Más de 75 años después del establecimiento del estado colonial sionista, los palestinos siguen intentando resistir en medio de la violencia diaria.
Desde una perspectiva discursiva, Israel busca defender su ocupación colonial utilizando términos que Occidente pueda asimilar y comprender, ya que es donde persiste el imaginario sionista. En otras palabras, el sionismo, como cualquier proyecto colonial, necesita justificar su empresa en términos civilizatorios.
En este sentido, se pueden recordar las palabras de Theodor Herzl, el fundador austrohúngaro del movimiento sionista, quien en 1896 fue el primero en describir la futura colonia como “un baluarte de Europa frente a Asia, un enclave de civilización frente a la barbarie”.
Por su parte, Chaim Weizmann, el líder de la Organización Sionista, describió a los palestinos en 1936 como "las fuerzas de la destrucción, las fuerzas del desierto", y a los colonos judíos como las "fuerzas de la civilización y la construcción".
Esta justificación civilizatoria revela, igualmente, que desde su establecimiento como Estado, Israel ha forjado su narrativa nacional basada en la idea colonial de eliminar a los nativos palestinos. Las palabras de la líder sionista Golda Meir, “no había tal cosa como los palestinos... Ellos no existían”, reflejan claramente el proyecto colonial sionista de borrar y eliminar no solo la presencia física de los palestinos, sino también su memoria colectiva.
El estado sionista ha intentado, por todos los medios, hacer realidad el mito colonial de la “Terra nullius”, aquella tierra que puede ser colonizada y ocupada porque está “vacía”, o bien porque las formas de posesión de la tierra no eran vistas como legítimas a ojos de los colonizadores. El concepto jurídico de “terra nullius” fue invocado por los colonizadores británicos al ocupar Australia.
En el caso sionista, se puede afirmar que el proyecto de eliminación de la sociedad nativa estuvo presente desde los momentos previos a la fundación del estado. Entre el 30 de noviembre de 1947 y el 14 de mayo de 1948, más de 400.000 palestinos fueron desplazados de sus hogares. En diciembre de ese mismo año, otros 350.000 sufrieron la misma suerte.
Como explica el historiador Patrick Wolfe: “Las colonias de asentamiento se basaban (y se basan) en la eliminación de las sociedades nativas... Los colonizadores vienen para quedarse: la invasión es más que un evento, es una estructura”.
La eliminación de la sociedad nativa palestina marca el momento fundacional del estado sionista. Se puede decir por tanto, que si todo acto fundacional está marcado por una violencia originaria, en el caso sionista este acto puede leerse como una hiper-fundación. Es decir, como en todo acto fundacional colonial, el estado sionista se basa en una violencia primaria que nunca deja de estar presente de manera diaria y cotidiana, sin que esta violencia originaria sea nunca integrada en la normalidad.
A diferencia de la visión defendida por varios teóricos contemporáneos, en particular el italiano Giorgio Agamben, sobre la existencia de una normalidad legal que se ve suspendida en momentos específicos conocidos como el estado de excepción, la situación colonial, tanto en Palestina como en otros lugares, permite extraer dos conclusiones.
1. No todos los cuerpos son susceptibles de experimentar esta excepcionalidad, ya que esta tiene predilección por aquellos cuerpos identificados como no blancos.
2. La supuesta excepcionalidad de la que Agamben habla se convierte en la norma en entornos coloniales, como es el caso del sionismo.
En el contexto palestino, lo habitual ha sido la implementación de una violencia constante y diaria desde antes incluso de la fundación de Israel. No ha habido suspensión alguna de la normalidad legal en Palestina, ya que la violencia, siempre dirigida por el objetivo colonial de eliminar la presencia física y política de la sociedad nativa, ha sido una constante allí.
Ahora bien, si el objetivo principal de la Entidad Sionista es la eliminación de la población nativa, es evidente que ha fracasado. Es decir, Israel se presenta como un proyecto colonial fallido.
En Palestina, la sociedad nativa no ha sido eliminada a pesar de los continuos intentos por lograrlo. Los nativos siguen presentes y han mostrado resistencia. Aquellos palestinos que han logrado permanecer en la Palestina histórica, a pesar de los esfuerzos constantes por desposeerlos, continúan resistiendo cualquier intento de eliminación.
Aquellos palestinos que han logrado permanecer en la Palestina histórica, a pesar de los esfuerzos incesantes por expulsarlos, continúan resistiendo su eliminación. Los palestinos no han olvidado, no se han marchado y la memoria de Palestina no ha sido borrada. Los intentos por lograr esa eliminación son múltiples y actúan conjuntamente para convertir Palestina en una "terra nullius". Dentro de esas diversas estrategias de eliminación, sobresale, por un lado, la limpieza étnica de palestinos, y por otro, una nueva visión ideológica promovida por algunos grupos sionistas que se consideran "nativos" y justifican el sionismo desde una supuesta perspectiva decolonial. Estas dos vías para buscar la eliminación, tanto física como ideológica, de los palestinos han fracasado estrepitosamente.
El primer paso para desmantelar cualquier régimen colonial de asentamiento es interrumpir la lógica de eliminación de los pueblos indígenas. Esto es algo que los grupos de resistencia palestinos tienen claro y es, en parte, lo que guía su lucha contra el estado colonial.
Es gracias a esa resistencia que se puede decir que Palestina no se ha convertido en el estado sionista soñado por Herzl y Weizmann. Mientras la presencia palestina siga siendo pública, el proyecto colonial seguirá siendo un fracaso.
Por Xavier Villar
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