Hace unos días, en una entrevista en directo para RT, afirmé sin ambages que Estados Unidos daría marcha atrás en su postura con respecto a que la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU estuviese apoyada en el capítulo VII de la Carta de NNUU que permite el uso automático de la fuerza en caso de incumplimiento de sus disposiciones. Desde luego, no hacía falta ser adivino para preverlo. Una y otra vez, el modo y los ritmos de solución del conflicto están quedando en manos de una nueva Rusia que está pisando nuevamente con fuerza en el panorama internacional. No se trata solamente del derecho de veto, algo que ostentó también tras la caída de la URSS y el periodo de ostracismo e irrelevancia que le siguió a posteriori, estamos ante el surgimiento de un mundo multipolar que ha llegado para quedarse. Es el Fin de la Historia de Francis Fukuyama lo que ha muerto, los BRICS tienen potencia económica suficiente como para plantar cara al imperio y tendrán en breve una fuerza militar equivalente a su peso económico. Estados Unidos no podrá imponer su voluntad en el resto del mundo sin más, siempre habrá otros actores regionales e internacionales que puedan hacer frente a su voracidad esquilmatoria.
Quienes me conocen saben que nunca fui comunista, sin embargo aplaudí hasta cierto punto el papel de la URSS en Latino América porque pudo plantar cara a las sangrientas dictaduras impuestas por EEUU en la región y alentar movimientos emancipatorios populares que aún hoy están triunfando y manteniéndose al albur de la pérdida de influencia norteamericana. Sus cadenas internacionales de onda corta eran referencia obligada ante el monolitismo informativo de occidente en la era pre Internet. Radio Moscú en castellano era el único lugar donde los europeos podíamos escuchar declaraciones de la guerrilla sandinista, del Frente Farabundo Martí, o de las FARC contando realidades que permanecían deliberadamente ocultas para la opinión pública. Eran tiempos de radio nocturna, de acento cubano, y de dificultades para sintonizar correctamente las frecuencias deseadas. Hoy el bloqueo informativo está roto gracias a internet, pero también gracias a la rusa RT, a la iraní HispanTV y a la bolivariana Telesur.
Muchos de los que critican mi colaboración —desinteresada— con RT, por su supuesta parcialidad en el tratamiento de los conflictos internacionales parecen ignorar que, sin su concurso, las manipulaciones norteamericanas habrían calado indefectiblemente en el sentir popular. Los que nos dedicamos a la contrainformación, hemos encontrado un filón en la cadena y, a veces, hasta un potente altavoz. Chomsky demostró en su modelo de propaganda cómo los medios occidentales manipulan las informaciones no convenientes de muy diversos modos. Hoy lo siguen haciendo, sin embargo, al encontrarse con una amplio frente antagónico con un poder mediático significativo, con las redes sociales a pleno rendimiento y el descrédito de los medios tradicionales por su larga trayectoria de engaños todo ha cambiado. Una buena porción de la opinión pública informada sabe, por ejemplo, que el ataque químico de Damasco fue un montaje de EEUU o de sus aliados para provocar la intervención militar directa extranjera para derribar al gobierno laico y socialista y sustituirlo por un emirato islámico integrista y antidemocrático.
La decisión de EEUU en el Consejo de Seguridad no ha sido ajena a la guerra mediática emprendida entre ambos países. Una guerra que, a pesar de los montajes de masacre tras masacre, ha perdido entre la opinión pública. Obama no cuenta ni con el apoyo de su pueblo ni con el de los pueblos de los países de la OTAN. que Putin obtenga más crédito en Estados Unidos que el presidente de su eterno rival en torno al conflicto es sintomático de lo que sucede entre bambalinas. Las imágenes de militares diciendo que no quieren ponerse del lado del al Qaeda en una guerra civil ajena dicen a las claras qué piensan los norteamericanos de los delirios bélicos del Nobel de la Paz. Lo mismo sucede con las acusaciones de convertir a la primera potencia mundial en el ejército mercenario Qatar y Arabia Saudí, dos de los estados más indeseables del planeta. Obviamente, en esas condiciones es posible participar en una guerra, no sería la primera vez que lo hacen, pero se han dado otras circunstancias que se suman al hartazgo de asumir un papel de policía mundial sin objetivos claros o al menos confesables.
La crisis económica. Se hablaba de dos o tres oleadas de ataques aéreos desde buques en el mediterráneo, luego de 90 días de intervención, incluso de la posibilidad de tropas de tierra para «controlar las armas químicas» con miles de hombres. En la crisis económica actual, el imperio no puede permitirse un gasto tan grande, por mucho que parte fuera reingresado por las petromonarquías absolutistas del Golfo.
El riesgo de ataque masivo contra Israel. El estado sionista es extremadamente pequeño y un ataque masivo con misiles de Siria, Irán y Hezbollah podría reducirlo a cenizas. Si se usaran armas químicas, la situación sería aún peor. Podría producirse el fin de Israel tal y como lo conocemos hoy en día. La determinación de los aliados de Siria ha podido ser determinante para borrar el escenario de guerra de los planes imperiales.
La disuasión rusa. Rusia ha ubicado una flota importante frente a Siria. La potencia de sus misiles hace que pueda literalmente cerrar el espacio aéreo desde Turquía hasta Jordania. Quizá tengan cierta verosimilitud las informaciones que apuntan al derribo ruso de dos misiles norteamericanos que iban a impactar contra territorio sirio. Dijeron que los disparos eran para probar las frecuencias de los radares defensivos de Damasco, pero es probable que pudieran ser para probar la verdadera implicación de Moscú en la protección de su aliado. El derribo de uno de ellos y el desvío del otro hacia el mar por las fuerzas defensivas rusas envío una clara señal a los agresores de que Siria no estaba sola y que un ataque podría desembocar en un conflicto regional de extrema magnitud y peligrosidad.
Tampoco China está completamente parada, sus buques militares desplazados son, de momento, meros “observadores”, pero podrían pasar a la acción si la situación lo requiere. Un nuevo Egipto posicionado en el lado de la Siria laica, jugando con el Canal de Suez como arma estratégica contra Estados Unidos y sus aliados tampoco es algo a ignorar en toda esta ensalada de intereses y alianzas.
Siria posee un arsenal de armas químicas como respuesta al potencial militar y atómico de Israel, un régimen que mantiene ocupado una buena porción del territorio de Damasco. Es probable que otro de los motivos para aceptar desprenderse de él haya sido el compromiso con Rusia de suplir ese desarme con armas convencionales a corto o medio plazo, de lo contrario, aunque se haya conjurado momentáneamente el peligro de guerra, su vecino judío no tarde en intentarlo de nuevo. Así pues, de nuevo, todos los caminos conducen a Moscú, pese a quien pese
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