Páginas

sábado, 24 de noviembre de 2018

Quién es Jamal Khashoggi, el periodista saudita desaparecido

Por BEN HUBBARD y DAVID D. KIRKPATRICK 
Jamal Khashoggi, en septiembre de 2018 CreditMiddle East Monitor, vía Reuters
Read in English

BEIRUT, Líbano — Jamal Khashoggi llegó a Washington hace un año y dejó atrás una larga lista de malas noticias en el lugar que llamaba su casa.
Después de una exitosa carrera como asesor y vocero no oficial de la familia real de Arabia Saudita, el príncipe heredero le prohibió escribir en el reino, incluso en Twitter. Su columna en un periódico propiedad de sauditas fue cancelada. Su matrimonio estaba fracasando. A sus familiares les prohibieron viajar, para presionarlo a dejar de criticar a los gobernantes del reino.
Entonces, después de que llegó a Estados Unidos, una ola de arrestos mandó a varios de sus amigos sauditas tras las rejas, y tomó una decisión difícil: era muy peligroso regresar a casa dentro de los próximos meses, quizá en cualquier momento.
Así que en Estados Unidos se reinventó como crítico en sus columnas en The Washington Post y creyó que en Occidente había encontrado un lugar seguro.
Pero resultó que la protección Occidente tiene límites.
Khashoggi fue visto por última vez el 2 de octubre, cuando entró al Consulado de Arabia Saudita en Estambul, Turquía, donde necesitaba recoger un documento para su boda. Ahí, según funcionarios turcos, un equipo de agentes sauditas lo mataron y lo desmembraron.
Los funcionarios sauditas han negado haberle hecho daño a Khashoggi, pero dos semanas después de su desaparición, no han podido dar evidencia de que salió del consulado ni han ofrecido ningún recuento creíble de lo que pasó con el periodista.
Su desaparición ha abierto una disputa entre Estados Unidos y Arabia Saudita, el principal aliado árabe del gobierno de Donald Trump, y ha dañado seriamente la reputación del príncipe heredero, Mohamed bin Salmán, el hombre de 33 años que ostenta el poder detrás del trono saudita y que esta vez quizá se excedió incluso para sus más leales simpatizantes en Occidente.
Una fotografía fija de la grabación de una cámara de seguridad que se piensa muestra a Khashoggi ingresando al consulado. CreditHurriyet, vía Associated Press

La posibilidad de que el joven príncipe ordenara el asesinato de un disidente representa desafíos para el presidente Trump y puede convertir las antes cercanas relaciones en tóxicas. Podría convencer a aquellos gobiernos y corporaciones que han ignorado la destructiva campaña militar del príncipe en Yemen, el secuestro del primer ministro libanés y sus olas de arrestos de clérigos, empresarios y otros príncipes de que es un autócrata despiadado que no se detendrá ante nada para acabar con sus enemigos.
Aunque la desaparición ha proyectado una nueva luz más intensa sobre el príncipe heredero, también ha llamado la atención sobre las simpatías enredadas a lo largo de la carrera de Khashoggi, en la cual equilibró lo que parece haber sido una afinidad privada por la democracia y el islam político con su prolongado servicio a la familia real.
Su atracción al islam político le ayudó a forjar un vínculo personal con Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, quien ahora exige que Arabia Saudita explique el destino de su amigo.
La idea del autoexilio en Occidente fue un golpe para Khashoggi, de 60 años, quien había trabajado como reportero, comentarista y editor para convertirse en una de las personalidades más conocidas del reino saudita. La primera vez que llamó la atención internacional fue cuando entrevistó a un joven Osama bin Laden y, posteriormente, se convirtió en un reconocido confidente de reyes y príncipes.
Gracias a su carrera estableció muy buenas conexiones y el hombre alto, amistoso y fácil de tratar parecía conocer a todo aquel que tenía alguna relación con Arabia Saudita durante las tres últimas décadas.
No obstante, establecerse en Washington tenía sus ventajas. Un amigo lo invitó a pasar el Día de Acción de Gracias el año pasado y él compartió con sus 1,7 millones de seguidores en Twitter una foto de sí mismo en la cena engullendo pavo y batatas o camotes.
Cuando llegó su turno de compartir por qué estaba agradecido, dijo: “Porque soy libre y puedo escribir con libertad”.
De acuerdo con entrevistas hechas a decenas de personas que conocían a Khashoggi y su relación con los líderes sauditas, su afición por escribir libremente y el que quisiera impulsar una reforma política desde el extranjero lo pusieron en un camino de rivalidad con el príncipe heredero.
Aunque Arabia Saudita ha sido gobernada desde hace mucho tiempo conforme al consenso de príncipes veteranos, el príncipe heredero ha desmantelado ese sistema y dejó su propio poder sin revisión alguna. Si se tomó una decisión para silenciar a quien el reino consideraba un traidor, probablemente la tomó él.
Osama, Adnan y la Hermandad Musulmana
En Afganistán, Khashoggi vistió ropa de la región y le tomaron una foto en la que sostiene un rifle de asalto, lo que ocasionó el disgusto de sus editores. Sin embargo, al parecer no combatió realmente durante su asignación en ese lugar.

Lo que le dio fama a Khashoggi fue conocer a Osama bin Laden. Khashoggi había pasado un tiempo en Yeda, la ciudad natal de Bin Laden y, como Bin Laden, él provenía de una familia prominente que no pertenecía a la realeza. El abuelo de Khashoggi fue un médico que trató al primer rey de Arabia Saudita. Su tío fue Adnan Khashoggi, un famoso vendedor de armas, aunque Jamal Khashoggi no obtuvo beneficio alguno de la fortuna de su tío.
Khashoggi estudió en la Universidad Estatal de Indiana y regresó a Arabia Saudita para trabajar como reportero de un periódico en inglés. Varios de sus amigos afirman que Khashoggi también se unió a la Hermandad Musulmana.
Aunque después dejó de asistir a las reuniones de esta agrupación, se mantuvo enterado de la retórica conservadora, islamista y a menudo anti-Occidente, que podía desplegar o esconder dependiendo de quien buscara hacerse amigo.
Sus colegas en el periódico lo recuerdan como amistoso, considerado y devoto. A menudo dirigía rezos comunitarios en la redacción, recordó Shahid Raza Burney, un editor indio que trabajó con él.
Como muchos sauditas en la década de los ochenta, Khashoggi estuvo a favor de la yihad en contra de los soviéticos en Afganistán, la cual fue apoyada por la CIA y Arabia Saudita. Así que cuando recibió la invitación de verla por sí mismo de parte de otro joven saudita, Bin Laden, Khashoggi aprovechó la oportunidad.
En Afganistán, Khashoggi vistió ropa de la región y le tomaron una foto en la que sostiene un rifle de asalto, lo que ocasionó el disgusto de sus editores. Sin embargo, al parecer no combatió realmente durante su asignación en ese lugar.
“Estuvo ahí como periodista, aunque hay que aceptar su simpatía por la yihad afgana, pero la mayoría de los periodistas árabes pensaban igual, y muchos periodistas occidentales también”, dijo Thomas Hegghammer, un investigador noruego que entrevistó a Khashoggi sobre su etapa en Afganistán.
Sus colegas estuvieron de acuerdo.
“Decir que Jamal era algún tipo de extremista son puras mentiras”, dijo Burney, ahora el editor de un periódico en India.
No obstante, el fracaso de la guerra en colocar a Afganistán en una posición sólida persiguió a Khashoggi, así como lo hizo el posterior regreso de Bin Laden al terrorismo.
“Estaba decepcionado de que después de toda esa lucha, los afganos nunca se unieron”, dijo un amigo saudita de Khashoggi, quien habló con la condición de mantener su anonimato pues teme represalias.
Los viajes de Khashoggi a Afganistán y su relación con el príncipe Turki al Faisal, quien encabezaba la inteligencia saudita, levantaron sospechas entre algunos de sus amigos de que Khashoggi también espiaba para el gobierno saudita.
Años después, en 2011, cuando integrantes de equipos especiales de las fuerzas armadas de Estados Unidos mataron a Bin Laden, Khashoggi vivió el duelo de su antiguo conocido y en lo que se había convertido.
“Colapsé en llanto hace un tiempo, con el corazón roto por ti, Abu Abdullah”, escribió Khashoggi en Twitter, al usar el apodo de Bin Laden. “Eras hermoso y valiente en aquellos bellos días en Afganistán, antes de que te entregaras al odio y la pasión”.
De reportero a informador de la realeza
Miembros de la Asociación Turca de Derechos Humanos protestando afuera del consulado saudita en Estambul la semana pasada CreditErdem Sahin/EPA, vía Shutterstock

Conforme su carrera periodística despegó, Khashoggi reportó desde Algeria y se introdujo en Kuwait durante la primera guerra del golfo Pérsico. Ascendió la escalera del mundo mediático del reino, en el que príncipes son propietarios de periódicos, el contenido es censurado y los escándalos que involucran a la realeza son sepultados.
Después de los ataques del 11 de Septiembre de 2001, atacó teorías de conspiración comunes en el mundo árabe y escribió que los aviones secuestrados “también atacaron al islam como religión y a los valores de la tolerancia y la coexistencia que promueve”.
Fue nombrado editor del periódico saudita Al Watan en 2003, pero fue despedido menos de dos meses después por un artículo en el que culpaba a un académico islámico por enseñanzas para justificar los ataques a los no musulmanes. Regresó al cargo en 2007 y duró un poco más en su segunda gestión.
Viajó con el rey Abdulaziz y se volvió cercano al príncipe lwaleed bin Talal, el inversionista multimillonario, quien posteriormente fue arrestado por el príncipe heredero Mohamed bin Salmán. El príncipe Turki, el exjefe de Inteligencia, contrató a Khashoggi como asesor cuando fungió como embajador ante el Reino Unido y Estados Unidos.
Fue durante ese periodo ahí que Khashoggi compró el condominio en McLean, Virginia, donde vivió después de escapar del reino.
Respaldo a levantamientos en el extranjero y reformas en casa

Amigos de Khashoggi aparecieron en un programa de televisión la semana pasada con una foto de él.CreditMucahid Yapici/Associated Press

Muchos de los amigos de Khashoggi afirman que a lo largo de su carrera de servicio a la monarquía, escondió sus creencias personales en favor de la democracia electoral y el islam político al estilo de la Hermandad Musulmana.
En 1992, el golpe militar en Algeria erradicó las esperanzas de que un partido político islamista ganara el control del Parlamento, entonces Khashoggi se alió con un amigo islamista en Londres para fundar una organización, Amigos de la Democracia en Algeria.
La relación de Khashoggi con la Hermandad Musulmana era ambigua. Esta semana, varios Hermanos Musulmanes dijeron que siempre sintieron que estaba con ellos. Muchos de sus amigos seculares no lo habrían creído.
Khashoggi solamente pidió reformas graduales a la monarquía saudita, al final apoyó sus intervenciones militares para inhibir lo que los sauditas consideraron la influencia iraní en Baréin y Yemen. Sin embargo, demostraba entusiasmo por los levantamientos que estallaron a lo largo del mundo árabe en 2011.
Sin embargo, como la yihad afgana antes de esos conflictos, los movimientos de la Primavera Árabe lo decepcionaron cuando devinieron en violencia y a medida que Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos usaron sus riquezas para aplastar a la oposición e impulsar a los autócratas.
La tolerancia del reino saudita incluso para las críticas mínimas se desvaneció después de que el rey Salmán bin Abdulaziz ascendiera al trono en 2015 y diera un tremendo poder a su hijo, Mohamed bin Salmán, el príncipe heredero, quien es conocido informalmente como MBS.
El joven príncipe anunció un programa para diversificar la economía y relajar las estructuras sociales, incluido el conceder el derecho de manejar a las mujeres.
Khashoggi aplaudió esas acciones, pero le irritó la manera autoritaria en la que el príncipe ostentaba el poder. Cuando Khashoggi criticó al presidente estadounidense, Donald Trump, después de su elección, funcionarios sauditas le prohibieron hablar, por temor a que dañara su relación con el nuevo gobierno.
El príncipe heredero persiguió a sus críticos con todo su poder, al prohibirles viajar y enviar a algunos a la cárcel. Khashoggi abandonó el reino el año pasado, antes de que varios de sus amigos fueran acorralados y cientos de sauditas prominentes fueran encerrados en el hotel Ritz-Carlton de Riad por acusaciones de corrupción. Algunos de ellos, incluidos por lo menos dos hijos de reyes anteriores, todavía están detenidos.
Khashoggi comenzó a escribir columnas para The Washington Post, en las que comparó al príncipe heredero con Vladimir Putin, presidente de Rusia. Los amigos de Khashoggi asumieron que tales textos lo llevaron a la lista negra del príncipe.
“Mohamed bin Salmán había estado pagando millones de dólares para crear una cierta imagen de sí mismo y Jamal Khashoggi estaba destruyendo todo eso con tan solo unas cuantas palabras”, dijo Azzam Tamimi, el amigo de Khashoggi con quien fundó la organización Amigos de la Democracia en Algeria. “El príncipe heredero debe haber estado furioso”.
No obstante, Khashoggi no se detuvo.
“Mohamed bin Salmán había estado pagando millones de dólares para crear una cierta imagen de sí mismo y Jamal Khashoggi estaba destruyendo todo eso con tan solo unas cuantas palabras”.AZZAM TAMIMI, AMIGO DE KHASHOGGI
Planeaba crear un sitio web para publicar informes traducidos sobre las economías de los países árabes, incluida Arabia Saudita, en donde él sentía que mucha gente no entendía la dimensión de la corrupción o el futuro limitado de la riqueza petrolera.
También estaba fundando una organización llamada Democracia en el Mundo Árabe Ahora (DAWN), un grupo de defensores. Khashoggi estaba tratando de asegurar el financiamiento y crear un consejo de administración cuando desapareció, aseguran sus amigos.
Al recibir un premio en abril por el Centro para el Estudio del Islam y la Democracia, Khashoggi dijo que la democracia estaba bajo ataque en todo el mundo árabe por parte de radicales islamistas, autoritarios y élites que temían que la participación popular traería el caos. Decía que la compartición del poder era la única manera de evitar guerras civiles y asegurar un mejor funcionamiento del gobierno.
El príncipe heredero “está invirtiendo cientos de miles de millones dólares en proyectos futuros y lo está haciendo a partir de su propia habilidad y juicio y de la habilidad de un pequeño círculo de asesores”, dijo Khashoggi. “¿Eso es suficiente? No, no es suficiente”.
Desde su mudanza a Washington, representantes del príncipe heredero lo contactaron en repetidas ocasiones para pedirle que bajara el tono de sus críticas y para invitarlo a regresar a casa, les dijo a sus amigos.
Sin embargo, Khashoggi estaba construyendo una nueva vida. Él y una investigadora turca, Hatice Cengiz, habían decidido casarse y establecerse en Estambul.
Maggie Mitchell Salem, una amiga desde hace mucho tiempo, se preocupaba por él y le pidió que le mandara un mensaje de texto cuando fuera a la embajada saudita en Washington.
“Él se rio de mí y dijo: ‘Ay, Maggie, Maggie, no seas ridícula’”, recordó ella.
Ben Hubbard reportó desde Beirut, Líbano, y David D. Kirkpatrick, desde Estambul, Turquía. Julian Barnes, Sharon LaFraniere, Edward Wong y Mark Mazzetti colaboraron con este reportaje desde Washington y Karam Shoumali, desde Berlín.


https://www.nytimes.com/es/2018/10/15/jamal-khashoggi-arabia-saudita/

No hay comentarios:

Publicar un comentario