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martes, 23 de abril de 2013

Siria en Boston

Thierry de Meyssan
¿Qué tiene que ver Siria con el atentado de Boston? Nada, a primera vista. Pero ese atentado –y el ruido que está haciendo– responde a la principal pregunta sobre la suspensión del plan Kerry-Lavrov. Si nada se ha concretado aún sobre el tema de Siria es porque Washington y Moscú están encontrando dificultades imprevistas, entre ellas la cuestión chechena.
La implementación del plan Kerry-Lavrov para Siria se ha visto interrumpida por ciertas dificultades a las que se enfrentan las dos potencias. Por el lado estadounidense, Washington parece tener problemas para imponer obediencia a los mismos aliados a los que recurrió anteriormente para utilizarlos en contra de Siria y a los que ahora pide que se retiren sin haber obtenido la menor recompensa. Por el lado ruso, el Kremlin ve con inquietud la brusca aparición de combatientes provenientes del Cáucaso, que pudieran enfrentarse a las fuerzas de paz de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), como ya sucedió en el pasado con el Ejército Rojo en Afganistán.
Por el momento, el resultado es que el cambio de equipo realizado en la administración Obama no parece arrojar resultados. John Kerry se contradice constantemente y nadie acaba de ver la luz al final de túnel. Aprovechando esa situación, nuevas fuerzas de oposición aparecen en el Congreso, donde se han presentado 3 nuevos proyectos de ley. El primero favorece el proyecto israelí de destrucción de Siria, el segundo representa los intereses del complejo militar-industrial (una guerra limitada) mientras que el tercero… es sobre la repartición del gas. Y en ese contexto se produce el atentado de Boston.
Un doble atentado con explosivos dejó 3 muertos y más de 100 heridos al final del maratón de Boston, el martes 16 de abril de 2013, a las 14 horas y 50 minutos (hora local). Gracias al sorprendente descubrimiento de una mochila que contenía la tapa de una olla de presión y los videos de varias cámaras de vigilancia, el jueves a las 17 horas y 10 minutos las autoridades divulgaron fotografías de 2 sospechosos: los hermanos Tsarnaev, o sea Tamerlán, de 26 años, y Dzhokhar, de 19. El viernes, los dos hermanos mataron a un policía en el célebre MIT. Y después de huir en un Mercedes Benz, fueron alcanzados por la policía. Esa noche se hicieron más de 200 disparos y los dos hermanos resultaron heridos. Tamerlán murió en el hospital Beth Israel. Su hermano Dzhokhar, logró escapar a pie pero la policía lo capturó posteriormente.
El caso movilizó a las cadenas de televisión del mundo entero. Desde Majachkalá, la capital de Daguestán, los padres de los sospechosos declaran que estos fueron objeto de una manipulación. La madre, que parece haber sufrido presiones de la policía estadounidense, subrayó que sus hijos estaban bajo estrecha vigilancia del FBI y que no podían, por lo tanto, haber montado ningún tipo de operación sin ser descubiertos antes de concretarla. Por su parte, el gobernador de Chechenia, Ramzan Khadirov, resaltó que los sospechosos no habían vivido en Rusia y desmintió por adelantado todo intento de vincular a su país.
La implicación personal del presidente de Estados Unidos, Barack Obama –quien intervino 4 veces y viajó a la catedral de Boston para pronunciar allí una homilía–, muestra la importancia del hecho. La llamada telefónica del presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, subrayó la importancia de la cooperación antiterrorista, que puede sin embargo tomar dos direcciones diametralmente opuestas.
Si se admite que el enemigo común es el terrorismo checheno, es posible concluir que se le cerrará el paso en Siria. Estados Unidos y Rusia se pondrán de acuerdo para enfrentarlo en cualquier lugar del mundo, incluyendo el Levante. Pero también puede llegarse a la conclusión de que Washington y Moscú pueden vencerlo en sus propios países e ignorarlo en esa región del mundo. El problema de ese tipo de atentado es que se presta a toda una serie de giros contradictorios, previstos únicamente por quienes los planifican. Y en cualquier momento pueden surgir nuevos elementos que orientarán la manera de percibir el atentado y las consecuencias políticas a las que dará lugar.
En todo caso, lo que sí puede afirmarse es:
1. Que la cuestión chechena inhibe a los rusos en Siria,
2. que el atentado de Boston es un montaje tendente a conferir protagonismo al terrorismo checheno, 
3. que la manera como se presentará al mundo este asunto debe determinar los próximos acontecimientos en 
Siria.
El único punto débil del dispositivo es que Dzhokhar Tsarnaev sigue vivo… y un muchacho de 19 años es incontrolable.
Al Watan - Red Voltaire

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