jueves, 21 de octubre de 2021

Asesinato del presidente de Haití: Washington en las sombras



En el Mar Caribe, en la zona central de las Antillas, se encuentra situada la isla de Haití. Considerado el país más pobre del continente americano.

Un país presente en el análisis internacional, ya sea por temas de inestabilidad social, migratorios, catástrofes derivadas de fenómenos naturales, como también tragedias políticas, como fue el asesinato, en julio de este 2021 del hasta entonces presidente Jovenel Moïse. Haití fue el primer país de Latinoamérica en independizarse, a principios del siglo XIX (1804) a través de un singular proceso revolucionario, que combinó el abolicionismo de la esclavitud de la población negra y la independencia política del dominio francés. Una rebelión de esclavos dirigida por el político y militar François Dominique Toussaint L´Ouverture junto a líderes como Jean Jacques Dessalines quien proclamó, el año 1804, la independencia de esta zona occidental de la Isla La Española denominándola Haití (Tierra de Montañas) en homenaje a los habitantes originarios de la isla1.

Esta tierra de montañas, surcada de dificultades medioambientales, en la actualidad con un 95% de deforestación, que facilita que fenómenos naturales como tormentas tropicales generen graves inundaciones, unido al incremento de suelos poco fértiles debido a la erosión. A pesar de ello, Haití sigue siendo un territorio de gran importancia geoestratégica. Esto, debido a su proximidad a Estados Unidos y el interés de éste, a su vez de controlar a Cuba, vecino marítimo inmediato de Haití y paso marítimo y aéreo intermedio a la República Bolivariana de Venezuela. Ambos países sometidos a una política de máxima presión por parte de Washington.

Un Estados Unidos con presencia de Organizaciones No Gubernamentales y Fundaciones como la del ex presidente Bill Clinton con fuerte influencia en la vida económica y política en Haití2 que genera distorsiones políticas, económicas y sociales. Un marcado incremento de la corrupción, catalizando la crisis política y socioeconómica en la frágil república antillana. Donde es una realidad la falta de instituciones estatales, que den cuenta de la satisfacción de las necesidades de su población. Todo ello unido al agravamiento de la lucha entre los principales grupos criminales3, como también el crecimiento de la emigración, comercio de armas y contrabando de drogas; que han encendido las luces de alarma del imperio y al mismo tiempo, ensombrecen cualquier información relativa al asesinato del presidente Moïse, por el fondo enmarañado que cubre todos estos fenómenos.

Jovenel Moïse fue ejecutado el 7 de julio del año 2021, en su propio domicilio, donde además resultó herida su esposa Martine. En un crimen cometido a manos de una veintena de mercenarios - militares colombianos contratados por la empresa Counter Terrorist Unit Federal Academy (CTU) radicada en Miami y dirigida por el venezolano antichavista, cercano al presidente colombiano Iván Duque, Antonio Emmanuel Intriago y dos haitianos de nacionalidad estadounidense. Mercenarios que recibieron entrenamiento militar en Estados Unidos, así confirmado por el propio Pentágono, en el marco de los programas de cooperación en seguridad con el Ejército colombiano4. Incluso, algunos de los detenidos habrían trabajado para la DEA, la agencia antinarcóticos de Estados Unidos y el FBI, lo que hace poco probable que no se supiera en las altas esferas políticas norteamericanas el plan de magnicidio que se llevó a cabo.

Se ha señalado que el autor intelectual del asesinato sería el médico estadounidense de origen haitiano, Christian Emmanuel Sanon, radicado en Florida – tierra fértil de mercenarios, exiliados ultraderechistas y donde se han fraguado ataques permanentes contra países latinoamericanos – quien se habría contactado con el jefe de Seguridad del palacio presidencial en la capital haitiana, Dimitri Herard, quien presenta numeroso viajes a Bogotá, Panamá y Miami las semanas previas al asesinato de Moïse. Trascendió, según información entregada por la Agencia AP que Sanon habría sido abordado, en Florida, por personas que decían representar a los Departamentos de Estado y Justicia de Estados Unidos que querían ponerlo como presidente de Haití sin especificar que se quería matar a Moïse5.

Por su parte Martine Moïse, la ex primera dama de Haití acusó a la oligarquía de su país de estar detrás del asesinato de su esposo6 Una oligarquía férreamente unida a Estados Unidos y Francia y que se había opuesto a las tentativas de cambio dadas a conocer por Moïse a quien sindicaban como usurpador, pues no había cesado en su cargo el día 7 de febrero del 2021 como se supone estaba establecido. Los medios de comunicación proestadounidenses y los propios medios del país del norte americano evitan declaraciones públicas sobre versiones relativas al asesinato de J. Moïse, en parte por los propios vínculos que Moïse tenía con ese país. No hay discusiones significativas sobre este tema, lo que atestigua el interés de las elites políticas haitianas leales a Washington, por ocultar las verdaderas causas y posibles responsables del crimen, los que idearon, financiaron y llevaron a cabo este magnicidio.

Recordemos, que inmediatamente después del crimen, el gobierno de Joe Biden envió a sus representantes políticos y militares, incluso un grupo especial del FBI, para así brindar “asistencia consultiva” a las recién nombradas autoridades haitianas, presididas actualmente por el primer ministro en ejercicio, Ariel Henry, a fin de llevar a las fuerzas políticas controladas por Washington al liderazgo del país. El primer ministro de Haití, Ariel Henry (nombrado el día 5 de julio del 2021, dos días antes del asesinato de Moïse) tuvo un breve período de incertidumbre durante el cual el primer ministro interino, Claude Joseph, solicitó incluso la intervención de tropas norteamericanas – que se estudió seriamente según lo declaró la vocera de la Casa Blanca Jenn Psaki - pero, todo se diluyó con la presión internacional que inclinó la balanza por Henry, confirmándolo en su cargo el día 20 de julio, con la orden sotto voce, de constituir una base política fiel a Washington.

Un Henry, que el pasado 29 de septiembre destituyó a los nueve miembros del Consejo Electoral Provisional (CEP) tras acusarlos de "partidistas". Una decisión que posterga las elecciones planificadas para el día 7 de noviembre, que coincidiría con un llamado a un referéndum, que modifique la actual Constitución. Una decisión que viola el llamado “Acuerdo de Gobernanza Pacífica y Eficaz” firmado entre Henry y más de un centenar de organizaciones políticas haitianas, firmado un par de semanas antes de la destitución de los miembros del CEP y que convocaba a elecciones para mediados del año 2022.

Ariel Henry con estudios de medicina en Francia y Estados Unidos, está ligado a la Iglesia de los Santos de los últimos Días (mormones) incluso ha sido acusado de complicidad en el asesinato de Jovenel Moïse, que ha decidido adelantar las elecciones presidenciales y al mismo tiempo modificar la constitución, tal como lo quería un cuestionado Moïse. A este se le acusaba de buscar mecanismos políticos, para garantizar la impunidad de miembros de su gobierno acusados de corrupción y apoyar a multinacionales interesadas en la explotación de oro y plata en este país de 27.750 kilómetros cuadrados, dando un marco constitucional que diera a la presidencia la potestad, para decidir sobre concesiones mineras, garantizando esa explotación extranjera. La interrogante es si la nueva constitución planteada tendrá o no esos elementos favorables a multinacionales extranjeras.

La totalidad de los hechos disponibles, la historia de intervenciones, agresiones, generación de inestabilidad, apoyo a magnicidios y financiamiento a procesos golpistas en toda Latinoamérica en que Estados Unidos ha sido el actor principal, nos indica que Washington ha trabajado para elaborar un escenario de cambio favorable a sus intereses en Haití. Una realidad que ha consistido, fundamentalmente, en un fuerte socavamiento de la situación política interna previo al magnicidio de Jovenel Moïse – quien ya no servía a los intereses de Washington en virtud de situarse fuera del control y demasiado expuesto en sus vínculos con la corrupción , el despojo a las clases más desfavorecidas y su estrecho vínculos con las bandas armadas (7) - y que continua hoy bajo la exigencia de fijar elecciones que favorezcan a las agrupaciones pronorteamericanas y donde el cambio constitucional favorezca y consolide el dominio extranjero de las riquezas que aún posee Haití. Una campaña que ha significado, la destitución de funcionarios que significan un freno a las intenciones del actual primer ministro, la desorganización del sistema de gobierno impulsando el poder de las fuerzas pro-estadounidenses.

Washington, a través del trabajo de zapa desarrollado por la OEA y su secretario general, el uruguayo Luis Almagro se ha dedicado a estudiar la reacción de potencias críticas a la injerencia norteamericana en Haití, como también las organizaciones internacionales, con el fin de ir ajustando el plan de hegemonía, que le permita modificar aquellos puntos que frenen el objetivo de dominio total de Haití, sin generar críticas regionales ni mundiales. La idea es llevar adelante un plan de dominio, que sirva para implementar sus “revoluciones de colores” en otros países de Latinoamericana signados por el signo de intervención del imperialismo: Cuba, Nicaragua y Venezuela u otros que se salgan del derrotero determinado por la idea y acción de dominio de la potencia del norte. Haití parece haber sido el campo de experimentación que permita asesinar a otros mandatarios de nuestro continente. Y ahí, como siempre, en las sombras, agazapado, se encuentra la mano de Washington.

Pablo Jofré Leal



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