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viernes, 26 de abril de 2013

Una fuerza de contraguerrilla pero con carácter popular



En la guerra de guerrillas, la victoria pertenece a quien goza del apoyo de la población. Es por eso que Siria acaba de dotarse de una milicia popular para mantener a raya a los Contras respaldados por Occidente y por las monarquías del Golfo. En 3 meses, el resultado ya es espectacular: las zonas donde se han creado esas milicias ya están estabilizadas.



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Al cabo de 2 años de combate, ya resulta evidente que el Ejército Árabe Sirio, concebido para garantizar la defensa el territorio nacional en caso de guerra convencional, no está preparado para estabilizar el país y proseguir al mismo tiempo su misión principal. Ha vencido sin dificultades a los yihadistas cada vez que estos se han reagrupado pero no ha logrado liquidar definitivamente una fuerza de guerrilla móvil que compensa su falta de respaldo popular con una poderosa logística extranjera.
Siria se ha decido, por lo tanto, a adoptar una nueva estrategia cuyos resultados ya han podido verse en todos los lugares del mundo donde se han vivido situaciones similares. Se trata de la creación de milicias populares, lo cual permite que la población garantice por sí misma la defensa de su ciudad o de su barrio, terreno cuyos mejores conocedores son los propios pobladores. Este «Ejército de Defensa Nacional», cuyos miembros provienen de los Comités Populares, está –por supuesto– estrechamente vinculado al Ejército Árabe Sirio y para unirse a esa nueva fuerza hay que haber pasado el servicio militar.
Mao Zedong explicaba que, para lograr la victoria, una fuerza de guerrilla tiene que poder moverse «entre la población como un pez en el agua». Cosa que no ha podido lograr el Ejército «Libre Sirio». Cada vez que sus hombres llegan a controlar una zona, cometen allí todo tipo de abusos y crímenes que despiertan el rechazo de la población.
Para garantizar la victoria, el Ejército Árabe Sirio tiene que hacer precisamente lo que los yihadistas han sido incapaces de lograr: moverse «entre la población como un pez en el agua». Aunque sus soldados provienen de la población, ya que se trata de un ejército de reclutas, el Ejército Árabe Sirio no puede lograr eso por sí solo ya que su estructura organizativa nacional lo separa de las realidades locales. Es por ello que tiene que apoyarse en una fuerza intermedia capaz de garantizar su contacto con la población local, en cada ciudad, barrio o poblado.
El Ejército de Defensa Nacional se caracteriza por su estricta disciplina. Los uniformes y armas se entregan solamente a los voluntarios –hombres y mujeres jóvenes– previamente seleccionados. Ello implica que los elementos que algunas autoridades locales habían reclutado antes para cumplir ciertas tareas de seguridad tendrán que convertirse ahora en miembros de esa nueva fuerza o regresar a sus casas. El resultado es que la organización del Ejército de Defensa Nacional en tal o más cual barrio o poblado pone fin de inmediato a los posibles abusos. Desaparece así el fenómeno de los shabihas.
Tratándose del Medio Oriente, el ejemplo que de inmediato viene a la mente es el del Basij-e Mostaz’afin, la milicia popular iraní que ya sirvió anteriormente de modelo al Hezbollah libanés. Teherán, que no quiere implicar a sus Guardianes de la Revolución en el conflicto sirio, aceptó sin embargo recibir reclutas del Ejército de Defensa Nacional y garantizarles la formación necesaria. Esto último implicó incluso un esfuerzo de adaptación para los propios iraníes ya que la mayoría de los reclutas no son chiitas ni tienen intenciones de convertirse.
Se modifica así profundamente la coyuntura geopolítica regional. Por un lado, porque esta milicia popular ha estabilizado rápidamente los barrios y poblados donde ya ha sido creada. Y sobre todo porque el Basidji iraní y el Hezbollah libanés tienen ahora un “hermanito”, que dispone además de la misma formación que ellos. Pero que tiene también ciertas características nuevas: es mixto y multiconfesional, además de haber sido educado con la mentalidad laica del partido Baas y no con la de la Revolución Islámica.
Uno de los objetivos fundamentales de la guerra de las potencias occidentales contra Siria era instalar en el poder un gobierno que debía romper con el Hezbolla libanés y con Irán, como reconoció el propio Burhan Ghalioum en entrevista concedida al Wall Street Journal. Y han obtenido un efecto exactamente inverso. La resistencia común ha fortalecido la unidad de ese bloque, a pesar de las diferencias religiosas y políticas de sus integrantes.
El principal dirigente del Hezbollah, Hassan Nasrallah, reveló hace 8 meses que, durante la guerra de los 33 días, el entonces ministro sirio de Defensa, el general Hassan Tourkmani, supervisaba personalmente el despliegue de las armas de la Resistencia en Líbano. Hassan Nasrallah declaró después que el Hezbollah no abandonará a sus hermanos de armas del Ejército Árabe Sirio, si estos últimos llegaran a verse en dificultades. La creación en Siria del Ejército de Defensa Nacional seguramente fortalecerá esa alianza con el surgimiento de estrechos vínculos humanos, más allá de las opciones políticas.

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