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viernes, 3 de febrero de 2012

Los medios y el poder



Ilitch Verduga Vélez

Ilitch Verduga Vélez

Hace medio  siglo, el mundo -o por lo menos buena parte de él- asistió  a una progresión del avance financiero y empresarial de la comunicación masiva. Nuestra patria no fue ajena a esa  evolución y surgieron  varias entidades oligopólicas de comunicación.
La importancia  de la difusión mediática, de la actual media centuria, no se encuentra en el correlato de los acontecimientos cotidianos ni en la divulgación  científica cultural  de antaño,  sino más bien en la industrialización de la noticia y de los reportajes ideológicos, fundamentalmente aquellos relacionados con la administración y acción de los gobiernos; en definitiva,  la crónica  de los afectos y desafectos del órgano de difusión  con la  agenda gubernamental, sea local o nacional, de los mandatarios de turno. Dicho de otro modo, su  posicionamiento, por cercanía o alejamiento del poder político.
En este panorama de persistente y perseverante mediatización de la sociedad,  algunos medios de información sostenían y sostienen una relación con el sistema político imperante en cada  país a todas luces evidente y real, sea apoyando al régimen dominante, cuando inicia el mandato, y atacándolo  sin piedad a su término.
Los “mass media” presentes  ya no son los difusores u orientadores de la gestión  de los  funcionarios, como sucedía  en el pasado, ahora se han transformado en actores estratégicos  de comunicación política, cuya conducta para monopolizar “su verdad” intentan colocarla  como alternativa  a los mandos elegidos, ignorando deliberada o inmoralmente la democracia y al tercer actor de la comunicación: la opinión pública.
En el horizonte mediático tienen más valor las interrogantes que  las certezas, la búsqueda más que los hallazgos y  las denuncias mucho más que las soluciones y, desde luego, las afirmaciones en sus columnas sin actitud responsable están escritas en piedra.
Las palabras y los hechos que se reseñan, el silencio y  la ignorancia de los mismos pueden ser la expresión del contrapoder que impide el desarrollo y el progreso de las repúblicas, en Ecuador la inmolación de Alfaro y sus tenientes el 28 de enero de 1912 donde cierta prensa escrita -no existía  otra- fue demonizante instigadora del crimen de la “Hoguera Bárbara”, donde paradójicamente fue descuartizado el periodista Coral.
Weber decía que “el poder es la probabilidad de imponer la propia voluntad dentro de una relación social”; a su vez, Wolf solventó “los efectos sociales de los medios”, por lo que no es aventurado establecer su poderosa influencia, que le permitió fungir como una función del Estado burgués y que ahora quiere metamorfosearse  en la actividad fáctica,  que nos dice  por qué vivir, cómo pensar, dónde trabajar, por quién votar, qué consumir.
La teoría de la reconfiguración de los poderes -el económico, el político y el mediático- podría tener una perversa  posibilidad de que este último, a través de sus propietarios y de sus organizaciones nacionales e internacionales,  asuma los tres poderes, no como instrumento de nadie, ni de  personas, ni de  grupos, ni de  comunidades, solo  de ellos y para ellos, ignorando con malicia  y prepotencia la legitimidad de quienes han sido democrática y constitucionalmente designados para regir los destinos de sus naciones.
Qué sustancial es recordar ahora  el gran grafiti  estampado en las murallas de Quito: “No queremos medios, los queremos enteros”.

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