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domingo, 29 de abril de 2018

El fiasco del bombardeo occidental contra Siria


Por Thierry Meyssan
Mientras más días pasan desde el bombardeo occidental perpetrado contra Siria el 14 de abril de 2018, más información aparece mostrando la extensión del desastre. En Estados Unidos, el Pentágono todavía logra impedir las filtraciones provenientes de los círculos militares, pero las que van llegando de Francia son devastadoras. Washington, París y Londres mostraron que pretenden seguir regentando el mundo, pero también se ha visto que ya no tienen cómo hacerlo. 

Una semana después del bombardeo occidental contra Siria, aún siguen sin respuesta numerosas interrogantes sobre los objetivos de esa operación militar y sobre su realización. Los hechos demostrados que han ido saliendo a la luz contradicen las declaraciones oficiales de las potencias occidentales.
Los objetivos del bombardeo
Según la narración occidental, el bombardeo no apuntaba a derrocar la República Árabe Siria (lo que los gobiernos y medios de prensa occidentales llaman «el régimen de Bachar» sino a “castigar” el uso de armas químicas.
Sin embargo, no se ha publicado absolutamente ninguna prueba del uso de ese armamento por parte de Siria. A modo de prueba, Estados Unidos, el Reino Unido y Francia publicaron por separado evaluaciones basadas en el video original grabado por los «Cascos Blancos» [1]. El problema es que ese video ha sido desmentido por los testimonios de varias personas que aparecen en él y por el personal mismo del hospital donde fue grabado [2].
Al contrario de lo que afirman las tres potencias occidentales que perpetraron el bombardeo, no es ilógico pensar que el verdadero objetivo era derrocar la República Árabe Siria. Esa posibilidad parece confirmarse por el hecho que varios misiles tenían como blanco el Palacio Presidencial de Damasco. Esa es también la interpretación de Rusia, que estima que el verdadero objetivo del bombardeo occidental era contrarrestar «los éxitos de las fuerzas armadas sirias en la lucha por liberar su territorio del terrorismo internacional».
La destrucción del Centro de Investigación Farmacéutica de Barzeh sigue siendo un misterio. Esa instalación no tenía absolutamente nada de secreta, incluso fue creada con ayuda de Francia. La Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) había inspeccionado ese centro 5 veces sin hallar allí nada vinculado a alguna investigación sobre armas químicas [3]. Según los responsables del Centro, ese laboratorio realizaba investigaciones sobre productos contra el cáncer y se vio gravemente afectado por las sanciones occidentales. No estaba bajo custodia militar y no hubo ninguna víctima cuando fue impactado por los misiles occidentales. El bombardeo ni siquiera provocó la dispersión de agentes químicos en la atmósfera.
Esto recuerda el bombardeo estadounidense que destruyó la fábrica de Al-Shifa, en Sudán. En 1998, el presidente estadounidense Bill Clinton ordenó la destrucción de aquella instalación, orden que se concretó con el lanzamiento de 4 misiles Tomawak, con saldo de un muerto y 10 heridos. Los servicios de inteligencia de Estados Unidos afirmaban que la fábrica de Al-Shifa producía gases neurotóxicos por cuenta de Osama ben Laden. Finalmente resultó que era la principal unidad de producción de medicamentos genéricos existente en Sudán [4]. La fábrica de Al-Shifa producía, entre otros, medicamentos contra el sida sin pagar licencia a Gilead Science, empresa que dirigían Donald Rumsfeld y George Schultz [5].
La realización de la operación
Estados Unidos, el Reino Unido y Francia anunciaron haber lanzado 105 misiles, pero las fuerzas armadas rusas contaron sólo 103 [6]. Aunque mantuvo en silencio su participación en la operación, la OTAN garantizó la coordinación entre las fuerzas de las tres potencias occidentales [7]. Según sus estatutos, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) puede actuar solamente después de haber obtenido el aval del Consejo del Atlántico Norte… pero parece que ya no es así ya que el Consejo del Atlántico Norte nunca fue consultado para iniciar los bombardeos contra Libia, en 2011, y nadie protestó por ello. La coordinación a través de la OTAN tenía como objetivo lograr que todos los misiles –lanzados desde unidades navales desplegadas en el Mediterráneo y el Mar Rojo y desde aviones en vuelo– alcanzaran sus blancos en el mismo momento. Pero las cosas no salieron como se habían planeado: la operación occidental debía desarrollarse en media hora pero pasaron 1 hora y 36 minutos entre el lanzamiento del primer misil y el del último.
Rusia había advertido que respondería al ataque si había muertes entre sus militares. Por consiguiente, las tres potencias occidentales ordenaron a sus fuerzas poner el mayor cuidado en evitar bajas entre los militares rusos.
Las fuerzas rusas se limitaron a observar los lanzamientos de misiles y a transmitir en tiempo real las coordenadas necesarias al Ejército Árabe Sirio para que pudiera destruirlos en el aire. Cuando los sirios se vieron desbordados por la cantidad de misiles lanzados, las fuerzas rusas utilizaron su dispositivo de inhabilitación de los sistemas de mando y control de la OTAN, paralizando así el uso de la mayoría de sus lanzadores. Los franceses se vieron así por primera vez ante ese dispositivo, cuyos efectos ya habían sufrido los estadounidenses y los británicos en el Mediterráneo y el Mar Negro, así como en Kaliningrado.
Además, dos navíos rusos salieron del puerto sirio de Tartús para jugar al gato y el ratón con un submarino nuclear de ataque del Reino Unido [8].
Según el estado mayor ruso y su homólogo de Siria, 73 misiles fueron destruidos en vuelo, cifra que los estados mayores de Estados Unidos, Reino Unido y Francia rechazan con tono altanero. Pero todos los observadores presentes en suelo sirio, como es mi propio caso, pudieron comprobar la actividad de la defensa antiaérea y nadie ha visto los supuestos impactos de los 105 misiles occidentales anunciados.
Estados Unidos, el Reino Unido y Francia se apresuraron a declarar que los detalles de la operación eran información clasificada. Sin embargo, los foros especializados han dado a conocer todo tipo de revelaciones inverificables sobre el estruendoso fracaso de la operación occidental. Lo único que ha podido saberse con certeza es que un avión francés no logró lanzar uno de los 2 misiles que debía disparar y tuvo que dejarlo caer en el mar sin lograr que funcionara [9] y que 2 fragatas francesas tuvieron problemas informáticos que les impidieron lanzar todos sus misiles crucero navales (MdCN) [10], anomalías muy conocidas por todos los que han visto sus sistemas de mando y control bajo los efectos del arma rusa que inhabilita los dispositivos radioeléctricos.
La defensa antiaérea siria, ante la gran cantidad de misiles provenientes de todas partes, optó por defender prioritariamente objetivos como el Palacio Presidencial y sacrificar otros, como el Centro de Investigaciones de Barzeh. Como consecuencia del ataque, Rusia ha anunciado el envío de nuevas baterías antimisiles a Siria.
En todo caso, el bombardeo occidental contra Siria ha resultado ser el fiasco militar más grande desde la Segunda Guerra Mundial.
La retórica occidental
A la luz del Derecho Internacional, el bombardeo occidental contra Siria es indiscutiblemente ilegal: ninguno de los tres agresores había sido atacado antes por la República Árabe Siria y el ataque de estas tres potencias occidentales no contó con el aval del Consejo de Seguridad de la ONU.
Estados Unidos, Reino Unido y Francia afirmaron, claro está, que su acción militar contra Siria fue legítima, afirmación desmentida por… el servicio jurídico del Bundestag –el Parlamento alemán [11]. En efecto, aún pasando por alto el carácter totalmente mítico del supuesto incidente químico de la Ghouta, ese tipo de bombardeo no permitiría el fin de los sufrimientos de los civiles.
Francia, por su parte, no deja de repetir que su participación en esa acción militar no significa que haya entrado en guerra contra el «régimen de Bachar», declaración que Siria contradijo de inmediato devolviendo a París la Gran Cruz de la Legión de Honor otorgada al presidente Assad. La portavoz de la presidencia siria precisó que «para el presidente Assad no hay honor en portar una condecoración otorgada por un régimen esclavo de Estados Unidos que apoya a los terroristas».
Algunos autores, cercanos a la OTAN, han mencionado la «responsabilidad de proteger» (R2P) proclamada por la ONU. Pero eso tampoco corresponde a la situación de Siria ya que la R2P sólo se aplica cuando se trata de llenar el vacío de los Estados fallidos, lo cual no es el caso de la República Árabe Siria, cuyos servicios públicos siguen funcionando al cabo de 7 años de guerra.
En definitiva, Estados Unidos, el Reino Unido y Francia sólo han mostrado dos cosas con esta operación: que se han puesto al margen del Derecho Internacional y que sus ejércitos ya no son lo que alguna vez fueron. 

Thierry Meyssan

Red Voltaire 

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