Foto: RIAN
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La disuasión nuclear continúa siendo la piedra angular de la estabilidad estratégica, sin embargo, su armadura, forjada en los años de la guerra fría, ha comenzado a desvencijarse bajo la presión de nuevas amenazas.
Pues bien, la conferencia internacional, “El arma nuclear y la seguridad mundial en el siglo XXI”, convocada en Moscú, estuvo dedicada a la búsqueda de nuevas vías en el mundo cambiante.
“En política lo más valioso no es tanto las intenciones, sino las posibilidades”, fue la cita de Bismarck con la que comenzó su ponencia en el foro el viceprimer ministro Dmitri Rogozin. El juicio citado concernía sobre todo a los esfuerzos de EEUU, para el despliegue de su sistema antimisiles y a otras medidas capaces de erosionar la paridad generada en la esfera de los armamentos estratégicos. Al mismo tiempo, la necesidad misma de mantener, como sea, la estabilidad estratégica, asentada en el equilibrio nuclear ruso-estadounidense, se pone cada vez más hoy en día en tela de juicio.
Con el final de la guerra fría, la amenaza de una guerra de envergadura entre Rusia y la OTAN quedó prácticamente descartada. Todos los reunidos en esta conferencia coincidían en que Rusia y EEUU actualmente ya no se consideran enemigos. Sin embargo, el conservadurismo de círculos castrenses y la tradición política no permiten renunciar rápida y fácilmente a las concepciones que por largo tiempo estuvieron dominando las mentalidades.
La amenaza nuclear experimenta hoy una metamorfosis: se torna cada vez más vigente el riesgo del empleo del arma nuclear en un conflicto local, a medida de que crece el número de los “países nucleares potenciales”, y que el arma nuclear misma es considerada la única garantía de preservación de la independencia, en especial en el caso de un conflicto con una gran potencia.
Además, no puede pasarse por alto el riesgo del terrorismo nuclear. Hoy dejó ya de ser una fantasía la creación de una carga compacta de distinta potencia, además que en el mundo abundan las fuentes de uranio para fines bélicos, y para que este riesgo sea tomado en serio.
Garantizar la conservación de la paz en el planeta y renunciar a la disuasión nuclear, como cimiento del equilibrio de las fuerzas, es posible solo con esfuerzos mancomunados. Y en esto, Rusia y EEUU deben dar un ejemplo a todos los demás. Esta idea fue subrayada en particular por Richard Burt, director del proyecto Global Zero (Mundo sin arma nuclear), uno de los dirigentes de la delegación norteamericana en las conversaciones sobre el primer Tratado de Desarme Nuclear, el START-1.
A juicio de Burt, la actividad de Rusia y EEUU en la tarea de la reducción del arma nuclear podría atraer a este proceso a otros países, incluso a China.
Sin embargo, la tarea de la cooperación ruso-norteamericana en la esfera de desarme nuclear ha chocado con el antes enunciado problema del sistema antimisiles. Por una parte, y esto es verdad, la creación de un escudo antimisiles, capaz de repeler un ataque nuclear ruso es hoy imposible. Y por otra parte, el incremento sumado de las posibilidades del sistema antimisiles y del potencial de ataque de EEUU, incluso a costa de medios no nucleares de alta precisión, podría en el futuro conducir a una situación en la que una dirección aventurera e irresponsable sobrevalore sus posibilidades en una disputa de las tantas con Rusia. Casos similares se han dado en la historia, no una ni dos veces y, resulta ingenio pensar que el mundo contemporáneo haya cambiado, radicalmente, la naturaleza humana. Lo que sí ha cambiado es el precio, ni Dios quiera, de un posible error…
sb/as/ap
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