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jueves, 10 de marzo de 2022

¡El rublo engullirá al dólar!



Desde la anexión de Crimea en marzo de 2014, Rusia ha sido objeto de varias oleadas de sanciones, la última de las cuales responde a la entrada de tropas y vehículos blindados rusos en Ucrania.

Las sanciones europeas y estadounidenses tienen como objetivo aislar a Rusia en la escena internacional, debilitando el sistema de poder del presidente Putin y socavando las fuentes de ingresos del estado al atacar el sector energético, el sector bancario y financiero y la industria de defensa. Las sanciones occidentales ya están teniendo efectos destructivos en la economía rusa. ¿Son disuasivos? En este sentido, observamos signos contradictorios, dando a primera vista la impresión de una política errónea.

Estados Unidos, la Unión Europea y algunos otros países occidentales han impuesto una serie de sanciones contra la economía y las instituciones financieras rusas desde el inicio de la operación militar rusa en Ucrania.

La desconexión de los bancos rusos de Swift y el embargo de los Estados Unidos y el Reino Unido sobre sus importaciones de petróleo y gas rusos se encuentran entre las sanciones más duras jamás impuestas a Rusia.

Según los expertos en política, el embargo contra Rusia también podría afectar el poder económico estadounidense y el sistema financiero centrado en Occidente, lo que provocaría el colapso del régimen de sanciones occidental.

La guerra en Ucrania ilustra la importancia de diversificar las fuentes de gas europeas, aunque solo sea para reducir la influencia de Rusia en Europa y la OTAN. Para encontrar una alternativa al suministro europeo de gas ruso, también hay una respuesta israelí.

Las sanciones contra Rusia tienen una larga historia. A fines de la década de 1970 y 1980, Estados Unidos impuso dos conjuntos principales de sanciones contra la Unión Soviética con el objetivo de dividir el comercio occidental y oriental.

Las sanciones multilaterales contra Rusia bajo el presidente Jimmy Carter resultaron tan infructuosas que su rival, Ronald Reagan, las criticó durante su campaña electoral. Este último, por su parte, hizo todo lo posible para introducir sanciones contra un proyecto de gasoducto soviético-europeo que enfrentaba una fuerte oposición de los aliados europeos. Cabe señalar que ambos conjuntos de sanciones fracasaron.

Desde entonces, y especialmente en la década de 1990, la palanca de las sanciones, que está en el centro de la política estadounidense, se ha convertido en una de las herramientas más poderosas de coerción y control contra las naciones más débiles. Pero muchos investigadores y funcionarios han advertido que confiar demasiado en las sanciones conducirá a su ineficacia a largo plazo. Las economías globales podrían entonces tratar de reemplazar el sistema comercial fuertemente influenciado por los Estados Unidos con otro sistema para facilitar sus intercambios financieros.

Dada la escala del comercio de Rusia, la exclusión de ciertos bancos rusos de los mensajes interbancarios de Swift pondría en duda la efectividad de la política de sanciones en el centro de la política exterior de EE. UU.

Cabe señalar que la eliminación del dólar de los intercambios comerciales y la sustitución de la moneda estadounidense por monedas nacionales, así como el uso de correos interbancarios distintos de Swift, podrían paralizar efectivamente la política estadounidense de presión contra otros países.

Las sanciones contra Rusia son fuertes, pero desde 2014 la economía rusa también ha intentado adaptarse. El país tiene un gasoducto a China, un sistema paralelo al sistema Swift. Ambos países también están interesados ​​en el uso de monedas digitales.

En un contexto en el que Estados Unidos ve en la rivalidad de las potencias mundiales un gran peligro que amenaza su supervivencia económica, es probable que en el futuro recurra más en vano que nunca a las sanciones contra China y Rusia.

Es posible que la continua presencia del dólar en las transacciones financieras pueda frenar el colapso del sistema de sanciones, pero hay señales de que el dólar es seriamente vulnerable.

Según el Fondo Monetario Internacional, la participación del dólar en las reservas mundiales de divisas ha alcanzado el 59%, el nivel más bajo en 25 años. Por eso, algunos analistas creen que el cambio de la moneda de reserva mundial podría producirse rápidamente, debilitando tanto la economía estadounidense como la política de sanciones.


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