Las declaraciones de Trump, de querer tomar Groenlandia; así como el canal de Panamá, una vez más reafirman el carácter depredador que tiene Estados Unidos.
Por Roberto Chambi Calle*
Las declaraciones de Donald Trump, de querer tomar Groenlandia; así como el canal de Panamá, una vez más reafirman el carácter depredador que tiene el gobierno estadounidense, quien no respeta en absoluto (lo decimos por enésima vez) los principios y valores de la convivencia pacífica internacional, la cual ha obligado, por ejemplo, que varios países refuercen sus fuerzas armadas como Venezuela y las Milicias Bolivarianas frente a los deseos pérfidos de “Mr. Danger”.
El 20 de enero, Trump será posesionado como el nuevo presidente de EE.UU.; sin embargo, previo a su asunción, sus amenazas y su autoritarismo esquizofrénico, planea la expulsión de todos los inmigrantes (aunque sean estadounidenses de nacimiento de padres inmigrantes), la toma del canal de Panamá o la legitimación de Edmundo Gonzales, frente a la legalidad de Nicolás Maduro, entre otros.
A nivel internacional, sus proxi guerras (Ucrania) contra Rusia y (Taiwán) China, no han dejado de preocupar, peor aún su asistencia militar por más de 60 000 millones de dólares al Régimen Israelí, que ha ocasionado más de 45 259 palestinos asesinados y la destrucción de más de 90% de la infraestructura en Gaza, según el Ministerio de Salud palestino radicado en Gaza.
Estados Unidos después de la 2.ª Guerra Mundial, envalentonado por sus victorias pírricas junto a los aliados, no ha dejado de conspirar y derrocar a quienes no estaban bajo su guion “democrático”. Por ejemplo en 1954, fue el principal artífice del derrocamiento de Jacobo Árbenz en Guatemala, en 1961 invadió el territorio Cubano, en 1973 dio un golpe de Estado a Salvador Allende, invadió Granada en 1983, derrocó a Manuel Noriega en Panamá en 1989, e irónicamente hoy Donald Trump quiere cercenar la soberanía de este país caribeño al querer apropiarse del “Canal de Panamá”, desconociendo normas y leyes internacionales; pues el tratado Torrijos-Carter ha sido cerrado en 1977.
Sus slogans de “libertad y la democracia” son una farsa para seguir amenazando a los territorios de la Patria Grande; sus más de 75 bases militares en el Continente (Panamá, Costa Rica, Colombia, Ecuador, Perú; etc.) son una ínfima muestra de sus intenciones de querer apropiarse de la soberanía latinoamericana.
Siguiendo esa línea, utiliza a sus alfiles como Daniel Noboa o Javier Milei; por ejemplo, el primero aprobó en febrero de 2024, se instale la base estadounidense en la isla de Galápagos, aun siendo esta un atentado al patrimonio de la humanidad según la UNESCO y una violación flagrante a la constitución ecuatoriana de 2008 que prohíbe explícitamente la instalación de bases militares extranjeras en territorio nacional. El segundo anunció la instalación de otra base en Ushuaia; mostrándose, por parte de estos “gobernantes”, la sumisión obsecuente a Washington.
La posesión el 20 de enero de Donald Trump, no solucionará en nada la inestabilidad de la sociedad internacional, si bien se comprometió a poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania y frenar a su gendarme israelí en Gaza, Cisjordania, Líbano y Siria, es una falacia, y podemos dar cuenta de ello, cuando pese a sus “buenas intenciones” sigue minando la paz y la soberanía internacional.
La demagogia de la política exterior norteamericana de “paz y democracia”, no tiene sentido de ser cuando en el mundo sus más de 800 bases militares ponen en riesgo la supervivencia humana. El regadero de pólvora en Taiwán, Oriente Próximo y Ucrania, sin duda tendrán respuestas por parte de los países que conforman los BRICS, entre ellas, su moneda y su potencial económico que representa el 36 % del PIB y el 45 % de la población mundial; así como sus misiles nucleares (Rusia) en caso de que se rompan las líneas rojas.
“Solo el pueblo salva al pueblo”, por lo tanto, los habitantes de la Patria Grande deben ser conscientes que la imposición y el derrocamiento de líderes al mando de una nación no es una cuestión de un estado sino del Continente; ya que los principios rectores de la defensa de Latinoamérica deben estar enmarcados en la unidad, la integración y fundamentalmente en el respeto hacia sus gobernantes y las normas que lo unen e integran.
Quedarse de brazos cruzados, apoyando ciegamente a paranoicos “libertarios”, es entregar el futuro y la soberanía de Latinoamérica a las garras de los enemigos, quienes sí o sí explotarán desmedidamente y solo en su beneficio los recursos naturales y energéticos; otrora ya lo hicieron con el oro y la plata de los incas y aztecas, hoy las políticas de Washington están con la mira el en 60% de las reservas mundiales del litio (triángulo del litio, Argentina, Bolivia y Chile ), la explotación de la 1.ª reserva mundial de petróleo (Venezuela), el 31% de la reserva de agua dulce del planeta, entre otros que están en su “patio trasero”.
Roberto Chambi Calle es jurista, teólogo y analista en Relaciones Internacionales, coautor del libro “Palestina entre piedras y misiles”.
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