por Thierry Meyssan
Divididos, no por voluntad propia sino por las potencias que colonizaron la región, los países del Medio Oriente están reorganizándose según su propia lógica. Por supuesto, las nuevas alianzas son aún frágiles, pero las potencias occidentales tendrán que acostumbrarse a ellas.
El 11 de febrero de 2021, Arabia Saudita, Bahrein, Chipre, Emiratos Árabes Unidos y Grecia participan en el Foro de la Fraternidad, organizado en Grecia. Egipto estaba invitado para representar la Liga Árabe y Francia asistió como representante de la Unión Europea. Israel no tardó en seguir los pasos.
Lo que hace difícil la comprensión del Medio Oriente es que en esa región se mueven una multitud de actores, los cuales siguen lógicas diferentes y, según las circunstancias, establecen alianzas o las rompen. A veces creemos conocer políticamente esa región, creemos saber quiénes son nuestros amigos y quiénes nuestros enemigos, pero acabamos dándonos cuenta de que, al cabo de pocos años, el paisaje ha cambiado radicalmente, y viendo como algunos de nuestros antiguos amigos se han convertido en enemigos mientras que otros de nuestros viejos amigos ahora quisieran vernos muertos.
Eso es lo que está sucediendo ahora y, en pocos meses, todo habrá cambiado en esa región.
1) Primero tenemos que entender que algunos protagonistas, que antes vivían en regiones desérticas, se han visto obligados por las circunstancias a organizarse en tribus. Su supervivencia misma dependía de su obediencia al jefe, para ellos la democracia no significa nada y sus reacciones son comunitaristas. En ese caso están, por ejemplo, muchas tribus sauditas y yemenitas, sunnitas de Irak descendientes de las anteriores y tribus kurdas, comunidades israelíes y libanesas y tribus libias. Con excepción de los israelíes, esas poblaciones han sido las principales víctimas del proyecto militar de Estados Unidos –la estrategia Rumsfeld/Cebrowski de destrucción de las estructuras mismas de los Estados en los países del Medio Oriente [1]–, no han entendido lo que estaba en juego en sus países y ahora se ven huérfanas de un Estado sólido y capaz de defenderlos.
2) Una segunda categoría de actores se mueve por interés personal. Lo único que les interesa es llenarse los bolsillos y no sienten empatía absolutamente por nadie. Esa categoría se adapta a cualquier situación política y siempre logra estar del lado del vencedor. De ella procede el contingente de aliados incondicionales de todos los imperialistas que han dominado la región –el imperio otomano, el imperio británico, el imperialismo francés y, actualmente, el imperialismo estadounidense.
3) La tercera categoría de actores es la que actúa en defensa de su Nación. Actúa con el mismo coraje que las poblaciones tribales, pero es capaz de tener una visión más amplia de las cosas. Esa es la categoría de actores que, a lo largo de milenios, creó la noción de Ciudad y después el concepto mismo de Estado. En ella están los sirios, que fueron el primer pueblo que formó lo que hoy llamamos Estado y que hoy están dando sus vidas por conservar el suyo.
Visto desde Occidente, generalmente se piensan que esos diferentes actores luchan por un ideal, por el liberalismo o el comunismo, por la unidad árabe o la unidad islámica, etc. Pero, en la práctica, esa visión de las cosas siempre resulta falsa. Por ejemplo, casi todos los comunistas yemenitas han acabado convirtiéndose en miembros de al-Qaeda.
Lo peor de todo es que en Occidente se juzga a esos actores como si fuesen incapaces de estar al nivel de los occidentales. En realidad, es al revés: los occidentales, que viven en paz desde hace al menos tres cuartos de siglo, han perdido el contacto con ciertas realidades simples. El mundo está lleno de peligros y las alianzas son necesarias para sobrevivir. En Occidente optamos por unirnos a un grupo (que puede ser nacional, como en otras latitudes sería tribal) o por deslizarnos solos entre nuestros enemigos, dejando atrás a nuestros amigos y nuestra familia. Por supuesto, las ideologías existen pero sólo van a tenerse en cuenta cuando el actor ya ha definido su posición en relación con las 3 categorías antes mencionadas.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el paisaje político del Medio Oriente se había mantenido como en estado de coagulación alrededor de varias crisis:
la expulsión de los palestinos de sus tierras (desde 1948);
el debilitamiento del imperio británico y del imperio francés ante Estados Unidos y la URSS (durante la crisis del canal de Suez, en 1956);
la vigilancia y cuasi control del petróleo del Golfo Pérsico por parte de Estados Unidos (a partir de la administración Carter, en 1979);
la desaparición de la URSS y la hegemonía de Estados Unidos (desde la Operación “Tormenta del Desierto”, en 1991);
la estrategia Rumsfeld/Cebrowski (a partir de 2001); y
el resurgimiento de Rusia (en 2015).
Todos los demás acontecimientos políticos y militares, incluyendo la Revolución iraní y las llamadas «primaveras árabes», son sólo epifenómenos de esa trama. Ninguno de ellos provocó el surgimiento de nuevas alianzas. Todos, por el contrario, fortalecieron las alianzas que ya existían para tratar en vano de garantizar la victoria a algún actor.
El ahora ex presidente estadounidense Donald Trump, quien se había fijado como única meta en el Medio Oriente la de cerrar la «guerra sin fin» concebida por el binomio Rumsfeld/Cebrowski, no tuvo tiempo de completar esa tarea. Pero logró que el Pentágono dejara de utilizar a los yihadistas como mercenarios al servicio de sus objetivos –aunque el Departamento de Defensa de la administración Biden está volviendo a hacerlo. Lo principal es que Trump “pateó el tablero” al cuestionar la causa palestina.
A pesar de todo lo que se dijo y se escribió en su momento, el objetivo de Trump no era favorecer a Israel sino hacer que se reconocieran una serie de realidades: los palestinos han perdido una tras otra 5 guerras contra Israel. Durante todo ese tiempo, han tratado, por dos veces, de instalarse en otros lugares y de conquistar nuevas tierras por la fuerza –Jordania y Líbano. Y acabaron firmando un acuerdo con Israel (en Oslo). Ante esas realidades, ¿cómo puede hablarse todavía de sus derechos inalienables, si ellos mismos no los han respetado?
Estemos o no de acuerdo con ese razonamiento, lo cierto es que muchos lo comparten en el mundo árabe, aunque nadie lo confiese. Todos hemos podido comprobar que las potencias que defienden la causa palestina en sus discursos no hacen absolutamente nada por ella, que sólo es una posición política adoptada para mantener las cosas como están y sacar de ello el mayor provecho posible. El hecho es que Trump logró que Emiratos Árabes Unidos y Bahrein firmaran con Israel los Acuerdos de Abraham. Los enemigos de ayer aceptaron hacer la paz. Contrariamente a lo que todos creen, eso no es más fácil para Israel que para sus interlocutores árabes ya que la paz obliga Israel a dejar de ser un Estado colonial heredado del imperio británico y a convertirse en una nación como las demás, llamada a vivir en armonía y entendimiento con su entorno.
Esos cambios, si finalmente continúan, han de exigir tiempo. Pero Emiratos Árabes Unidos e Israel, por un lado, y por el otro Arabia Saudita e Irán se plantean ahora una nueva interrogante: ¿Tendrán todos que prepararse para un nuevo peligro? Ese peligro sería el expansionismo de Turquía y Qatar.
Eso es lo que ha llevado Emiratos Árabes Unidos e Israel a establecer una alianza con Grecia y Chipre, mientras que Arabia Saudita e Irán han iniciado conversaciones secretas. Egipto –representante de la Liga Árabe, de la que son miembros algunos de los países mencionados– y Francia –representante de la Unión Europea, a la cual pertenecen Grecia y Chipre– participaron en una reunión preparatoria, denominada Forum Philia (Foro de la Fraternidad) y realizada en Atenas, la capital griega. Esa brusca modificación de las alianzas va desarrollándose dentro de la mayor discreción posible, pero ya está en marcha.
El hecho más importante es la alianza militar entre Grecia e Israel, por un lado, y, por el otro, entre Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita. Aunque aún se desconocen muchos de los acuerdos, sí se sabe que las fuerzas armadas de Israel entrenarán la fuerza aérea de Grecia, a cambio de 1 650 millones de dólares, mientras que Grecia enviará misiles antiaéreos Patriot a Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos podría ceder a Grecia algunos de sus aviones de guerra.
Las relaciones entre Israel y Emiratos Árabes Unidos se concretaron desde que se abrió en Abu Dabi una supuesta “representación” israelí ante una dependencia de la ONU. Esa oficina israelí funcionó extraoficialmente como embajada de Israel en Emiratos Árabes Unidos. En cuanto a las relaciones entre Israel y Arabia Saudita, ya existían desde que ambos países iniciaron conversaciones secretas, en 2014-2015.
Por otro lado, las negociaciones entre Arabia Saudita e Irán demuestran una vez más que la oposición entre sunnitas y chiitas es totalmente artificial. Basta recordar que en 1992, lejos de detestarse, ambos países luchaban juntos –bajo las órdenes de Estados Unidos–, a favor de la Bosnia-Herzegovina musulmana, contra la Serbia ortodoxa.
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