de 2012

La furia de los dioses



Jaime Galarza Zavala

Jaime Galarza Zavala

Los dioses están furiosos. Los dioses que mandan sobre el planeta Tierra se tiran de los pelos, iracundos. Se rasgan las vestiduras. Se lanzan al suelo con pataletas. Echan espuma por la boca. ¿Cómo? ¿Quiénes son los que desoyen su voz imperial, sus sagradas órdenes, sus mandatos divinos? ¿Quiénes desafían la voluntad del cielo, de ese cielo todopoderoso compuesto de torres petroleras y torres gemelas, bancos y cadenas de desinformación, satélites y bombas atómicas? ¡A dónde hemos llegado! Esto no es posible: los dioses tienen un destino manifiesto y todo aquel que se opone a sus designios debe ser fulminado. ¿Hugo Chávez? ¡Al infierno! ¿Fidel Castro? ¡Al paredón! ¿Daniel Ortega? ¡A la paila grande! ¿Rafael Correa? ¡ A la cámara de gas! Atreverse a recibir con abrazos a esa reencarnación de Satanás que es Mahmud Ahmadineyad, el gobernante de la República Islámica de Irán merece el castigo eterno.
Atreverse a declararse soberanos e independientes al tenderle la mano es digno de una tempestad de rayos y centellas. Los dioses del capital no aceptan que su reinado salvaje y criminal esté llamado a desaparecer sin remedio; que su agonía cancerosa puede prolongarse pero los conduce a la muerte. El anuncio del fin llega de todas partes: del Irak, donde la soldadesca yanqui y los bombardeos “inteligentes” han pulverizado a un millón de personas; del Afganistán entregado por el Pentágono y la CIA a los traficantes de heroína; de la desdichada Libia, convertida en escombros por la OTAN, gracias al servilismo de la ONU; de todas partes.
Y claro, de América Latina, esta región del globo que fue siempre el patio trasero donde Washington botaba la basura. Y lo más grande y esperanzador: desde el corazón mismo del Imperio enloquecido, donde crecientes muchedumbres amenazan con tomarse Wall Street, y se acabó la fiesta, este festín de carne humana, del sudor ajeno convertido en rascacielos, de la sangre del mundo convertida en ríos refrescantes para bañar al ogro enfermo y moribundo.
Toda esa furia destructiva aplicada por los dioses directamente o por mano del terrorismo internacional que encabeza el Estado de Israel no les salvará del diluvio universal. En el caso de América Latina, que ha despertado finalmente, nadie podrá volver a esclavizarla una vez que ha resuelto recuperar su condición de “pequeño género humano”, como la visualizó Bolívar. El abrazo de nuestros pueblos con el presidente de Irán, por encima de todo, tiene el sello inconfundible del amor a la independencia y a la libertad, a la paz y a la soberanía violada por los dioses. Por algo en los caminos del Sur resuenan los pasos de Martí, Eloy Alfaro, el Che, y tantos otros.

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