La Casa Blanca no logra salir de la guerra contra Siria. El presidente Trump enfrenta simultáneamente la oposición del autoproclamado «Estado estable» (según el editorial anónimo del New York Times), que sigue adelante con la estrategia Rumsfeld-Cebrowski, y las reactivadas ambiciones de sus aliados israelíes, franceses, británicos y turcos. La lógica de esos intereses podría acabar desplazando la guerra, en vez de ponerle fin.
Powerpoint presentado en una conferencia que el almirante Cebrowski impartió en el Pentágono, el 23 de julio de 2003. A la izquierda puede verse, en color malva, la zona designada como “Mostly Non-Integrating Gap”. La estrategia del almirante Cebrowski estipula la destrucción de los Estados y sociedades en los países de esa zona.
La Casa Blanca y Rusia llegaron a un acuerdo para poner fin a la guerra impuesta a Siria, guerra desatada mediante el uso de yihadistas. A pesar de ese acuerdo, la paz se hace esperar. ¿Por qué?
El por qué de la guerra contra Siria
Contrariamente a la idea inculcada a la opinión pública occidental en 7 años de propaganda, la guerra contra Siria no es una «revolución que perdió su rumbo». La guerra contra Siria es fruto de una decisión tomada en el Pentágono, en septiembre de 2001, y de una larga preparación ulterior que encontró varias dificultades.
Una guerra preparada durante toda una década
La preparación de la guerra se describe detalladamente en el más reciente libro de Thierry Meyssan –ya publicado en francés, en español, en ruso y en turco. En septiembre de 2018 aparecerá también en inglés, árabe e italiano.
Es necesario recordar rápidamente las principales etapas de esa planificación:
En septiembre de 2001, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, adopta la estrategia del almirante Arthur Cebrowski. Habrá que destruir los Estados en los países de la mitad del mundo. Estados Unidos controlará el acceso de los demás Estados –los Estados de los países con economías globalizadas– a los recursos naturales de las regiones no conectadas a la economía globalizada. El Pentágono comenzará “remodelando” el «Medio Oriente ampliado» o «Gran Medio Oriente» [1].
El 12 de diciembre de 2003, George Bush hijo firma la Syria Accountability and Lebanese Sovereignty Restoration Act(Ley sobre la Restauración de la Soberanía Libanesa y para Exigir Cuentas a Siria). Esa ley abre al presidente de Estados Unidos la posibilidad de entrar en guerra contra Siria sin consultar su decisión con el Congreso [2].
En 2004, durante la Cumbre de la Liga Árabe en Túnez, el presidente tunecino Ben Alí trata de obtener la adopción de una moción que autorizaría la Liga Árabe a legitimar el uso de la fuerza contra los países miembros que no respeten la Carta de Derechos Humanos de la Liga, de reciente adopción.
En 2005, la CIA organiza en Líbano una revolución de color: la «revolución del Cedro». La operación comienza con el asesinato del líder sunnita y ex primer ministro libanés Rafic Hariri, para provocar una revuelta sunnita contra la Fuerza Siria de Mantenimiento de la Paz [3]. Estados Unidos está listo para intervenir militarmente con un desembarco de marinesen Beirut. Pero Siria retira su fuerza de paz. La retirada siria elimina el pretexto que Estados Unidos necesitaba para justificar su intervención militar [4].
En 2006, Dick Cheney pone en manos de su hija Liz la tarea de crear el Irán Syria Policy and Operations Group (Grupo para la Política y las Operaciones en Irán y en Siria). Liz Cheney organiza el ataque israelí contra el Hezbollah libanés. Creyendo que el Hezbollah no podrá resistir por mucho tiempo ante la invasión israelí, Liz Cheney prepara un desembarco estadounidense en Beirut. O sea, Israel se encargará de invadir Líbano y aplastar el Hezbollah, los marines estadounidenses desembarcarán en Beirut y, desde allí, continuarán su avance “liberador” hacia Damasco, la capital siria. Toda la operación fracasa porque el Hezbollah resiste la invasión israelí. Al cabo de 33 días de combates en suelo libanés, las tropas israelíes se ven obligadas a batirse en retirada [5].
En 2008, Washington trata nuevamente de provocar un conflicto desde Líbano. El primer ministro libanés Fouad Siniora intenta cortar las comunicaciones internas de la Resistencia libanesa e interrumpir los vuelos hacia Teherán. El Hezbollah desbarata en pocas horas el dispositivo militar occidental y toda la maniobra y recupera su infraestructura.
En 2010, Washington adopta el llamado «liderazgo desde atrás» (leading from behind). La administración Obama confía el ataque contra Libia y Siria al Reino Unido y a Francia, lo cual conduce a la firma de los acuerdos de Lancaster House entre Londres y París.
En 2011, comienzan las operaciones militares en Siria.
Todo lo anterior demuestra que es absurdo ver la guerra contra Siria como un hecho espontáneo y sui generis [6].
Una guerra indirecta
La originalidad de la guerra contra Siria está en que fue declarada por países que se hacen llamar «Amigos de Siria» pero sobre todo en que se ha desarrollado casi exclusivamente a través de ejércitos no estatales, o sea de los yihadistas.
Durante los 7 últimos años de esta guerra más de 250 000 individuos llegaron a Siria desde el extranjero para luchar contra la República Árabe Siria. Eran carne de cañón con poco entrenamiento, pero en los 4 últimos años ya tenían mejor armamento que las tropas regulares sirias. De hecho, el tráfico de armas más importante de toda la historia se organizó para garantizar el equipamiento militar de los yihadistas que debían destruir el Estado sirio [7].
Desde el Renacimiento europeo, los occidentales nunca habían utilizado tanto mercenarios a la vez [8].
Es por lo tanto absurdo hablar en Siria de «revolución que perdió su rumbo».
Ilustración del desmantelamiento del Medio Oriente, planificado por el Pentágono como parte de la estrategia del almirante Cebrowski. Este mapa fue publicado en 2006 por el coronel estadounidense Peters, pero este mismo militar ya lo había comentado anteriormente, justo antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Une guerra supervisada por aliados que tienen cada uno sus objetivos propios
Al recurrir a Israel para atacar el Líbano y al poner después las guerras contra Libia y Siria en manos del Reino Unido y de Francia, y finalmente, al utilizar en esas guerras las instalaciones de la OTAN en Turquía, el Pentágono dio pie a que esos aliados desordenaran sus planes.
Como en todas las guerras, el país líder se ve obligado a prometer a sus aliados que van a obtener algún tipo de beneficio. Pero la entrada de Rusia en la guerra hizo imposible la victoria que esperaba Occidente. Cada uno de los aliados de Estados Unidos volvió entonces paulatinamente a su propia estrategia en esta región. Con el paso del tiempo, los objetivos particulares de cada uno de esos aliados acabaron haciéndose más importantes que el de Estados Unidos, que a su vez se negaba a implicarse militarmente tanto como querían sus aliados.
Israel
Siguiendo la ideología colonialista de varios de sus fundadores, Israel aplica una política tendiente a dividir los países vecinos –de grandes dimensiones territoriales– en pequeños países mucho menos extensos, explotando para ello las diferencias étnicas o confesionales de las poblaciones de los países actuales. Israel apoyó infructuosamente la división del Líbano en un Estado musulmán y otro Estado cristiano. Más recientemente, Israel apoyó la independencia del Kurdistán iraquí y la creación de un Kurdistán en Siria. No disponemos de documentos estratégicos israelíes pero el análisis retrospectivo permite ver que la línea política que Israel ha seguido corresponde a lo planteado en el «Plan Yinon» de 1982 [9] o a la estrategia del Institute for Advanced Strategic and Political Studies, de 1996 [10].
La estrategia israelí corresponde, en sus aspectos esenciales, al «rediseño del Medio Oriente ampliado» de Rumsfeld y Cebrowski. Pero su objetivo es totalmente distinto: el Pentágono quiere controlar el acceso de los países desarrollados a las riquezas de la región mientras que Israel pretende garantizar que ninguno de sus vecinos sea lo bastante fuerte como para levantarse contra el Estado hebreo.
El Reino Unido y Francia
El Reino Unido y Francia vuelven a sus políticas coloniales, como la que caracterizó el momento de la caída del imperio otomano y la división del Medio Oriente –los acuerdos Sykes-Picot.
Los británicos reeditan la «Gran Revuelta Árabe de 1915», orquestada por Lawrence de Arabia en contra de los otomanos. En aquella época los británicos prometieron a todos los árabes que serían libres si acababan con el yugo otomano y ponían a los wahabitas en el poder. Ahora les prometen la libertad si derrocan todos los gobiernos nacionales y los sustituyen por la Hermandad Musulmana. Lo cierto es que en 1915 el imperio británico tomó el lugar del imperio otomano y los árabes siguieron sin ser libres. En 2011 tampoco fueron libres. Ese es el plan de la «primavera árabe de 2011» [11].
Mientras tanto, los franceses tratan de restablecer el mandato que la Sociedad de las Naciones había otorgado a Francia en Siria. Así lo explica el ex presidente francés Giscard d’Estaing, descendiente de Picot (el de los acuerdos Sykes-Picot) [12]. Y eso es lo que reclama, en septiembre de 2015, el presidente francés Hollande cuando viaja a la sede de la ONU. Como en 1921, Francia defiende la separación étnica entre kurdos y árabes. Defiende así la creación de un Kurdistán, pero no en el territorio histórico de los kurdos –que es Turquía– sino en cualquier lugar, en tierras árabes de Siria.
Turquía
Turquía, por su parte, sueña con concretar la promesa de su fundador, Mustafá Kemal Ataturk, el «Juramento Nacional» (Misak-i Milli) [13], adoptado por el Parlamento otomano el 12 de febrero de 1920. O sea, Turquía pretende anexar el norte de Siria, incluyendo Alepo, y eliminar a los cristianos, incluyendo a los católicos de Maalula y los armenios de Kessab.
Turquía entra así en conflicto con los demás países coaligados contra Siria:
con Israel porque Ankara pretende anexar el norte de Siria en vez de convertirlo en un territorio autónomo;
con el Reino Unido porque Ankara pretende restablecer el Califato otomano;
y con Francia porque Ankara rechaza la creación de un Kurdistán independiente en suelo sirio.
Lo más importante es que Turquía entra en conflicto incluso con Estados Unidos, que no oculta su intención de destruirla cuando haya desmantelado Siria [14].
¿Cómo salir de esta guerra?
Al cabo de 7 años de combate, el Estado sirio sigue en pie. La República Árabe Siria y sus aliados (Rusia, Irán y el Hezbollah) han resultado victoriosos. Las fuerzas extranjeras (los yihadistas) han sufrido una durísima derrota… pero no han sido derrotados quienes dan las órdenes (Estados Unidos, Israel, el dúo Reino Unido-Francia, y Turquía).
La guerra no sólo ha despertado ambiciones que datan del inicio del siglo XX sino que los protagonistas que no han sufrido la derrota en carne propia no están dispuestos a abandonar la lucha.
Parece estúpido reiniciar a partir de cero una guerra ya perdida por los yihadistas. La presencia rusa en el terreno hace ahora imposible la confrontación directa. Siria no ha podido ser barrida, su población es ahora más aguerrida y está más dispuesta a continuar la resistencia frente a la agresión exterior, además los sirios están ahora mucho mejor armados que antes. Pero lo fundamental es que la población siria ha reflexionado mucho y es ahora mucho menos manipulable que en 2011. Sin embargo, la retórica política occidental ha vuelto nuevamente a su antiguo mantra de «Bachar tiene que irse».
Lo lógico sería que el conflicto pase ahora a otro terreno. El almirante Cebrowski planeaba llevar la guerra, en una segunda fase, al Asia Central y el sudeste asiático. Pero sus sucesores tienen que acabar antes con el Medio Oriente ampliado. En este momento están tratando de reavivar el incendio iraquí, como puede verse con el espectacular cambio de posición del gobierno del presidente iraní Hassan Rohani [15] y los motines registrados en Basora.
http://www.voltairenet.org/article202847.html
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