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martes, 18 de mayo de 2021

¿Será que está empezando la ‎‎“guerra civil” en Israel?‎

por Thierry Meyssan

El mundo entero es testigo pasivo de nuevos enfrentamientos entre Israel y ‎los palestinos y sigue sin mover ni un dedo ante el derramamiento de sangre. La ‎secuencia de hechos demuestra que potencias extranjeras –Estados Unidos, Irán ‎y Turquía– añaden leña al fuego. Pero ese conflicto es diferente de las demás guerras ‎que se suceden desde hace 73 años en la medida en que estamos ante el posible inicio ‎de una guerra civil en Israel. La cuestión es saber si se trata de un incendio ‎espontáneo o si es provocado. ‎

Irán ha sido un protector de Israel desde que el emperador Ciro II de Persia (559-530 a.n.e.) ‎liberó a los judíos‎ de Babilonia. La República Islámica siempre condena el Estado de Israel ‎pero nunca lo ha agredido. ‎


El Día Internacional de Jerusalén

El 7 de mayo de 2021, cuarto viernes del ramadán (el mes sagrado del islam), era el tradicional ‎Día Internacional de Jerusalén, instituido por el imam Khomeini. Su sucesor, el Guía Alí ‎Khamenei, pronunció en esa ocasión un discurso para poner nuevamente la cuestión de Jerusalén ‎‎–el tercer lugar sagrado más importante del islam– en primera línea de las relaciones ‎internacionales, una cuestión que Khamenei estima como de primordial importancia para ‎el mundo islámico [1]. ‎

En su discurso, el ayatola Khamenei reiteró que Irán reconoce el genocidio perpetrado por ‎los nazis contra los judíos de Europa. Según Khamenei, los europeos crearon Israel para ‎deshacerse de los judíos que habían sobrevivido (lo cual es falso, como demuestra el caso del ‎‎Exodus), robando para ello una tierra que no les pertenecía y haciendo así pagar a ‎los palestinos el crimen que los propios europeos habían cometido. Agregó que ‎los europeos demostraron así que en realidad no les importan los derechos humanos y que ‎capitalistas y comunistas mostraron entonces sus verdaderos rostros. Recordó que Irán nunca ha reconocido el ‎Estado de Israel, ni en tiempos del shah Reza Phalevi, ni tampoco desde la proclamación de la ‎República Islámica, y profetizó que Israel desaparecerá antes del año 2040, no por causa de Irán ‎sino por «su propia arrogancia». ‎

El ayatola Khamenei afirmó que Israel caerá cuando la Nación islámica se una. Alabó a los ‎mártires de esa causa, desde los sunnitas de la Hermandad Musulmana hasta sus propios ‎discípulos chiitas, comenzando por el jeque Ahmed Yassin y el general Qassem Suleimani. ‎Denunció, sin nombrarlos, el «Trato del Siglo» y los «Acuerdos de Abraham», impulsados por ‎la administración Trump, y la normalización de las relaciones entre varios países musulmanes ‎e Israel. ‎

El Guía iraní terminó su discurso recordando su propuesta –presentada a la ONU– de organizar ‎un referéndum para que todos los habitantes de Palestina, sin importar su religión, y ‎los palestinos refugiados en el extranjero –incluso los que viven en Latinoamérica, Australia ‎etc.– puedan decidir su futuro común. ‎

Las decisiones del Tribunal Supremo israelí son eminentemente políticas.


La expulsión programada de los palestinos del barrio Cheikh Jarrah

Durante todo el ramadán y principalmente desde el discurso del ayatola Alí Khamenei, ya era ‎palpable en Jerusalén una fuerte tensión alrededor de la posible expulsión de 4 familias palestinas ‎del barrio Cheikh Jarrah [2]. ‎

Desde 1948, Israel ha venido expulsando, casa por casa, las familias palestinas residentes ‎en Jerusalén, invocando para ello leyes de la época de la ocupación otomana, conservadas ‎desde entonces por los británicos y por el régimen actual. Esa maniobra está confinando a ‎los palestinos en la pequeña barriada de Kfar-Aqab, en Jerusalén-Este, ya aislada del resto de ‎la ciudad por un muro de concreto. Pero en el caso especifico de estas 4 familias palestinas, ‎los tribunales se basan en una ley israelí que viola el acuerdo concluido hace 65 años entre ‎Jordania –entonces a cargo de esa parte de la ciudad– y las Naciones Unidas. ‎

Todo el mundo sabe ya cuáles serán las próximas decisiones de la “justicia” israelí, dado el hecho que, ‎desde 1967, Israel proclamó unilateralmente Jerusalén su «capital eterna e indivisible», en ‎violación de las resoluciones de la ONU. ‎

En la tarde del viernes 7 de mayo, hubo enfrentamientos en la Explanada de las Mezquitas –el ‎Monte del Templo, según la terminología de Israel. Esos choques ya fueron más violentos que los ‎registrados en 2017. El sábado también hubo enfrentamientos en Cisjordania (gobernada por la ‎OLP) y en la línea de demarcación entre Gaza (gobernada por el Hamas, movimiento vinculado a ‎la Hermandad Musulmana) y en Israel. El ejército de Israel dispersó las multitudes con gases ‎lacrimógenos y disparando balas de goma. Cuando se produjeron envíos de globos incendiarios y ‎el lanzamiento de un cohete hacia Israel, el ejército israelí respondió destruyendo un puesto ‎militar del Hamas en el sur de la franja de Gaza. El Hamas llamó entonces los palestinos a ‎ocupar la Explanada de las Mezquitas hasta el fin del ramadán, el jueves 13 de mayo. ‎

El Tribunal Supremo israelí pospuso por tiempo indefinido la audiencia sobre la expulsión de las ‎‎4 familias palestinas de Cheikh Jarrah, que estaba prevista para el 10 de mayo. Desde Roma, ‎el papa Francisco llamó al fin de los actos de violencia: «La violencia sólo engendra violencia. ‎Detengamos los enfrentamientos.». Arabia Saudita, Bahrein, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, ‎Irán, Jordania, Marruecos, Pakistán, Sudán, Túnez y Turquía condenaron el comportamiento ‎de Israel y llamaron a la desescalada. Finalmente, el Cuarteto (Rusia, Unión Europea, ‎Estados Unidos y la ONU) publicó un comunicado donde resaltaba «con seria preocupación la ‎posible expulsión de familias palestinas de sus hogares, en los que han vivido durante varias ‎generaciones» y expresaba su «oposición a actos unilaterales que sólo conducen a una escalada ‎en un ambiente ya tenso» [3].‎

En su discurso, difundido a través de la televisora palestina Al-Aqsa TV, ‎Ismail Haniyeh, anuncia que el Hamas atacará Israel hasta que el régimen sionista cese de ‎colonizar más‎ territorios palestinos. ‎


Hacia un conflicto militar

Súbitamente, la situación evolucionó hacia un escenario de guerra, con el Hamas lanzando ‎cohetes hacia Israel y el ejército israelí bombardeando Gaza con numerosos helicópteros y ‎aviones –o sea, con medios 10 veces más letales.‎

Todas las facciones armadas palestinas entraron rápidamente en modo bélico, exceptuando la ‎Autoridad Nacional Palestina, que, por el contrario, reprimió manifestaciones populares ‎en Cisjordania. ‎

Los palestinos están actualmente huérfanos de democracia… y de República. No han tenido ‎elecciones en 15 años. La Autoridad Palestina anuló las que estaban previstas para este mes de mayo ‎cuando Israel rechazó que la consulta se realizara también en Jerusalén-Este. ‎

El martes 11 de mayo, el líder del Hamas, Ismael Haniyeh, pronunció un discurso en televisión y relacionó la cuestión de Jerusalén con la de Gaza. Definió Al-Quds (Jerusalén) como el ‎corazón de la nación palestina, denunció las expulsiones de las familias palestinas de Cheikh Jarrah ‎y presentó los enfrentamientos en la Explanada de las Mezquitas como ataques “judíos” contra la ‎mezquita Al-Aqsa, lo cual es falso –la policía israelí penetró efectivamente en la mezquita y ‎disparó allí gases lacrimógenos al perseguir manifestantes que protestaban, legítimamente, ‎contra la expulsión de las 4 familias palestinas de Cheikh Jarrah. Ese discurso sorprendió a ‎los israelíes en la medida en que el Hamas no se presenta ya como un movimiento de ‎resistencia que aporta una respuesta simbólica ante Israel sino como una fuerza que espera poner fin ‎al avance de la colonización de más territorios palestinos por parte de Israel. ‎

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan denuncia desde hace años la ‎apropiación de territorios palestinos por parte de Israel. La declaración donde Erdogan ‎menciona la posibilidad de “dar una lección” a Israel puede haber sido inspirada por ‎el Pentágono. Posiblemente Erdogan cree poder salvar su propio país desviando hacia Israel ‎la cólera de Estados Unidos.


Comienza la guerra

En la tarde del martes, Israel derribó el edificio Al-Shuruk (de 12 pisos), en pleno centro de Gaza, ‎bombardeándolo con artefactos penetrantes. Ese inmueble albergaba, entre otras ‎oficinas, el canal de televisión del Hamas, Al-Aqsa TV. Era la respuesta de Israel al mensaje de ‎Haniyeh. El Hamas –que cuenta con el apoyo de Turquía y Qatar– y la organización Yihad Islámica ‎‎–con respaldo de Irán– respondieron lanzando una lluvia de cohetes sobre Tel Aviv y también ‎contra Asdod, Ascalón y los límites de Jerusalén. ‎

La destrucción intencional de un canal de televisión es un crimen de guerra. La Corte Penal ‎Internacional, que recientemente se declaró competente para juzgar los crímenes de guerra ‎perpetrados en los territorios palestinos, ha sido por consiguiente puesta al tanto de ese hecho. ‎

El Consejo de Seguridad de la ONU se reunió 2 veces, por videoconferencia y a ‎puertas cerradas. En ambos encuentros virtuales, Estados Unidos se opuso a la emisión de ‎cualquier declaración oficial, alegando que las expulsiones de familias palestinas residentes en ‎Jerusalén-Este son un «asunto interno israelí», lo cual cuestionan todos los demas miembros del ‎Consejo de Seguridad. ‎

Por su parte, la Liga Árabe‎ estimó que las expulsiones de las familias palestinas no son un simple ‎litigio inmobiliario y que quienes tienen memoria son los únicos que no se equivocan. ‎

Rusia exigió una reunión inmediata del Cuarteto (ONU, Rusia, Unión Europea, Estados Unidos). ‎

Al no haber podido llegar el Consejo de Seguridad a una posición común, 4 de sus miembros –‎Francia, Estonia, Irlanda y Noruega– emitieron un comunicado donde llaman Israel «a cesar sus ‎actividades de colonización, demolición y expulsión, incluso en Jerusalén-Este». ‎

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan, que suministra armas al Hamas, denunció la inacción ‎del Consejo de Seguridad y llamó a «dar una lección a Israel». ‎

Por primera vez, se produjeron choques en ciudades mixtas israelíes (pobladas por musulmanes, ‎cristianos y hebreos), principalmente en la ciudad obrera de Lod, donde se registró el ‎linchamiento de un joven padre de familia musulmán israelí a manos de compatriotas judíos ‎armados. El presidente israelí Reuven Rivlin denunció el hecho como un «pogromo» ‎antimusulmán. El primer ministro Benyamin Netanyahu condenó enérgicamente el crimen e ‎instauró en Lod el estado de emergencia. Durante los funerales de la víctima, hubo más ‎enfrentamientos en 18 ciudades mixtas. Ahora se habla no sólo de una guerra entre israelíes ‎y palestinos sino también de una posible guerra civil en Israel entre judíos y goys (los ‎no judíos). ‎

Estados Unidos intensificó sus contactos con Israel para obtener una desescalada. Esfuerzo inútil. ‎Washington, que se dispone a reanudar oficialmente los contactos con Irán –cuando se hayan ‎concretado la elección del próximo presidente iraní y la firma de un nuevo acuerdo nuclear, ‎en contra del deseo del gobierno israelí–, no parece dispuesto a ejercer más presión sobre Israel. ‎Sin embargo, con la esperanza de lograr algo, Estados Unidos se opuso a una tercera reunión ‎del Consejo de Seguridad por videoconferencia, ganando así tiempo para su aliado. ‎El reglamento del Consejo de Seguridad prevé que la presidencia rotatoria del Consejo, ‎este mes en manos de China, puede imponer la realización de una reunión con la participación ‎física de todos los miembros, pero Pekín se abstuvo de utilizar esa prerrogativa. ‎

El linchamiento de un israelí musulmán, perpetrado por israelíes judíos, ‎se transmitió en vivo por televisión


Análisis del conflicto

Todos los observadores imparciales concuerdan en considerar que la política israelí de ‎colonización, demolición de viviendas de pobladores palestinos y expulsión de estos últimos viola ‎el Derecho Internacional y las resoluciones de la ONU. Se trata de hecho de una forma de ‎conquista de territorios, no por vía militar sino mediante la aplicación de una legislación viciada. ‎

Benyamin Netanyahu, hijo del secretario particular de Vladimir (Zeev) Jabotinsky, el ‎fundador en 1925 del Partido Revisionista –el principal partido de la derecha nacionalista sionista–‎‎, encarna el proyecto del «Gran Israel» (Eretz Israel), desde el Nilo hasta el Éufrates. ‎Netanyahu promueve una forma de supremacismo judío. Ya no es mayoritario en su país, pero ‎sigue siendo primer ministro. ‎

Todos concuerdan también en considerar que los lanzamientos cohetes al azar sobre ‎aglomeraciones urbanas son un crimen de guerra contra poblaciones civiles. ‎

El Hamas no cuestiona la colonización de Palestina –a diferencia de al-Fatah– sino únicamente ‎el hecho que una tierra musulmana sea gobernada por judíos, lo cual constituye una forma de ‎supremacismo musulmán. En todo caso, esta «sección palestina de la Hermandad Musulmana» ‎‎–así se indicaba hasta hace poco en la bandera del Hamas– fue creada por el jeque Ahmed ‎Yassin, con ayuda de Israel, para debilitar el movimiento al-Fattah, encabezado por Yasser ‎Arafat. ‎

Todo lo anterior nos muestra que tanto el Likud israelí como el Hamas palestino reivindican ‎ideologías obsoletas y que ambos recurren a prácticas criminales, lo cual aleja toda perspectiva ‎de paz y de convivencia entre las partes. ‎

Todos los Estados miembros de las Organización de las Naciones Unidas –exceptuando a Israel– ‎reconocen el «derecho inalienable» de los palestinos no a regresar a las viviendas de las que ‎fueron expulsados en 1948 sino a regresar a su tierra como ciudadanos plenos. Al reconocer a ‎los palestinos ese derecho, todos los Estados miembros de la ONU se oponen teóricamente a la ‎‎«solución de los dos Estados», a pesar de que los países occidentales han apoyado esa solución ‎desde 2007. Al alimentar esa contradicción, las potencias occidentales son responsables de la ‎perpetuación del conflicto. ‎

Los enfrentamientos actuales se desarrollan todos en el espacio de la “Palestina geográfica”, ‎o sea tanto en Israel como en los territorios de la Autoridad Palestina. Pero no deben hacernos ‎olvidar que en el pasado los dirigentes palestinos abandonaron su reclamo de vivir en tierra ‎palestina para tratar de conquistar Jordania (durante el llamado «Septiembre Negro») y ‎posteriormente el Líbano (durante la guerra civil), cometiendo así crímenes que los ‎desprestigiaron. ‎

La única solución es el Estado binacional cuya creación se previó al final de la Segunda ‎Guerra Mundial por parte de las Naciones Unidas. Esa fórmula pondría fin al apartheid ‎implantado por Israel, como escribió el ex presidente estadounidense James Carter hace ya ‎‎15 años [4], y ‎garantizaría el derecho de los palestinos al retorno. El problema es que no hay hoy israelíes ‎ni palestinos capaces de asumir papeles similares a los que desempeñaron Frederik de Klerk y ‎Nelson Mandela. Y los enfrentamientos intercomunitarios que hoy se desarrollan en las ciudades ‎mixtas de Israel hacen esta solución cada vez más difícil de alcanzar. ‎

El coronel estadounidense Ralph Peters publicó en 2005 este mapa del ‎estado mayor de Estados Unidos. El 12 de septiembre de 2001 había escrito: “Después ‎de todo, ¿sería beneficiosa para Estados Unidos una solución pacífica de los conflictos en ‎Medio Oriente? Israel, que ya no depende de Estados Unidos como su último defensor, ‎podría mostrar una preocupante independencia.” (Parameters, n° 31).‎


Hipótesis explicativa

Resulta difícil de creer que el desgaste del tiempo basta para explicar los enfrentamientos entre las ‎comunidades que viven en Israel. Israelíes y palestinos aspirar a convivir en paz… exceptuando a ‎los que militan en el Likud o en Hamas. Yo quisiera entonces plantear aquí una hipótesis sobre ‎esa región que los estrategas estadounidenses llaman «Gran Medio Oriente» o «Medio Oriente ‎ampliado». ‎

Resulta extraño el incidente ocurrido el 14 de mayo en Jaffa, donde desconocidos lanzaron un ‎coctel Molotov dentro de la casa de una familia árabe, provocando graves quemaduras a un niño ‎de 14 años. Ese ataque antiárabe fue seguido de un centenar de acciones antijudías en la ciudad, ‎acciones que a su vez suscitaron nuevos ataques antiárabes. Sin embargo, según la policía, ‎el incidente inicial no fue perpetrado por judíos extremistas sino por dos árabes. Cabe entonces ‎la siguiente interrogante: ¿Eran sólo imbéciles que se equivocaron de casa y agredieron ‎así a su propio bando o en realidad eran mercenarios que realizaron una acción premeditada del ‎tipo false flag, o sea “bajo falsa bandera”, para incentivar la escalada de violencia? ‎

Desde el 11 de septiembre de 2001 (con excepción del paréntesis creado por la administración ‎Trump), el Pentágono ha venido aplicando la doctrina Rumsfeld/Cebrowski ‎ [5]‎, lo cual implica adaptar las fuerzas armadas de ‎Estados Unidos a las exigencias del capitalismo financiero y de la globalización del intercambio. ‎Para empezar, el estado mayor estadounidense se planteó como objetivo destruir las ‎estructuras mismas de los Estados en los países del «Gran Medio Oriente», para poder explotar ‎a fondo los recursos de esos países sin enfrentar obstáculos políticos. Sólo habrían de ‎preservarse los Estados en Israel, Líbano y Jordania. ‎

Así vimos, a partir de entonces, la destrucción de los Estados en Afganistán, Irak, Libia, Siria ‎y Yemen. Nos “vendieron” todas esas guerras como «revoluciones», sin que ninguna fuese ‎tal cosa. También nos “vendieron” esas guerras como conflictos que durarían algunas ‎semanas, pero ninguna ha terminado aún porque en realidad son parte de lo que el presidente ‎estadounidense George Bush hijo enunció como la «guerra sin fin». Ahora nos “venden” ‎esas guerras como «guerras civiles». Hace 2 años que el mismo proceso está en marcha ‎en Líbano, pero esta vez sin recurrir a las armas. Eso significa que se ha modificado el mapa ‎del estado mayor estadounidenses publicado en 2005 (ver imagen arriba). Por consiguiente, ‎podemos pensar que esa peste puede extenderse a Israel. ‎

Según el almirante Arthur Cebrowski, lo más difícil en la aplicación de su doctrina es evitar que ‎se extienda el incendio. Es por eso que Cebrowski delineó la región «Medio Oriente ampliado» ‎basándose no en los recursos de sus territorios sino en la cultura de sus habitantes. Partiendo de ‎esa base, ¿era realmente posible dinamitar todos los Estados de esa región –sin importar que ‎sus gobiernos fuesen amigos o aliados de Washington– sin “tocar” la Palestina geográfica? ‎

Esta hipótesis incluye 2 variantes:
en la primera, la “contaminación” de Israel viene de los pueblos movidos por sus pasiones;
en la segunda, el incendio se extendería a Israel por voluntad del Pentágono. ‎

En todo caso, si las consecuencias de los hechos que hoy están desarrollándose llegase a ‎confirmar esta hipótesis en los próximos meses, sería porque lo que hoy vemos modifica la ‎naturaleza misma del conflicto y lo proyecta decididamente hacia el infinito. ‎

El Pentágono se opuso a la política exterior del presidente Trump. Varios generales se jactaron ‎incluso de haberlo engañado y de haber hecho fracasar la retirada de las fuerzas que ‎Estados Unidos mantiene ilegalmente en Siria. Esos militares no aceptaron que Siria escape ‎al control de Estados Unidos para quedar bajo la protección de Rusia. También en contra de la ‎voluntad de Donald Trump, retomaron la doctrina Rumsfeld/Cebrowski, aplicándola contra el ‎Líbano, donde han utilizado las rivalidades internas para poner ese país en crisis sin utilizar ‎abiertamente tropas estadounidenses. ‎

En Estados Unidos, el Partido Demócrata está volviéndose antisraelí, bajo la influencia del grupo ‎de congresistas encabezado por Rashida Tlaib, Ilhan Omar, Cori Bush, Ayanna Pressley y ‎Alexandria Ocasio-Cortez. El Pentágono, que desde el año 2001 ve en Israel un aliado que ‎se ha hecho demasiado independiente, alcanzaría su revancha destruyendo el Estado hebreo. ‎

En sólo días, sobre todo después del bombardeo israelí contra las oficinas de Associated Press ‎en Gaza, la prensa estadounidense, habitualmente proisraelí, pasó a ser propalestina. Un cambio ‎tan fulgurante es forzosamente sospechoso. ‎

Thierry Meyssan



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