viernes, 1 de octubre de 2021

FORMACIÓN DE UN NUEVO ORDEN MUNDIAL – 4ª PARTE

Hacia la paz en Siria y Líbano‎

por Thierry Meyssan

Como consecuencia de la derrota de las potencias occidentales en su guerra contra Siria, ‎los presidentes de Estados Unidos y Rusia llegaron a un conjunto de acuerdos cuya ‎aplicación ya empieza a concretarse en el Gran Medio Oriente. Las próximas etapas ‎deberían ser la retirada de las tropas estadounidenses presentes en Irak y en Siria, la ‎expulsión de las tropas de Turquía desplegadas en el noroeste de Siria, el regreso ‎de Irán al concierto de naciones y el establecimiento de una forma de gestión ruso-siria ‎en Líbano. ‎

El presidente sirio Bachar al-Assad y el presidente ruso Vladimir Putin, vencedores de la guerra ‎de las potencias occidentales contra Siria. ‎

Este artículo es parte de la serie “Formación de un nuevo orden mundial”, conformada ‎por los artículos
«¿Por qué un Yalta II?», 15 de junio de 2021.‎

Los resultados de los acuerdos de la cumbre Putin-Biden realizada en Ginebra, el 16 de ‎junio ‎de 2021, están entrando en una nueva etapa en el Gran Medio Oriente o ‎Medio Oriente ‎ampliado: las fuerzas militares extranjeras que ocupan territorios en Siria están ‎a punto de ‎retirarse. Después de 12 años de masacres, hoy parece terminarse la guerra contra ‎la República ‎Árabe Siria. ‎

El presidente sirio Bachar al-Assad acaba de visitar el Kremlin. Nada se filtró ‎sobre ‎el encuentro entre ambos presidentes, pero parece que Moscú ejercerá algún tipo de ‎supervisión ‎en Siria y Líbano a partir de las elecciones legislativas libanesas que deben realizarse ‎en mayo ‎de 2022. Si Washington no respeta su palabra, Siria podría convertirse en miembro de ‎la ‎Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), la alianza militar surgida alrededor de ‎la ‎Federación Rusa. En ese caso, el apoyo de Rusia al gobierno de Damasco ‎se incrementaría ‎considerablemente ya que la República Árabe Siria pasaría del estatus de “país ‎amigo” al de “país ‎aliado”. Toda amenaza contra la seguridad de Siria sería considerada ‎entonces una amenaza ‎contra la seguridad de Rusia. ‎

El primer ministro israelí Naftali Bennett (a la izquierda en la foto) y su ‎ministro de Exteriores Yair Lapid (a la derecha) están tratando de normalizar su país.

‎ISRAEL.
Durante las últimas semanas, los «rebeldes» de Deraa –en el sur de Siria– depusieron ‎las armas. ‎Ya lo habían hecho antes, ante un general ruso, pero luego volvieron a alzarse contra ‎el gobierno ‎sirio, instigados por Arabia Saudita. Ahora acaban de rendirse, otra vez, porque Israel ‎les retiró el ‎apoyo militar que les aportaba. ‎

Esto último es un hecho importante que muestra la evolución del régimen israelí. Desde la ‎dimisión ‎de Benyamin Netanyahu, Israel se ha liberado de la ideología colonialista de Zeev ‎Jabotinsky y ‎ahora trata de convertirse en un país “como los demás”. A pesar de su retórica, ‎el gobierno del ‎primer ministro Naftali Bennett y del ministro de Exteriores Yair Lapid ha ‎aceptado cesar ‎el apoyo sraelí a los grupos armados en Siria. Pero eso no le impide continuar la ‎guerra secreta de ‎Israel contra Irán en suelo sirio así como en Líbano. Aunque está aceptando hacer ‎cierto número de ‎concesiones, el gobierno israelí Bennett-Lapid no cede en cuanto a la ‎ocupación del Golán sirio, ‎territorio que la ONU considera ilegalmente anexado por Israel. ‎

Al comentar la visita del presidente sirio Bachar al-Assad en Moscú, el viceministro ‎de Exteriores ‎ruso, Serguei Ryabkov, declaró a Russia Today en árabe que la intención de Rusia es ‎que salgan ‎de Siria todas las fuerzas militares extranjeras ilegalmente desplegadas en suelo sirio ‎‎–o sea, las ‎tropas de Israel, de Turquía y de Estados Unidos–, lo cual implica que pudiera ‎producirse una ‎restitución del Golán sirio, hoy ocupado por Israel, a cambio de una retirada iraní ‎de Siria.‎

Jordania, que nunca llegó a posicionarse contra Siria –aunque permitió que Estados Unidos ‎y ‎Arabia Saudita utilizaran el territorio jordano en su guerra contra Siria– parece ver con alivio ‎el ‎nuevo rumbo de los acontecimientos. ‎

Anticipando lo que se prepara, los «rebeldes» de Deraa no quisieron irse a Idlid, en el ‎norte ‎de Siria, y prefirieron deponer las armas sin exigir concesiones. ‎

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan no puede sacar sus tropas de la región siria de Idlib ‎sin renunciar a concretar el “Juramento Nacional” turco de 1920.

TURQUÍA.
La siguiente etapa debería ser la retirada de las tropas estadounidenses y turcas ‎que ‎se encuentran en el norte de Siria. Pero eso es harina de otro costal. Turquía se niega a irse ‎de la ‎región siria de Idlib, que está entre los territorios reclamados por los turcos desde la época ‎del ‎‎«Juramento Nacional» de 1920 [1]. El gobierno de Turquía saludó en su momento ‎la ocupación de Idlib ‎como un paso hacia la restauración del esplendor otomano, así que una ‎retirada turca no sólo ‎significaría la pérdida de ese territorio sino también el fracaso del sueño ‎neo-otomano. ‎

Es por eso que el presidente turco Recep Tayyip Erdogan acaba de resucitar, en su discurso ante ‎la ‎Asamblea General de la ONU, la amenaza de dar apoyo al terrorismo tártaro. En 2015, ‎Turquía y ‎Ucrania crearon oficialmente una «Brigada Internacional Islámica» contra el regreso ‎de Crimea ‎a la Federación Rusa [2]. Tres meses después, Turquía derribó un ‎cazabombardero ruso, ‎desencadenando así una grave crisis política. Pero aquella crisis no duró ‎mucho: en 2016 Turquía ‎renunció a la opción del terrorismo antirruso y el presidente Erdogan ‎presentó excusas por aquel ‎‎«incidente». ‎

Tratando de enredar la situación, la CIA estadounidense orquestó un intento de ‎asesinato ‎contra Erdogan. La operación inicialmente planificada fracasó y se convirtió en un golpe de Estado ‎improvisado, ‎que también fracasó. Sorprendiendo a todos, el gobierno turco se volvió entonces ‎hacia Moscú ‎y firmó, uno tras otro, un acuerdo para la construcción del gasoducto ‎Turkish Stream y un ‎acuerdo para la compra de ‎sistemas rusos antimisiles S-400.‎

Ahora, el gobierno turco se ve en una posición difícil ya que se enfrenta ‎simultáneamente ‎a Moscú y a Washington. Su amenaza de reactivar el terrorismo tártaro es ‎muy creíble ya que, ‎antes de convertirse en presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan tuvo un ‎papel importante en ‎las guerras de Afganistán (contra la URSS) y de Chechenia. En Afganistán, ‎Erdogan garantizó la ‎ayuda de la [organización islamista] Milli Gorus al líder muyahidin Gulbuddin ‎Hekmatyar y posteriormente, en Chechenia, ofreció una base de retaguardia al Emirato Islámico de Ichkeria ‎del ‎terrorista checheno Doku Umarov. ‎

Evidentemente, es poco probable que Rusia, que no cedió al chantaje turco en 2015, ‎lo haga ‎esta vez. El gobierno ruso no es como la Unión Europea, que pagó ‎cobardemente ‎‎5 000 millones de dólares cuando Turquía amenazó con abrir paso a la oleada de ‎migrantes. ‎En todo caso, aunque la amenaza turca contra Rusia no debe llegar a concretarse, el ‎solo hecho ‎de que Ankara la haya enunciado ya eleva las apuestas y significa que el presidente ‎Erdogan ‎no piensa ceder sin obtener antes una fuerte compensación. ‎

La retirada de las tropas estadounidenses aún presentes en Irak y en Siria dejará sin protección a los ‎mercenarios kurdos, exactamente como sucedió con la retirada de las tropas de ‎Estados Unidos que ‎ocupaban Afganistán, donde los colaboradores locales de la CIA se vieron ‎abandonados a su ‎suerte. Así que los mercenarios kurdos ya empiezan a entrar en pánico al ver ‎perfilarse la posibilidad de tener que responder por los crímenes que han perpetrado, sobre todo contra los ‎cristianos árabes. ‎Algunos ya están negociando con el gobierno sirio. ‎

En el encuentro secreto entre los jefes de los estados mayores de Estados Unidos ‎y Rusia, ‎los generales Mark Milley y Valery Gerasimov, encuentro realizado en Helsinki el 21 de septiembre, ‎se abordó –entre otros temas– la cuestión siria. No se sabe qué decisiones ‎se tomaron en ese ‎encuentro, pero el general Milley es un fuerte partidario del presidente Joe ‎Biden y no es de ‎esperar que trate de sabotear los compromisos del presidente. ‎

Los ayatolas Alí Khamenei y Ebrahim Raissi no conciben un Irán dirigido ‎por laicos. ‎

IRÁN.
Después de imponerse –durante los dos mandatos presidenciales de Mahmud Ahmadineyad–‎‎ ‎como una potencia económica y, posteriormente –bajo el impulso del general Qassem ‎Suleimani–‎‎ como potencia militar, Irán está a punto de volver al concierto de naciones. ‎

Aunque las negociaciones oficiales con Irán sobre la cuestión nuclear están en un ‎impasse, ‎los contactos secretos son muy numerosos. ‎

Estados Unidos acepta ahora relativizar su anterior posición sobre las investigaciones ‎nucleares ‎iraníes, a sabiendas de que no son de carácter militar. Durante el último año de ‎la guerra que ‎Irak impuso a Irán –en tiempos del imam Khomeiny–, Teherán renunció a las ‎investigaciones ‎tendientes a la obtención de la bomba atómica, investigaciones que ‎Estados Unidos y Francia ‎habían favorecido bajo el régimen del chah Reza Pahlevi. Hoy en día, ‎nada indica que Teherán ‎haya retomado aquel proyecto. ‎

Por otro lado, la evidente –aunque no confesada– existencia de un pacto nuclear ‎de ‎Estados Unidos y Reino Unido con Australia, en el marco de la alianza bélica AUKUS, implica ‎que ‎Washington y Londres ya no podrán seguir utilizando contra Irán las acusaciones ‎de ‎proliferación nuclear. ‎

Estados Unidos ha renunciado también a dividir el mundo musulmán en sunnitas ‎y chiitas. ‎Importantes contactos están desarrollándose entre Arabia Saudita e Irán, que ‎se habían ‎convertido en hermanos enemigos. El más reciente de esos contactos fue una reunión ‎secreta ‎entre los jefes de los servicios secretos de esos dos países, realizada el 23 de septiembre ‎en el ‎aeropuerto de Bagdad. ‎

Al parecer, Teherán renunciaría a ciertos tipos de acciones militares y se concentraría en ‎la ‎defensa de las comunidades chiitas a través del mundo –incluyendo Latinoamérica. Así que ‎los ‎Guardianes de la Revolución iraníes saldrían de Siria y dejarían más libertad de acción al ‎Hezbollah ‎libanés. ‎

Hace un año que el Reino Unido abandonó la Unión Europea, pero ‎la ‎burocracia de Bruselas sigue dando empleo a funcionarios británicos. ‎

LA UNIÓN EUROPEA.
En el plano diplomático, casi todas las embajadas de países miembros de la Unión Europea en ‎la ‎capital siria han reabierto sus puertas –pero no la embajada de Francia.

Al parecer, la ‎Unión ‎Europea tiene obligaciones financieras impuestas por una vieja resolución de la ONU. ‎El hecho es ‎que la Unión Europea está aportando 7 000 millones de dólares a la reconstrucción ‎de ‎infraestructuras en Siria. Extrañamente, la Comisión Europea –que sigue dando empleo ‎a ‎‎6 000 funcionarios británicos, cuando ya hace un año que Reino Unido se separó de la UE– se hace ‎representar en Siria por la ONG inglesa OXFAM –que apoyó en Siria a los terroristas de ‎los ‎Cascos Blancos. Sin embargo, la Unión Europea sigue manteniendo oficialmente la posición que el ‎embajador ‎estadounidense Jeffrey Feltman impuso hace 4 años, cuando dirigía la ONU por ‎debajo de ‎la mesa. Esa posición es que no habrá ni un centavo para la reconstrucción de Siria ‎mientras el ‎‎«régimen» esté en el poder [3]. ‎

La interrogante que sigue abierta es saber si Líbano se verá o no bajo una administración ruso-‎‎siria. Y la respuesta a esa pregunta determinará la posible implicación de China en la región. ‎

Por el momento, el presidente de Líbano, el primer ministro de ese país y el presidente de ‎su ‎parlamento son compatibles con el gobierno del presidente sirio Bachar al-Assad. Pero Assad, ‎a ‎quien se acusó injustamente de haber orquestado el asesinato del ex primer ministro ‎libanés ‎Rafic Hariri y que vio como se abucheaba en Beirut a las tropas de su país, no parece ‎querer ‎desempeñar ese papel, aunque aceptarlo sería la decisión más adecuada. ‎

El anuncio de una posible candidatura del general Abbas Ibrahim, actual director de la ‎Seguridad ‎General libanesa, para pasar a ocupar la presidencia del parlamento se interpreta como ‎la llegada ‎al escenario de un hombre consciente de la cultura de la Gran Siria. Hasta el momento ‎en que ‎se impusieron los acuerdos Sykes-Picot-Sazonov de 1915, que planificaron la creación de ‎Israel, ‎Jordania, Líbano, de la actual Siria y de Chipre, esos cinco países eran todos parte de una ‎misma ‎provincia otomana. ‎

El presidente chino Xi Jinping con su ministro de Relaciones Exteriores, Wang Li.

CHINA
Si se concretara una tutela siria sobre Líbano –hoy en bancarrota–, China intervendría ‎para ‎restablecer lo que se conoció en el pasado como la «Ruta de la Seda». Durante la Antigüedad y ‎la Edad Media, la Ruta de la Seda conectaba Xi’an, la capital china de aquellos tiempos, ‎con el ‎Mediterráneo, pasando por la ciudad siria de Palmira y por Damasco, hoy capital de la ‎República ‎Árabe Siria. Pekín se plantea construir a la vez una vía rápida terrestre y una vía férrea ‎así como ‎una serie de infraestructuras de telecomunicaciones. Eso sería una importantísima ‎victoria para ‎los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping, sobre todo porque uno de los principales ‎objetivos de ‎la guerra contra Siria era precisamente impedir ese proyecto. ‎

Pero sería sorprendente que Estados Unidos, que obligó Israel a anular todos sus ‎contratos ‎con China, permitiese que Rusia instalara a China en Siria sin exigir algo a cambio. ‎

El primer ministro libanés, Najib Mikati, y el presidente francés, ‎Emmanuel Macron. ‎

FRANCIA
Francia, que fue la potencia colonial dominante en Líbano y Siria, ‎tampoco ‎piensa dejarse excluir de la región. El mes pasado, el presidente francés, Emmanuel ‎Macron, ‎participó en la cumbre de Bagdad, bajo la mirada inquisitiva de los servicios secretos ‎británicos. ‎

Francia y Estados Unidos han desempeñado un papel central en la designación de Najib ‎Mikati ‎como nuevo hombre fuerte de la comunidad sunnita libanesa, convirtiéndolo así en ‎nuevo ‎primer ministro –función que la Constitución libanesa reserva a un musulmán ‎sunnita. ‎Nuevamente, las potencias occidentales ponen en el poder a un hombre que, según la ‎revista ‎‎Forbes, es el individuo más acaudalado del país, como Rafic Hariri en su época ‎de ‎primer ministro. Para lograrlo, sacaron del juego al clan Hariri, utilizando a Arabia ‎Saudita. ‎‎¿Cómo? Los bienes de Saad Hariri (hijo de Rafic Hariri e igualmente ex primer ministro) ‎fueron ‎confiscados por decisión de la justicia saudita, operación que tendría próximamente ‎su ‎continuación con la confiscación de sus bienes en Líbano. ‎

Najib Mikati, que al igual que Saad Hariri está muy lejos de ser un personaje honesto, ‎depende ‎por entero de Estados Unidos y de Francia ya que su fortuna personal se halla ‎dispersa en ‎países dependientes de la tutela de potencias occidentales. Exactamente igual que ‎el clan Hariri, ‎Najib Mikati simboliza el uso de Líbano como Estado pirata dentro del sistema ‎económico ‎occidental. No depende de ninguna de las reglas occidentales pero está al servicio de ‎todas las ‎transacciones secretas del mundo occidental, especialmente en materia de drogas ‎y ‎telecomunicaciones. En ese aspecto, Líbano es comparable a Israel, aunque el ‎autoproclamado ‎‎«Estado judío» se ha especializado más bien en las transacciones ocultas de ‎diamantes y de ‎armamento –incluyendo los programas informáticos necesarios para estos ‎últimos. Tanto ‎en Líbano como en Israel, las ganancias del tráfico benefician sólo a los ‎dirigentes. ‎

Francia apoya a Najib Mikati para impedir que Líbano se convierta en una verdadera nación, ‎para ‎mantenerlo como lo que hoy es: un territorio dividido en comunidades religiosas. ‎Así que ‎el gobierno francés hará todo lo posible para que el próximo parlamento libanés sea ‎electo –‎otra vez– según las reglas absurdas que hasta ahora subsisten allí. Líbano es el único país ‎del ‎mundo donde la mayoría de los puestos como diputados se transmiten de padre a hijo. ‎Para ‎garantizar que no se adopte en Líbano algún tipo de norma democrática, Francia ‎pretende ‎enviar tropas –para “proteger” los centros de votación durante las elecciones de mayo ‎del ‎próximo año. Negando el verdadero origen de los problemas, Francia dicta como prioridad ‎la ‎aplicación de reformas económicas en vez de reformas políticas. ‎

El 24 de septiembre, el presidente francés Emmanuel Macron recibió en París al primer ‎ministro ‎libanés Najib Mikati. En cuanto lo nombraron primer ministro, Mikati corrió a la capital de Francia, ‎rompiendo ‎incluso la regla, hasta ahora sacrosanta, según la cual todo nuevo primer ministro ‎libanés debía ‎abstenerse de viajar a la antigua metrópoli sin haberse reunido primero con sus ‎principales ‎homólogos árabes. ‎

Sólo cuando se haya estabilizado el panorama político podrá iniciarse la explotación de ‎los ‎yacimientos de hidrocarburos en Israel, Líbano y Siria porque habrá que comenzar por ‎delimitar ‎las fronteras marítimas, sólo esbozadas en los acuerdos Sykes-Picot pero nunca trazadas ‎con ‎precisión. ‎

Thierry Meyssan



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