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jueves, 14 de noviembre de 2024

La reelección de Trump redistribuye las cartas

 Por Thierry Meyssan

Estamos viviendo uno de esos raros momentos en que las grandes potencias cambian todas sus políticas al mismo tiempo. Cuidado con equivocarse: quienes pierdan el tren tendrán que esperar al siguiente. La reelección de Donald Trump, a pesar de la campaña de casi todos los intelectuales occidentales en su contra, redistribuye las cartas.

Red Voltaire | París (Francia) | 13 de noviembre de 2024


Vladimir Putin y Donald Trump, ambos reelegidos con un fuerte apoyo popular, se reunirán próximamente. Ya están negociando a través de enviados especiales. Retomarán su antigua relación, con la diferencia de que ahora Rusia es militarmente más fuerte que Estados Unidos.

Las relaciones internacionales están cambiando extremadamente rápido en varios frentes a la vez.

Las últimas dos semanas han demostrado que Irán ha abandonado su ideal revolucionario y se ha distanciado de sus aliados sunitas de Hamás y la Yihad Islámica, e incluso de los chiítas del Hezbolá libanés, el Hashd al-Shaabi iraquí y el Ansar Allah yemení [ 1 ] . Estos puntos se ven ampliamente confirmados por la reunión durante la cual Hassan Nasrallah fue asesinado por las FDI "gracias" a información iraní, las declaraciones confusas del Ayatolá Ali Sistani en Irak y las medidas adoptadas para impedir el asesinato de Abdel Malek al-Houthi en Yemen [ 2 ] .

Luego, demostramos que los BRICS, en la cumbre de Kazán, afirmaron su apego al derecho internacional contra el “orden basado en reglas” de los anglosajones [ 3 ] .

Esta semana, la aplastante victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses marca el triunfo de los jacksonianos sobre los demócratas, pero también sobre los republicanos, aunque Trump contaba con el apoyo de su partido. De ello se desprende que Estados Unidos pondrá fin a sus guerras en Ucrania y Oriente Medio en favor de una guerra comercial total.

En el continente europeo, hemos asistido en el Reino Unido a la caída de Rishi Sunak y a su sustitución por un miembro de la Comisión Trilateral (es decir, de apoyo a los intereses empresariales estadounidenses), Keir Starmer. Esperamos, en Alemania, la caída del canciller Olaf Schloz y, en Francia, la del primer ministro Michel Barnier, sin saber quién los sustituirá.

En Occidente, estos acontecimientos tienen el mismo sentido en todas partes: se condena la ideología neoconservadora y la religión progresista en favor de la defensa de las naciones. Se trata de una rebelión de las clases medias. Éstas, que no son xenófobas, ya no aceptan ser sacrificadas en nombre de la especialización del mundo impuesta por la globalización anglosajona.

En términos generales, en los próximos años nos encaminamos hacia el abandono tanto de la voluntad imperialista de los anglosajones como de la voluntad antiimperialista de Irán. Al mismo tiempo, deberíamos asistir a un fortalecimiento del derecho internacional, aunque los jacksonianos no lo reconocen. Sin embargo, admiten, en materia comercial, la importancia de las firmas. Es probable que Washington impulse la Iniciativa de los Tres Mares en Europa Central después de obligar a Ucrania a reconocer su derrota ante Rusia. Esto resultará en el ascenso de Polonia en detrimento de Alemania y un debilitamiento de la Unión Europea. Estados Unidos y los BRICS estarán de acuerdo en la necesidad de cooperar, pero chocarán sobre el estatuto de referencia del dólar.

Estos cambios importantes aún nos son desconocidos porque no entendemos la manera de pensar de cada uno de estos actores. Malinterpretamos lo que dicen y hacen en función de su lugar en el mundo antiguo.

Somos particularmente ciegos ante Estados Unidos, a los que seguimos considerando nuestros amos. Sólo conocemos la doxa neoconservadora y creemos que Estados Unidos piensa así, aunque acaba de liberarse de su dominio. La elección, o más bien la reelección, de Donald Trump, su aplastante victoria en la Casa Blanca y en el Congreso, marca la rebelión de las clases medias estadounidenses contra los intelectuales occidentales que se habían unido en su contra.

Recordemos que Donald Trump, cuando era empresario inmobiliario en Nueva York, fue la primera personalidad que, la tarde del 11 de septiembre de 2001, cuestionó la versión oficial de los atentados supuestamente islamistas. Posteriormente, financió, en el seno del Tea Party, el cuestionamiento de la legitimidad del presidente Barack Obama. Finalmente, se hizo con el control del Partido Republicano a pesar de la resistencia del ex vicepresidente Dick Cheney (que era miembro del «gobierno de la continuidad», lo que Trump llamaba el «estado profundo»). Hizo campaña de una manera nueva, basada en la observación de las redes sociales y respondiendo simbólicamente a las expectativas de las clases medias. Tras su elección e incluso antes de que asumiera su puesto en la Casa Blanca, el Partido Demócrata lanzó una campaña mundial de desprestigio contra él [ 4 ] . A lo largo de su mandato, tuvo que enfrentarse a sus propios colaboradores, que no dudaron en mentirle y hacer lo contrario de lo que les ordenaba, para luego jactarse de ello. Sin embargo, logró, solo contra todos, interrumpir la "guerra interminable" en Medio Oriente y el apoyo militar y financiero de la CIA a Al Qaeda y Daesh.

Por el contrario, Joe Biden armó su equipo con personal del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), el Centro para una Nueva Seguridad Estadounidense (CNAS), la Corporación Rand y de General Dynamics, Raytheon, Northrop Grumman y Lockheed Martin. Reinició guerras en Medio Oriente y luego inició una nueva en Ucrania.

No sabemos si Donald Trump intentará en su segundo mandato continuar con lo que hizo en el primero. Conoce ahora los escollos de Washington y ha formado un equipo del que no contaba la primera vez. La única incógnita es qué ha tenido que ceder para poder ganar esta vez. Su política en Oriente Medio fue sustituir la guerra por el comercio a través de los Acuerdos de Abraham. Fue malinterpretada porque su yerno, Jared Kushner, encargado de aplicarlos, es profundamente racista. También trasladó la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, dando a entender que era la capital del único Estado judío. Durante su campaña, aceptó importantes donaciones de la viuda de Sheldon Adelson, partidario incondicional de los "sionistas revisionistas". Nadie sabe si a cambio se compromete a apoyar al Estado de Israel o al proyecto colonial de Vladimir Jabotinsky.

La victoria de Donald Trump no pondrá fin a los enfrentamientos, sino que los trasladará del campo de batalla militar al de la economía. Atención, al analizar su política, las categorías políticas con las que se viene pensando desde el siglo XVIII resultarán ineficaces. No pretende elegir entre proteccionismo y librecambio, sino entre sectores económicos: los productos que defenderá con derechos de aduana porque no podrán competir con los de sus competidores, y los productos que son capaces de inundar el mercado mundial. Donald Trump no es amigo de todos los empresarios, ni mucho menos. Se opone a los que viven del Estado vendiéndole productos malos, como hace desde hace treinta años el complejo militar-industrial estadounidense. Las nociones de derecha e izquierda, intervencionista y aislacionista, son todas igualmente obsoletas. Lo que ocurre hoy es de otra naturaleza.

Thierry Meyssan

Traducción
Roger Lagassé


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