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jueves, 4 de mayo de 2017

El neocolonialismo del imperio y su estrategia del caos

Parece que el mundo europeo se encuentra en la postura del «silencio de los corderos», en la paranoia del brote psicótico organizado por operaciones de «terrorismo» en Francia y en Alemania y de «desestabilización» que se suceden en todo el mundo a un ritmo acelerado, a través de los rumores, la desinformación, el engaño, la mentira, la manipulación, las escenificaciones al estilo de Hollywood de la información tóxica y todas sus intervenciones ilegales que justifican la estrategia del Imperio para conseguir la obediencia absoluta de los pueblos…
Quien aspira a ser «el rey del mundo» ya ha sido capaz de pensar en hacerse rico dándole al enemigo armas y medios para librar guerras, todo ello enviando a sus propios soldados a que otros miles los asesinen, como ocurrió entre junio de 1944 y mayo de 1945. Esto podía imaginarse y concebirse perfectamente en la tradición «monroísta» de los EE. UU. y en nombre de su lógica capitalista sacrosanta, presentada como el ideal que debía imponerse por todos los medios al mundo entero, destruyendo de manera obsesiva a su contrario, el comunismo, que era visto como el único enemigo mortal, el «sol rojo de Satán», ¡que tenía que ser borrado del panorama político antes de que provocase el eclipse fatal del «sol de oro del ángel del bien»!
La mentira y la manipulación, garantizadas por la guerra mediática, se han convertido en el servicio fundamental del credo de las élites dirigentes de los EE. UU. El imperialismo estadounidense utiliza todas las armas que tiene a su disposición: mediáticas, económicas, políticas, ideológicas y militares, que siempre están enmarcadas en la doctrina llamada «monroísmo» (1823), en memoria del presidente James Monroe. En 1847, el general Zachary Taylor se encargó de que se aplicase dicha doctrina. Imaginó una conocida canallada para apropiarse del inmenso territorio de Tejas engañando al Estado mejicano. Esta estrategia del engaño, la manipulación, el false flag y el saqueo del Estado después de la desestabilización es lo que se denomina comúnmente en la actualidad «monroísmo».
La «estrategia del caos» dio tan buenos resultados en Vietnam, América Latina, Afganistán, Irak, Libia, Yemen, etc. que los EE. UU. tuvieron la ocasión de perfeccionar a placer su técnica de la desestabilización y, después, la eficacia de este nuevo tipo de guerra del «caos» interpuesta por mercenarios contra las naciones que se les resistiesen, que en los países cristianos debe denominarse «neonazi» y en los predominantemente musulmanes, «islamista».
Debido a que el «caos por la guerra» es la condición sine qua non de la economía estadounidense, la lista de las guerras lanzadas por los EE. UU. desde su creación es, como resultado, casi interminable. Ahora bien, para librar todas estas guerras, harían falta «legiones» de soldados.
Desde 1945, el imperialismo estadounidense utilizó principalmente a sus propios soldados, como en Corea, Cuba o Vietnam, o se basó en dictaduras fascistas, como la de Franco en España, la de Salazar en Portugal, la de los Coroneles en Grecia, las dictaduras militares de Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Salvador, Nicaragua, Taiwán, etc. Asimismo, organizó el terrorismo en Europa para eliminar a los partidos comunistas, que se habían vuelto demasiado fuertes y populares en los países europeos. Para ello, se apoyó en milicias de extrema derecha, denominadas «Gladio», que se hacían pasar por grupos de extrema izquierda con el único propósito de desacreditar a los comunistas y a la izquierda política en general. Gladio funcionó desde 1945 hasta 1992, al menos en toda Europa occidental.
De hecho, no sería imposible que la Gladio hubiera sido reactivada recientemente por su creadora y comanditaria tradicional: la CIA. La manera de proceder en los atentados terroristas como el de Niza de 2016 se parece tanto por múltiples razones… [Cf. Le Djihad et le management de la terreur (en español, «La Yihad y la gestión del terror»), Jean-Yves Jézéquel, 2016, que se publicará próximamente].
Debido a un movimiento revolucionario de liberación que nació en América Latina en los años 50 con los intentos de reforma de Jacobo Arbenz Guzmán en Guatemala, que resultaron fallidos por el golpe de Estado que planeó la CIA en 1959, los EE. UU., con su obsesión conservadora y reaccionaria, difundieron su odio hacia la libertad de los demás en nombre del liberalismo, al menos hasta la década de los 80. Las organizaciones estadounidenses más crueles causaron estragos en toda América Latina contra las guerrillas: en Cuba, Bolivia (donde la CIA ordenó que la dictadura militar asesinase al Che Guevara en La Higuera el 9 de octubre de 1967), Venezuela, Brasil, Colombia, Perú y Honduras; apoyaron las dictaduras civiles y militares de los países latinoamericanos en su totalidad; etc.
Estas fuerzas «oscuras» todavía no eran «islamistas». Estaban formadas por criminales «cristianos», verdaderamente fascistas y firmemente anticomunistas. Los «contras» nicaragüenses (1979-1990) o grupos criminales contrarrevolucionarios eran un ejército de mercenarios de los EE. UU. que llevaba a cabo ataques contra los pueblos, decapitaba rehenes, torturaba siguiendo instrucciones precisas que aparecían en manuales especialmente concebidos por la CIA (el KUBARK, el Project X, el Human Resource Exploitation Training Manual, etc.), al igual que ocurre actualmente en Afganistán, Irak, Yemen, Libia, Siria, etc.
Los «contras» estaban financiados por Washington a través de la venta ilícita de armas a Irán, que en aquella época estaba en guerra con Irak. Los EE. UU. fomentaron esta guerra para debilitar ambas naciones con el fin de preparar el vasallaje para una futura desestabilización. En la actualidad, podemos ver el resultado en Irak y entendemos mejor la resistencia de Irán.
Al Qaeda y ahora Dáesh son, en realidad y en definitiva, ejércitos de mercenarios estadounidenses que realizan el mismo «trabajo» criminal para los intereses del Imperio. Se puede afirmar que los EE. UU. continúan con la estrategia del caos, aunque no tiene salida, como se demuestra poco a poco en la actualidad.
Todo el mundo recuerda la famosa demostración de Powell ante la ONU. Jane Kirkpatrick, embajadora de los EE. UU. en la ONU durante el gobierno de Reagan, mostró un artículo falso, que apareció en la revista francesa Le Figaro Magazine, para justificar una guerra en América Central. Entonces, ¿fue Colin Powell quien se encargó de aplicar la política de saqueo que tuvo lugar después? Curiosamente, Powell repitió el gesto de Kirkpatrick 30 años después para justificar la invasión de Irak.
Frente al poder y la importancia del bloque soviético, el Imperio debía encontrar la ocasión de enfrentarse a él para derribarle sin exponerse demasiado y sin correr el riesgo de una escalada nuclear. Fue Afganistán quien le brindó la ocasión, donde, desde finales de los años 70, varios rebeldes islamistas tomaron las armas contra un gobierno laico y amigo de la Unión Soviética. Reagan rebautizó estas wahabíes oscurantistas con el nombre cínico de «combatientes de la libertad» y las convirtió en sus nuevas legiones imperiales, comprometidas a luchar contra el comunismo.
Esto permitió al «eje del bien» desestabilizar en su beneficio la principal zona energética del planeta y amenazar directamente a sus competidores potenciales por la presión de cientos de miles de «yihadistas» fanáticos convencidos de servir a un ideal musulmán (a excepción de sus jefes). Cuando descubrió el interés de esta nueva fórmula inaugurada en Afganistán y después en la antigua Yugoslavia, el Imperio participó en este peligroso juego en el que se utilizaban mercenarios con un objetivo ideológico diametralmente opuesto a sus intenciones geopolíticas, pero que, con toda certeza, instalaría el caos.
Al igual que los muyahidines afganos, los «rebeldes» sirios son los soldados de infantería de los EE. UU. y de sus aliados: Gran Bretaña, Francia, Israel, Turquía, las monarquías oscurantistas de Arabia Saudita y de Catar, etc.
El objetivo inmediato, que afecta a Siria, es destruir el Gobierno de Damasco, que, según el sondeo más fiable (YouGov Siraj), cuenta con el apoyo de la mayoría de sirios. A largo plazo, se busca arrebatarle a Rusia un aliado clave de Oriente Medio. Con una visión a más largo plazo, el objetivo es, obviamente, acabar con la potencia rusa por ser una amenaza para llevar a cabo el proyecto PNAC («Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense») y por haberse convertido recientemente en una nueva amenaza directa para la hegemonía del dólar por su inesperada iniciativa de los BRICS y del CIPS con su aliado chino.
El riesgo nuclear ya es muy evidente. Los editorialistas del periódico estadounidense The Washington Post, que promovieron la mentira sobre las «Armas de destrucción masiva» en Irak, le piden a Obama que ataque Siria. Sin embargo, Obama permanece callado. En cambio, Hillary Clinton, que se alegraba públicamente de su papel de verdugo después de la destrucción de Libia, repitió en varias ocasiones que, si fuese presidenta, «iría más lejos» que Obama.
Actualmente, la propaganda de guerra está en pleno apogeo con este lado absurdo y cínico. En los años 50, la inquisición de McCarthy, que estaba obsesionada con el anticomunismo, persiguió y acabó con diplomáticos, funcionarios y periodistas. La represión fue odiosa contra aquellos que cuestionaron las mentiras y la paranoia acerca de la URSS y de China. Hoy en día, la propaganda antirrusa ha vuelto.
En Gran Bretaña, Luke Harding, del periódico británico The Guardian, destacó por su odio hacia Rusia. En lo que se puede considerar un diluvio de «parodias periodísticas», Harding atribuyó a Vladímir Putin todas las desgracias del mundo. La estupidez es alarmante. Sin embargo, y, al parecer, hay suficientes tontos que se traguen felizmente estas tonterías y saquen provecho de los bastardos y perversos. Desde que salió a la luz el escándalo de los Papeles de Panamá, este periodista, completamente comprometido con la causa de la verdad y de la información, mencionó a Putin, procurando añadir una foto del Jefe de Estado ruso. Harding se burlaba sin vergüenza y sin darle mucha importancia de la injusticia y del mal que atribuía gratuitamente y sin escrúpulos a Putin, quien, por su parte, no se aparecía en ninguno los documentos que se presentaron. Pero, ¿qué más daba? ¡El mal ya estaba hecho, y eso era lo único que importaba!
Al igual que Milošević, Putin se estaba convirtiendo rápidamente en el mismísimo diablo. Fue él quien «derribó un avión de la aerolínea Malaysia Airlines en Ucrania». El titular decía descaradamente: «Por lo que a mí respecta, Putin ha matado a mi hijo». No hacen falta pruebas. Arruinemos felizmente a las personas y sus reputaciones: ¡a quién le importa! Fue Putin quien misteriosamente llegó a ser responsable de que se derrocase el Gobierno elegido en Kiev en 2014. ¡No importa si la lógica y los documentos mostraban que Washington había organizado y financiado el golpe de Estado en Kiev! La Subsecretaria de Estado de los EE. UU. y encargada de Europa, Victoria Nuland, le dijo lo siguiente por teléfono y sin ambigüedad alguna al Embajador de los EE. UU. en Ucrania: «Que la UE se vaya a la mierda». Nuland pronunció estas palabras en relación con la crisis de Ucrania, según una pista de audio subida a Youtube el jueves 6 de febrero. ¡Sin embargo, los europeos siguen siendo los aliados ingenuos de estos fascistas que se burlan abiertamente de ellos!
La campaña de terror desencadenada por las milicias neonazis contra la población de habla rusa de Ucrania, en la región de Dónbass, fue resultado del «ataque» de Putin. Era un sinsentido, pero la manipulación era cada vez mayor y la mentira más creíble para todos los imbéciles que se tragaban sin dudar este discurso cínico a ultranza. Evitar que Crimea se convirtiese en una base de la OTAN con sus misiles apuntando a Rusia y proteger a la población mayoritariamente rusa que había votado en un referéndum para integrarse en Rusia eran ejemplos del «ataque» de Putin: Crimea «se había «anexionado». La calumnia de los medios de comunicación se había transformado en una guerra de los medios de comunicación.
Los EE. UU. tomaron hace 10 años la decisión de derrocar el «régimen» de Damasco, tal y como nos lo reveló el general Wesley Clark, ex Comandante de las fuerzas de la OTAN en Kosovo, el 2 de marzo de 2007, a través de la emisora de radio estadounidense Democracy Now. Este General del ejército de los EE. UU. también nos mostró que la CIA había programado la caída y la ocupación militar estadounidense de Irak, Afganistán, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán y, finalmente, Irán. Este proyecto se titula: «Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense» (PNAC).
Para justificar moralmente esta Santa Cruzada política, habría que pasar por un golpe de efecto que diese toda la «legitimidad» deseable y el pistoletazo de salida a la Tercera Guerra Mundial, iniciada en Irak por el desencadenamiento de hordas criminales que sembrasen el caos a los efectos de la aplicación del PNAC. Este golpe de efecto finalmente se produjo. Fue un espectacular sacrificio, con una ofrenda de 3.000 víctimas. Ocurrió el 11 de septiembre de 2001 en el altar del templo dedicado al dios supremo de las altas finanzas: el World Trade Center. El Imperio no contemplaba el fracaso del capitalismo. Por lo tanto, era posible imaginarse la destrucción del World Trade Center, con la vida de 3.000 ciudadanos en juego, con el único fin de justificar una guerra del «eje del bien» contra los enemigos externos que derrotaron el sistema. Este fracaso solo podría proceder de enemigos externos, y no del propio sistema.
Después de esta señal «providencial», que se dio como una licencia mundial para matar, Irak fue devastado. La antigua Yugoslavia ya había sido el escenario de la desestabilización planificada para Europa, demasiado reacia a los proyectos de la OTAN. Después de probar el nuevo modus operandi desarrollado en el viejo continente, era necesario consolidar el caos en Afganistán. Las «revoluciones o primaveras árabes» iban a proliferar. Libia fue destruida a su vez durante una «revolución» encabezada por «rebeldes impregnados de espíritu democrático”, como comentó François Hollande, comprometido con derrocar a Bashar al-Ásad para poner en su lugar a un fiel servidor de los intereses del Imperio.
Algunos intentos de desestabilización en el continente europeo fracasaron drásticamente, como la guerra de los musulmanes de Chechenia, operación llevada a cabo en Osetia del Sur y en Georgia en agosto de 2008, que fue una especie de prueba realizada para medir el poder de Rusia antes de enfrentarse a Ucrania.
China y Rusia aliadas, frente a los EE. UU. y sus aliados, desempeñan en la actualidad el papel de la «muleta» de color rojo vivo que excita al toro, condenado a morir por una estocada final previsible y prevista… Gracias a Sarkozy y a Hollande, los líderes en los que nos inspiramos, estamos del lado del animal que se cansa sin necesidad antes de morir indudablemente.
Los EE. UU., armando a los yihadistas y a todos los fanáticos terroristas de Al Qaeda y del Frente Al-Nusra, repiten lo que hicieron con Hitler y confirman esta confesión de Hillary Clinton: «Los Estados Unidos fueron quienes crearon Al Qaeda», con la firme intención de luchar al mismo tiempo contra ellos en Irak, en Afganistán y en Mali, con el ejército francés… También esperan combatir en Siria dentro de poco, cuando el fruto maduro haya caído finalmente en las alforjas del gran cazador furtivo o pirata de Washington.
La técnica “monroísta” tradicional de los EE. UU consiste en introducir primero el gusano en la fruta, e intervenir a continuación para “salvar” la fruta de la descomposición ocasionada por el gusano, masacrando el gusano que habían creado previamente para la causa. Antes de nada, hay que originar primero una corrupción para justificar como «moral» una intervención armada. Sin esta afinada técnica, ¡ni el Congreso ni el Senado votarían los presupuestos militares necesarios para que triunfe el «eje del bien», que quiere instalar el caos programado en todo el mundo!
El Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia (TPIY) exculpó al entonces Presidente serbio, Slobodan Milošević, de los crímenes de guerra cometidos durante la Guerra de Bosnia, que sucedió entre 1992 y 1995, incluyendo la masacre de Srebrenica: ningún medio de comunicación oficial occidental tuvo el valor de sacar a la luz este importante acontecimiento. The Guardian fue el único que hizo un breve comentario en sus columnas. La conclusión a la que llegó el TPIY denuncia de forma demasiado directa la verdad sobre la campaña de manipulación y de desinformación que permitió a la OTAN sus intervenciones, tan abusivas e ilegítimas como ilegales, en 1999 contra Serbia. Pero ¿qué importa la verdad? ¡El mal ya está hecho! En la cabeza de los occidentales manipulados, los serbios prorrusos son los «malos», que masacraron a los «buenos» kosovares, defendidos por los muyahidines proestadounidenses (armados y trasladados a Kosovo por el ejército de los Estados Unidos).
Lo que quedará grabado a fuego en la mente de la gente es esta terrible manipulación y las imágenes de las películas de Hollywood financiadas por la CIA, necesarias para la propaganda. Lo que sigue asegurando el éxito de estas películas que lavan cerebros es el hecho de que mezclan con astucia algo de verdad con algo de mentira y lo presentan como una suposición indiscutible y nunca discutida de la «verdad objetiva de los acontecimientos». La película estadounidense Savior (en español, «Salvador»), de 1998, forma parte de esta manipulación. Después vendrán las pruebas posteriores a los hechos, como Warriors (en español, «Luchadores»), del año 2000, y En territorio enemigo, de 2002… Los Estados Unidos hacen morir a un hombre exculpado de sus acusaciones, mientras que ellos mismos practican a gran escala y con total impunidad los crímenes odiosos de los que acusan a los otros: los contrarios a su imperio. «Si las leyes de Núremberg se hubiesen aplicado realmente, todos los presidentes de los Estados Unidos de la posguerra habrían sido ahorcados», escribió Noam Chomsky.
Milošević murió «de una parada cardíaca» en 2006, solo, en su celda en La Haya, por la única voluntad de los Estados Unidos. Los estadounidenses le negaron una intervención quirúrgica que podría haberle salvado la vida, y su estado empeoró hasta su muerte. Los EE. UU. se deshicieron así, fácilmente, de un hombre que les resultaba demasiado molesto. WikiLeaks lo reveló y lo confirmó después. Hay rumores que hablan también de envenenamiento, pero la ausencia de «fuentes» no permite confirmar esta afirmación. Además, ¡nunca nadie ha oído protestar a Amnistía Internacional por el caso Milošević ni por el comportamiento criminal de los Estados Unidos!
Milošević fue víctima de la propaganda de guerra que actualmente corre a raudales por nuestras pantallas y periódicos. Su caso nos señala la espada de Damocles, suspendida sobre nuestras cabezas. Los medios de comunicación occidentales lo llamaban el «carnicero de los Balcanes», responsable de «genocidios», en particular en la provincia de Kosovo. El ex Primer Ministro británico, Tony Blair, hizo referencia al Holocausto y exigió medidas contra «este nuevo Hitler».
David Scheffer, Embajador itinerante para crímenes de guerra, declaró: «un total de 225.000 hombres albaneses étnicos, de entre 14 y 59 años» fueron asesinados por las fuerzas de Milošević. ¡Todo eso era falso porque los yihadistas de la OTAN fueron los responsables de esa masacre! ¿Qué compensación ofrecieron los anglosajones para la memoria de este hombre y de su país? Los criminales notorios, permanentes, decididos e incorregibles que trataron a los inocentes como delincuentes, intentando hacerse pasar ellos mismos por inocentes, ¡se llaman Estados Unidos de América! Si alguien necesitaba pruebas, ¡puede considerarse bien servido!
Los bombardeos de la OTAN, dirigidos por Bill Clinton y Tony Blair, ¡estaban justificados por las mentiras de Scheffer! La OTAN masacró así a cientos de civiles en hospitales, colegios, iglesias, parques y estudios de televisión, destruyendo a su paso todas las instalaciones de la economía serbia. Nos acordaremos de la «Conferencia de Paz» de Rambouillet (Francia). Madeleine Albright, la entonces Secretaria de Estado de los EE. UU., inmortalizaría la infamia y el cinismo de este país, declarando que la muerte de medio millón de niños iraquíes «valía la pena».
Albright le impuso una «oferta» a Milošević: la ocupación militar de su país y la obligación de crear un «mercado libre» neoliberal. En caso de rechazar estas condiciones, bombardearían Serbia. Esta «oferta» se recogía en un «Anexo B», que los medios de comunicación oficiales no habían leído, obviamente, y que habían censurado de forma escrupulosa, pues el objetivo era aplastar el último estado «socialista» prorruso e independiente de Europa.
Una vez que la OTAN empezó a bombardear, hubo un auténtico tsunami de refugiados kosovares «que huían de un holocausto». Al final del conflicto, los equipos internacionales de inspectores de la ONU se reunieron en Kosovo para exhumar a las víctimas. El propio FBI no consiguió encontrar una sola fosa común, a pesar de lo que afirma increíblemente la película de Hollywood ‘En territorio enemigo’, y volvió a su país. El equipo médico-legal español denunció con rabia y profundamente contrariado «una pirueta semántica de las máquinas de propaganda de guerra de la OTAN». El recuento final de muertes en Kosovo ascendió a 2.788. Esta cifra incluía a los combatientes de ambos bandos, así como a los serbios y romaníes asesinados por el «Frente de Liberación de Kosovo», organización combatiente formada por muyahidines importados de Afganistán por los EE. UU. y, por tanto, al servicio de la OTAN. No hubo genocidio. El ataque de la OTAN fue, al mismo tiempo, un fraude monumental, comprensiblemente odioso, y un crimen de guerra demostrado. La única responsable de los horrores perpetrados «ilegalmente» en la antigua Yugoslavia es la OTAN (EE. UU.)… ¿Qué vino después de todo esto? ¡Nada! Peor que nada: en 2008, la Fiscal del Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia, Carla Del Ponte, confesó que había sufrido presiones para no investigar los crímenes de la OTAN… El Imperio se burla totalmente del «derecho» y de la «justicia», ya que él es de por sí el derecho y la justicia: aquel que dicta «el bien y el mal», Dios, el Poder absoluto que no debe rendir cuentas ante nadie y, si alguien se las pide, le ejecuta sin miramientos mediante un dron: ¡es la moda!
La pléyade de grupos islamistas, todos salafistas radicalizados, congregados en el EIIL, ISIS o Dáesh, no solo fue creada por Occidente, en lo que concierne en primer lugar a Al Qaeda, sino que también, por lo que respecta al resto de grupos reunidos en este autodenominado «Estado Islámico», fueron entrenados, armados, y financiados por las petromonarquías absolutas del Golfo y sus aliados, los servicios secretos de los países de la OTAN, así como por Israel, fuertemente implicado en el apoyo al Dáesh.
Después del caos provocado en Irak por la intervención de los Estados Unidos, se organizó un grupo para resistir ante las masacres interconfesionales de este país musulmán (chiitas y sunitas). El domingo 29 de noviembre de 2015, a las 20:55, el político francés Hubert Védrine respondió acerca de esto a las preguntas de Laurent Delahousse, en su programa de entrevistas ‘Un jour dans l’histoire’ (en español, «Un día en la historia»), titulado «De Bin Laden al Dáesh: hacia los orígenes de la yihad», en el canal France 2.
Védrine explicaba que Nouri al-Maliki era un chiita que dirigía el Gobierno iraquí desde 2006. No obstante, tras la política confesional de Maliki, que había alienado a la minoría sunita, esta se unió a los grupos yihadistas de influencia sunita, presentes en Irak, para defender su comunidad, injustamente maltratada y acusada permanentemente de querer adueñarse del Poder. La obsesión de Maliki prohibía la existencia de un gobierno de coalición entre sunitas y chiitas. Sin embargo, era la condición sine qua non de la paz en Irak. Estos grupos de combatientes sunitas resistentes en Irak se reagruparon en una organización más eficaz. Al crecer y organizarse, se adueñaron de las reservas de armas del ejército iraquí, al que le superaron rápidamente los acontecimientos. Con este armamento, proporcionado por los Estados Unidos al ejército iraquí, pudieron atacar prisiones en las que había sunitas encerrados en masa para liberarles. Una vez liberados, los sunitas que habían sido encerrados y maltratados por el nuevo régimen de Maliki tomaron las armas sin dudar y se unieron a los grupos de resistencia o rebelión sunita.
Este grupo, reforzado por varios miles de hombres sedientos de venganza, se desplazó después a Siria, donde se transformó por una especie de imanación de todos los otros grupos, muy numerosos, para formar una nueva entidad que tomó el nombre de Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL= Dáesh o ISIS).
El Ejército Sirio Libre fue creado por los EE. UU., Israel y los países del Golfo. Sus dirigentes se presentaron como los jefes de la oposición siria. Estos vinieron para respaldar a Al-Nosra y al resto de grupos del Dáesh. El Congreso estadounidense les asignó la cantidad de 500 millones de dólares para acabar con Bashar al-Ásad e instalar en Siria un régimen a las órdenes de los EE. UU. y de sus aliados europeos, pero, sobre todo, y, al fin y al cabo, bajo el control y para beneficio de las reivindicaciones geopolíticas de Israel.
La consigna que se les dio a los hombres del Dáesh fue masacrar a los musulmanes alauitas (una de las ramificaciones religiosas musulmanas a la que Bashar al-Ásad pertenecía) que protegían a los cristianos en Siria. Los antiguos oficiales y militantes del Partido Baaz Árabe Socialista de Sadam Husein se vieron sin techo en Irak y echados a la calle tras la muerte de su líder. Todos ellos se unieron, como es natural, a las filas del Estado Islámico, que los necesitaba.
Para invadir Irak y Siria en un ataque relámpago, el Dáesh utilizó armas pesadas compradas por los sauditas en Ucrania. Estas se transportaron en avión y barco por Turquía. Las reservas del ejército iraquí, que contenían equipamiento blindado estadounidense, fueron atacadas y saqueadas después.
Más tarde, la Organización Nacional de Inteligencia de Turquía (MIT), con la logística de la OTAN, preparó trenes especiales que transportaron estas armas en el terreno. En cuanto se llevó a cabo la invasión, los estadounidenses asociaron dos células especiales a los grupos de combatientes: la primera estaba compuesta por un grupo de expertos en comunicación, formados en Fort Bragg, en los EE. UU. (declaración del General Flynn para la CNN); y la segunda estaba constituida por expertos en administración civil; es decir, por personas con el poder de nuestros jefes de policía. Así, se crearon nueve «prefecturas» en Siria y siete en Irak. Este personal no era yihadista, evidentemente, pero mandó hacer el trabajo a yihadistas. Entre esos expertos, que recibieron una compleja formación, se encontraban antiguos pilotos de cazas y de helicópteros de combate de los Estados Unidos.
Por tanto, debemos entender que el Dáesh es un niño que nació por voluntad de Occidente, a través de la pareja polígama OTAN-CIA/Mossad-Monarquías del Golfo. Son dos estados, no dos personas individuales, los que financian esta enorme organización, sin contar con el dinero del tráfico de petróleo. Estos dos estados son los amigos y aliados de Sarkozy, primero, y de Hollande, después: Arabia Saudita y Catar. Dichos países son dictaduras oscurantistas abominables donde se practica el salafismo radicalizado y donde reina la sharia, con todos los horrores que supone, sobre todo para las mujeres. La dictadura de Bashar al-Ásad siempre ha estado lejos de parecerse a uno de esos regímenes. Sin embargo, «Bashar al-Ásad debe irse», dice Hollande, porque «Bashar no merece estar en la Tierra», indica Fabius. No obstante, los abominables dirigentes wahabitas de Arabia Saudita que financian el terrorismo internacional, ¡ellos sí son dignos de estar en la Tierra!
Para entenderlo mejor, hay que precisar que el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) está constituido por kurdos de Turquía y de Siria que luchan contra el Dáesh, mientras que los kurdos del Kurdistán iraquí lo apoyan, por la simple razón de que el jefe Barzani, Presidente de esta región, también es un importante agente del Mossad israelí desde 1950. Barzani es kurdo, pero, antes que eso, es un agente oficial del Mossad. Así adivinamos por qué esos kurdos son los aliados del Dáesh: ¡porque están al servicio de los intereses de Israel!
Esta operación de creación del Estado Islámico, planificada en Omán por los EE. UU., Israel, Turquía, Arabia Saudita, Catar y Francia con Gran Bretaña, dio como resultado esta organización, que se puso en seguida a reclutar a miles de combatientes de todo el mundo, gracias a la herramienta de la propaganda y de los expertos en comunicación…
De esta forma, cada uno tiene la respuesta a su pregunta, mientras nosotros nos seguimos preguntando por qué los Estados Unidos no querían incluir al Dáesh en la lista de la ONU de organizaciones terroristas. Así, ¡cada uno podrá entender por qué también es imposible bloquear sus cuentas bancarias!
La estrategia del caos está perfectamente perfilada. Sin embargo, hay un imprevisto que ha llegado para poner en riesgo el caos programado: la Federación Rusa. Y así es como este enfrentamiento se ha dado antes de lo previsto, con el descubrimiento de una potencia inesperada, tanto económica como militar…

La realidad no es lineal, sino compleja. Es la complejidad la que ha venido a perturbar la simplicidad de la visión lineal de los agentes del Imperio…


Jean-Yves Jézéquel

La fuente original de este artículo es Mondialisation.ca: Le néo colonialisme de l’empire et sa stratégie du chaos, donde fue publicado el 24 de noviembre de 2016.
Traducido para Umoya por Isabel Fernández Palacio y Rocío Porto Urbano (Universidad de Salamanca).


http://umoya.org/2017/01/16/el-neocolonialismo-del-imperio-y-su-estrategia-del-caos/

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