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lunes, 30 de enero de 2023

Guerra en Ucrania para mantener a la ‎Unión Europea bajo tutela

por Thierry Meyssan

Parece difícil de admitir pero los anglosajones ya ni siquiera lo disimulan. ‎Parafraseando una célebre declaración del primer secretario general de la OTAN, ‎hoy se puede decir que la alianza atlántica se concibió para «mantener a Rusia fuera, a ‎los estadounidenses dentro y a la Unión Europea bajo tutela». ‎
No hay otra manera de interpretar las inútiles «sanciones» contra Rusia y los ‎sangrientos combates, pero igualmente inútiles, que están desangrando Ucrania. ‎

‎¿Cómo puede explicarse que personajes como el español Josep Borrell, el belga Charles Michel ‎y la alemana Ursula von der Leyen, de comprobada participación en casos de corrupción y ‎que además han demostrado ser incompetentes, se han convertido en los líderes de la Unión ‎Europea? Porque así se garantiza su sumisión a todo lo que les dicta el secretario general de la OTAN, ‎Jens Stoltenberg.‎

Hace casi un año que el ejército ruso entró en Ucrania para imponer allí la aplicación de la ‎resolución 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU. La OTAN, que rechaza ese objetivo, afirma ‎que Rusia “invadió” Ucrania para anexarla. ‎

Los referéndums de adhesión a la Federación Rusa realizados en 4 oblast parecen confirmar esa ‎interpretación de la OTAN. Pero la historia de la Novorossiya confirma la explicación de Rusia. ‎Las dos narrativas siguen sonando en paralelo. ‎

Por mi parte, después de haber editado un boletín cotidiano sobre la guerra en Kosovo [1], recuerdo que todas las ‎agencias de prensa de los Balcanes contradecían entonces la narrativa de la OTAN y yo no tenía ‎manera de saber quién decía la verdad. Dos días después del fin de aquel conflicto, algunos ‎periodistas de los países miembros de la alianza atlántica pudieron viajar al lugar de los hechos… y ‎comprobaron que habían sido engañados. Las agencias de prensa regionales tenían la razón. ‎La OTAN nos había mentido constantemente. ‎

Años después, siendo yo miembro del gobierno de Libia, la OTAN –dotada de un mandato del ‎Consejo de Seguridad de la ONU para proteger a la población libia– utilizó abusivamente aquel ‎mandato para derrocar la Yamahiriya Árabe Libia, matando en el proceso a 120 000 personas que ‎supuestamente tenía que proteger.‎

Esas experiencias nos muestran que Occidente miente descaradamente para cubrir sus crímenes. ‎

Ahora, la OTAN nos asegura que no está en guerra ya que no ha desplegado tropas en Ucrania. ‎Pero estamos viendo, por un lado, enormes envíos de armamento hacia Ucrania para que los ‎nacionalistas integristas ucranianos [2], ‎entrenados por la OTAN, puedan enfrentarse a Moscú. Y también estamos viendo, por otro lado, ‎como se impone una guerra económica, también sin precedente, en un intento por destruir la ‎economía rusa. Dadas las proporciones que va tomando esta guerra, donde Occidente usa a ‎Ucrania para tratar de acabar con Rusia, el enfrentamiento directo entre la OTAN y Rusia parece ‎cada vez más posible. ‎

Sin embargo, una Guerra Mundial parece altamente improbable, al menos a corto plazo. Y ‎los hechos ya contradicen la narración de la OTAN. ‎

La guerra parece no estar cerca de terminar. Pero no porque los dos bandos estén en ‎condiciones de igualdad sino porque la OTAN no quiere enfrentarse a Rusia. De hecho, ya lo ‎vimos hace 3 meses, en la Cumbre del G20 en Bali. Rusia aceptó entonces que el presidente ‎ucraniano Zelenski participara en los debates por videoconferencia, desde Kiev. Zelenski pidió ‎entonces que Rusia fuese excluida del G20, como antes fue excluida del G8, cuando Crimea ‎regresó a la Federación Rusa. Para sorpresa de Zelenski y de los miembros de la OTAN presentes ‎en Bali, Estados Unidos y Reino Unido no apoyaron el pedido del presidente ucraniano ‎‎ [3]. Washington y Londres estuvieron de acuerdo en que ‎había una línea que no podían cruzar. ‎

‎¿Por qué? Porque el armamento ruso moderno es muy superior al de la OTAN, cuya tecnología ‎data de los años 1990. En caso de enfrentamiento, es indudable que Rusia sufriría… pero acabaría ‎aplastando a las potencias occidentales en cuestión de días. ‎

Lo que ya está sucediendo ante nuestros ojos tenemos que interpretarlo a la luz de esa realidad. ‎

El flujo de armamento hacia Ucrania es una simple maniobra de diversión. La mayoría de ese ‎armamento no llega al campo de batalla. Ya habíamos anunciado desde este sitio web que ese armamento sería desviado para desatar otra guerra, en el Sahel [4]. ‎

El presidente de Niger, Muhammadu Buhari, incluso confirmó públicamente que grandes ‎volúmenes de armas supuestamente destinadas a Ucrania ya están en manos de los yihadistas ‎africanos [5]. En todo caso, constituir un arsenal sumamente ‎heterogéneo, con armamento de épocas y de calibres muy diferentes, es en definitiva inútil. ‎Nadie tiene la logística necesaria para garantizar a los combatientes el suministro de municiones ‎tan diferentes. Eso hace pensar que el objetivo del envío de ese armamento a Ucrania no es ‎ponerla en condiciones de ganar la guerra. ‎

El New York Times dio la alerta al explicar que las industrias bélicas de Occidente ya no logran ‎producir suficientes cantidades de armas y municiones. Las reservas están agotadas y los ‎ejércitos occidentales están entregando ahora el material que en realidad necesitan para garantizar la ‎defensa de sus propios países. Esto último fue confirmado por el secretario a cargo de la marina ‎de guerra de Estados Unidos, Carlos Del Toro, quien advirtió que los ejércitos estadounidenses ‎están entregando armamento que en realidad necesitan [6]. Del Toro precisó que si el complejo militaro-‎industrial estadounidense no logra, en 6 meses, producir más armas que Rusia, las fuerzas ‎armadas de Estados Unidos ya no podrán cumplir su misión. ‎

Primera observación: eso quiere decir que si algunos políticos estadounidenses quieren ‎desencadenar el Armagedón, en realidad no tienen los medios necesarios para hacerlo dentro ‎de los próximos 6 meses… y es probable que tampoco los tengan después.


Estudiemos ahora la guerra económica. ‎

Comenzaremos dejando de lado el término “elegante” que se usa para esconder la guerra ‎económica: las «sanciones». Ya he abordado antes esa cuestión y he subrayado que esas ‎medidas no son resultado del veredicto de un tribunal y que son ilegales a la luz del Derecho ‎Internacional. ‎

Observemos el comportamiento de las monedas. El dólar aplastó el rublo durante 2 meses. Pero ‎el billete verde acabó bajando al valor que tenía en 2015 y en 2020, sin que Rusia tuviese ‎necesidad de endeudarse masivamente.

En otras palabras, el efecto de las mal llamadas ‎‎«sanciones» sobre Rusia estuvo muy lejos de ser importante. Es cierto que las «sanciones» ‎perturbaron gravemente los intercambios de Rusia durante los 2 primeros meses, pero hoy ‎no significan absolutamente nada para ella. Por otro lado, esas «sanciones» no costaron ‎absolutamente nada a Estados Unidos y no afectan a ese país. ‎

Hoy sabemos que, mientras prohíbe a sus aliados la importación de hidrocarburos rusos, ‎Estados Unidos sigue comprando enormes volúmenes de petróleo ruso a través de la India [7] y ‎reconstituye así sus propias reservas, luego de haber tenido que recurrir a ellas durante los ‎primeros meses del conflicto [8].‎

En Europa, por el contrario, se observa una gravísima perturbación de los equilibrios económicos ‎continentales. Los países de Europa se ven obligados a endeudarse masivamente para respaldar ‎al régimen de Kiev. No hay estadísticas sobre los volúmenes de ese endeudamiento. Tampoco ‎se sabe quiénes están poniendo el dinero de los préstamos. Lo que sí está claro es que los ‎gobiernos europeos están recurriendo a Estados Unidos en el marco de la nueva ley ‎estadounidense de Préstamo y Arriendo (Ukraine Democracy Defense Lend-Lease Act of 2022). ‎Eso significa que todo lo que los europeos están aportando a Ucrania tiene un costo y que ese ‎costo tendrán que pagarlo –los europeos– cuando termine la contienda. Sólo entonces se sabrá ‎el monto de la “factura”… y será exorbitante. ‎


Nadie reclamó la autoría del sabotaje contra los gasoductos Nord Stream y Nord Stream 2, ‎perpetrado el 26 de septiembre de 2022… ¡porque ya lo había hecho el presidente ‎estadounidense Joe Biden, el 7 de febrero de 2022, en la Casa Blanca y en presencia del ‎canciller alemán Olaf Scholz! ‎

Claro, el 7 de febrero Biden habló sólo destruir Nord Stream 2 si Rusia invadía Ucrania, pero ‎si Biden habló así fue porque la periodista que le hizo la pregunta limitó ella misma el alcance de ‎su interrogante, quizás porque no podía imaginarse que Estados Unidos sería capaz de destruir ‎también el “primer” Nord Stream. En todo caso, aquella declaración de Biden, aún más que ‎el propio sabotaje, mostró el desprecio de Washington hacia su “aliado” alemán. En definitiva, ‎nada ha cambiado desde que el primer secretario general de la OTAN, el británico Hastings ‎Ismay, declaró que el verdadero objetivo de la OTAN era «mantener a la Unión Soviética fuera, a ‎los estadounidense dentro y a los alemanes bajo tutela» (“keep the Soviet Union out, the ‎Americans in, and the Germans down”) [9]. Hoy, la Unión Soviética ha ‎dejado de existir y Alemania se ha convertido en el líder de la Unión Europea. Si estuviese vivo, ‎lord Ismay diría probablemente que el objetivo de la OTAN es mantener a Rusia fuera, a los ‎estadounidenses dentro y a la Unión Europea bajo tutela. ‎

Alemania, el país para el cual el sabotaje contra los gasoductos Nord Stream y Nord Stream 2 ‎representó el golpe más grave que ha sufrido desde el final de la Segunda Guerra Mundial, no se ‎atrevió a protestar. Y además se tragó el plan Biden de salvamento de la economía ‎estadounidense… a costa de la industria automovilística alemana. La reacción de Alemania ante ‎todo eso consistió en acercarse a China y evitar pelearse con Polonia, la nueva “favorita” de ‎Estados Unidos en Europa. Alemania propone ahora reconstruir su propia industria… ‎desarrollando la fabricación de municiones para la OTAN. ‎

Por consiguiente, Alemania acepta la sumisión al amo estadounidense. Y la Unión Europea, bajo el ‎control de Berlín, también acepta la sumisión a Estados Unidos [10].‎

Segunda observación: Los alemanes y los miembros de la Unión Europea en general han ‎notado un descenso evidente de su nivel de vida. Junto con los ucranianos, los alemanes y ‎los demás europeos, ellos son las únicas víctimas de la actual guerra.

En 1992, cuando la Federación Rusa acababa de nacer sobre las ruinas de la Unión Soviética, el ‎entonces secretario de Defensa de Estados Unidos, Dick Cheney, encargó al straussiano Paul ‎Wolfowitz [11] un informe cuyo contenido nos ha llegado ‎tremendamente mutilado. Pero los fragmentos publicados en el New York Times y el ‎‎Washington Post muestran que Washington ya no veía a Rusia como “la” amenaza sino que ‎consideraba a la Unión Europea como un rival potencial [12]. En los fragmentos publicados se leía que: «Aunque Estados Unidos apoya el proyecto ‎de integración europea, tenemos que velar por evitar el surgimiento de un sistema de seguridad ‎puramente europeo que minaría la OTAN y particularmente su estructura de mando militar ‎integrado». ‎

En otras palabras, Washington aprueba una defensa europea subordinada a la OTAN, pero está ‎dispuesto a destruir la Unión Europea si cree que esta última puede convertirse en una potencia ‎política capaz de actuar por sí misma. ‎

La estrategia actual de Estados Unidos, que no debilita a Rusia sino a la Unión Europea –con el ‎pretexto de “luchar contra Rusia”–, es la segunda aplicación concreta de la doctrina Wolfowitz. ‎Su primera aplicación, en 2003, consistió en castigar a Francia y a Alemania, cuando esos ‎dos países se opusieron a la destrucción de Irak [13].‎


Eso fue exactamente lo que declaró el jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, ‎el general Mark Milley, en la conferencia de prensa posterior a la reunión de la OTAN realizada el ‎‎20 de enero, en la base estadounidense de Ramstein (Alemania). Después de haber exigido a todos ‎los participantes que mantuvieron los envíos de armas a Kiev, el general estadounidense ‎reconoció que «este año será muy, muy difícil expulsar militarmente a las fuerzas rusas de cada ‎centímetro cuadrado de la Ucrania ocupada por Rusia» («This year, it would be very, very ‎difficult to militarily eject the Russian forces from every inch of Russian-occupied Ukraine»). ‎

Dicho de otra manera, los aliados [de Estados Unidos] tienen que seguir desangrándose... pero ‎no hay la menor esperanza de obtener algún tipo de victoria sobre Rusia en 2023. ‎


Tercera observación: El objetivo de esta guerra no es derrotar a Rusia sino debilitar a la ‎Unión Europea.
 Thierry Meyssan


https://www.voltairenet.org/article218705.html

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