lunes, 31 de octubre de 2022

¿Cuál es el rejuego entre Estados Unidos ‎y Alemania?‎

por Thierry Meyssan

Alemania acaba de perder su acceso al gas ruso, sólo podrá obtener de Noruega una ‎sexta parte de todo el volumen de gas que importaba de Rusia y se enreda cada vez ‎más en el conflicto ucraniano. Al mismo tiempo, Alemania se convierte en trampolín ‎de las acciones secretas de la OTAN, aunque ese bloque bélico actúa precisamente ‎en contra de los intereses alemanes. El conflicto actual parece especialmente opaco si ‎no se tienen en cuenta los vínculos entre los straussianos estadounidenses, los sionistas ‎revisionistas y los nacionalistas integristas ucranianos. ‎


La guerra en Ucrania tiene un efecto de distracción. Sólo vemos ese conflicto armado y olvidamos ‎que sólo es parte de un enfrentamiento de mayor envergadura. Eso dificulta la comprensión de ‎lo que sucede en el campo de batalla y también impide percibir correctamente como el mundo va ‎reorganizándose y la evolución en el continente europeo. ‎

Todo comenzó con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca. Biden se rodeó de una serie de ‎colaboradores que ya había conocido cuando era vicepresidente: los straussianos, discípulos del ‎filósofo Leo Strauss [1]. ‎

Los straussianos son como una pequeña secta que cambia de color político –son republicanos o ‎demócratas, según la etiqueta política del presidente de turno. Sus miembros, casi todos ‎judíos, siguen las enseñanzas orales del fallecido Leo Strauss. Están convencidos de que los ‎humanos son malos y las democracias débiles, tanto que no fueron capaces de evitar el ‎exterminio de los judíos y que tampoco podrán hacerlo en el futuro. Creen que sólo podrán ‎sobrevivir si crean su propia dictadura y conservando el control de esta. En los años 2000, los ‎straussianos crearon el Project for a New American Century (Proyecto para un Nuevo Siglo ‎Americano, PNAC según sus siglas en inglés). Esos fanáticos del predominio estadounidense ‎decían abiertamente que querían un «nuevo Pearl Harbor» que afectaría al pueblo de ‎Estados Unidos tan profundamente que ellos lograrían imponer sus puntos de vista. Los ‎atentados del 11 de septiembre de 2001 les proporcionaron la oportunidad que estaban ‎esperando. ‎

Todo lo anterior puede parecer chocante y difícil de creer. Pero existe mucha información ‎al respecto y se han dedicado a ese tema numerosos libros considerados muy serios. Lo más ‎importante es que el ascenso de los straussianos, desde 1976, fecha de la nominación de Paul ‎Wolfowitz en el Pentágono [2], ya ha confirmado ampliamente las ‎peores inquietudes. Sin embargo, en Europa nada se sabe de los straussianos –los europeos ‎los consideran «neoconservadores». Por otro lado, es importante subrayar aquí que esta ‎especie de secta judía nunca ha tenido apoyo entre los intelectuales judíos.‎

Volvamos a nuestro tema central. ‎

En noviembre de 2021, los straussianos enviaron a Moscú a la subsecretaria de Estado Victoria ‎Nuland, quien exigió que el gobierno ruso se sometiese a ellos. Pero el Kremlin respondió ‎proponiendo al gobierno de Estados Unidos un Tratado que habría garantizado la paz –eso ya era ‎una forma de cuestionar tanto el proyecto de los straussianos como la política estadounidense de ‎seguridad [3]. El presidente ‎Vladimir Putin cuestionó públicamente la extensión de la OTAN hacia el este, que constituye una ‎amenaza para Rusia, y el hecho que Washington se dedica a atacar y destruir Estados, ‎principalmente en el «Medio Oriente ampliado» o «Gran Medio Oriente». ‎

Los straussianos se dedicaron entonces a provocar deliberadamente a Rusia. Animaron los ‎‎«nacionalistas integristas» ucranianos a bombardear a los ucranianos rusoparlantes del Donbass ‎y a preparar una ofensiva simultánea contra los habitantes del Donbass y de Crimea [4]. ‎

Moscú, consciente ya de que Kiev nunca pondría en aplicación los Acuerdos que había firmado ‎en Minsk, venía preparándose desde 2015 para un enfrentamiento mundial y consideró que ‎el momento había llegado. Una fuerza de 300 000 soldados rusos entró en Ucrania para ‎‎«desnazificar» el país [5]. En el Kremlin consideran, con toda ‎razón, que los «nacionalistas integristas» ucranianos, cuyos abuelos colaboraron con los nazis ‎durante la Segunda Guerra Mundial, comparten la ideología racista del III Reich. ‎

Eso también puede parecer chocante. Pero es sobre todo porque los libros de referencia de los ‎‎“nacionalistas” ucranianos nunca fueron traducidos a las lenguas occidentales. Ni siquiera el ‎‎Nacionalismo de Dimitro Dontsov, el padre del «nacionalismo integral». Es cierto que ‎nadie sabe qué hizo Dontsov durante la Segunda Guerra Mundial… pero todo el mundo conoce ‎los crímenes que perpetraron sus discípulos, Stepan Bandera y Yaroslav Stetsko, quienes ‎se pusieron enteramente al servicio de Hitler y favorecieron, a menudo supervisándola, la ‎liquidación de al menos 1,7 millones de sus compatriotas ucranianos, incluyendo 1 millón de ‎judíos. ‎

A primera vista puede parecer extraño que los seguidores contemporáneos de aquellos ‎‎“liquidadores” de judíos puedan ser aliados de los straussianos o del presidente ucraniano Zelenski, ‎quien también tiene ancestros judíos. ‎

En todo caso, el primer ministro israelí Naftali Bennett se posicionó rápidamente contra ellos ‎‎ [6] e incluso aconsejó al presidente Zelenski que ayudara ‎los rusos a barrer de Ucrania el «nacionalismo integral». Sin embargo, la influencia de la OTAN ‎es grande, tan grande que el nuevo primer ministro de Israel, Yair Lapid, aunque piensa igual que ‎su predecesor Bennett y se niega a enviar armamento a Ucrania, repite oficialmente el discurso ‎atlantista. Ese es el resultado de la influencia de los straussianos a favor de los «nacionalistas ‎integristas» ucranianos. En su momento, el propio Paul Wolfowitz presidió en Washington un ‎gran congreso, con la participación de varios ministros ucranianos, ante los cuales proclamó que ‎Estados Unidos siempre apoyaría la lucha de los «nacionalistas integristas» ucranianos ‎contra Rusia [7].‎

Los vínculos entre los «nacionalistas integristas» ucranianos y los «sionistas revisionistas» de ‎Zeev Jabotinsky son históricos. En 1921 negociaron un acuerdo para unirse contra los ‎bolcheviques. Pero, debido a larga sucesión de pogromos que los «nacionalistas ucranianos» ya ‎habían perpetrado, la revelación sobre la existencia de aquel acuerdo, cuando Jabotinsky ya había ‎sido electo miembro del Comité de Dirección de la Organización Sionista Mundial, le valió el ‎rechazo unánime de la diáspora judía. El polaco David ben Gurión, quien se hizo cargo de la ‎milicia de Jabotinsky en Palestina, calificó al propio Jabotinsky de «fascista» y llegó a decir que ‎el padre del «sionismo revisionista» era «quizás nazi». Jabotinsky se exiló después en ‎Nueva York, donde se unió a él otro polaco, Benzion Netanyahu –el padre de Benyamin ‎Netanyahu–, quien se convirtió en su secretario particular [8].‎

Después de la Segunda Guerra Mundial, los anglosajones dieron protección al “pensador” ‎ucraniano Dimitro Dontsov y a sus dos asesinos en jefe, Stepan Bandera y Yaroslav Stetsko. ‎Dontsov fue acogido como exiliado en Canadá y posteriormente en Estados Unidos, a pesar de ‎que había sido administrador del Instituto Reinhard Heydrich, encargado por los nazis de ‎coordinar la «solución final» [9]. Los otros dos ‎personajes, Bandera y Stetsko, fueron instalados en Alemania como empleados en la radio ‎anticomunista de la CIA [10]. Cuando Bandera ‎fue asesinado, Stetsko se convirtió en copresidente (junto con Chiang Kai-schek) de la Liga ‎Anticomunista Mundial, en cuyo seno la CIA reunió a sus dictadores y criminales preferidos –como ‎el nazi Klaus Barbie [11].‎

Volvamos al presente.
Ucrania no significa absolutamente nada para los straussianos. Lo que ‎les interesa es la dominación mundial y, por consiguiente, debilitar a todos los demás ‎protagonistas, que son Rusia, China y… Europa. Wolfowitz ya escribía eso en 1992, calificando a ‎esos protagonistas de «competidores», aunque en realidad no lo son [12].‎

Los rusos lo saben perfectamente. Por eso han enviado pocas tropas a Ucrania –tres veces ‎menos que el total de efectivos que cuentan las fuerzas armadas ucranianas. Interpretar como ‎una derrota del Kremlin lo que sucede en Ucrania es simplemente una estupidez. En realidad, ‎Moscú se reserva para el enfrentamiento directo con Washington. ‎


El 16 de octubre, al hacer uso de la palabra en una ceremonia de juramento de ‎combatientes voluntarios, el primer ministro húngaro Viktor Orban subrayó: “Quien crea que ‎esta guerra va a terminarse por negociaciones ruso-ucranianas no vive en este mundo. ‎La realidad es diferente.” Según Orban, sólo una negociación entre Estados Unidos y Rusia ‎podría poner fin a la contienda.

Ahora, los straussianos empujaron a la realización del sabotaje contra los gasoductos ‎‎Nord Stream y Nord Stream 2, operación cuyo objetivo no es destruir la economía rusa –‎Rusia tiene otros clientes– sino acabar con la economía alemana, que no puede prescindir del gas ‎ruso [13]. ‎

Berlín tendría que haber reaccionado frente al sabotaje perpetrado por su amo estadounidense. ‎Pero ha hecho exactamente lo contrario. ‎

Desde que Olaf Scholz se convirtió en canciller, el gobierno alemán ha instaurado un gran ‎mecanismo que se dedica a «armonizar las noticias» [14]. Ese dispositivo está bajo la supervisión de la ministro del Interior, la ‎socialdemócrata Nancy Faeser. ‎

Las “democracias” han cerrado el acceso a todos los medios de difusión rusos dirigidos al público ‎occidental. Esa operación de censura contra los medios rusos comenzó el 24 de febrero de 2022, ‎o sea cuando Rusia intervino en Ucrania para implementar la aplicación de la resolución 2202 del ‎Consejo de Seguridad de la ONU. Actualmente, citar en Alemania esa resolución del Consejo de ‎Seguridad de la ONU y mencionar la interpretación rusa de ese texto es considerado ‎‎«propaganda». ‎

Resulta realmente sorprendente ver como los alemanes echan abajo sus propias instituciones. ‎En el siglo XX, la Alemania que antes de la Primera Guerra Mundial había sido el faro de la ciencia ‎y la técnica se convirtió en un país ciego que cometía los peores crímenes. Ahora, en el siglo XXI, ‎cuando dispone de la industria con mejores resultados a nivel mundial, Alemania vuelve sin razón ‎a un estado de ceguera. Berlín acepta su propia caída en beneficio de Polonia y también la caída ‎de la Unión Europea en beneficio de la llamada «Iniciativa de los tres mares», también ‎denominada «Intermarium» [15].‎

Mientras tanto, los straussianos estadounidenses utilizan sus privilegios en Alemania. Las bases ‎militares de Estados Unidos en Alemania disponen de total extraterritorialidad y el gobierno ‎alemán no tiene derecho a limitar sus actividades. En 2002, cuando el entonces canciller alemán ‎Gerhard Schroder se opuso a la guerra que los straussianos imponían en el Medio Oriente, ‎su gobierno no pudo impedir que el Pentágono utilizara sus instalaciones en Alemania como ‎bases de retaguardia para la invasión y la destrucción de Irak. ‎

Fue precisamente en la localidad alemana de Ramstein donde se reunió el Grupo de Contacto ‎para la Defensa de Ucrania. Los delegados de la cincuentena de Estados allí convocados ‎se vieron primeramente presionados para que equiparan a Kiev con grandes cantidades de ‎armamento y sólo después recibieron algunas explicaciones sobre el «Concepto de ‎Funcionamiento de la Resistencia» (Resistance Operating Concept o ROC), que no es otra cosa ‎que la reactivación –por enésima vez– de las redes stay-behind creadas al final de la Segunda ‎Guerra Mundial [16]. Al término de aquella guerra, las redes stay-‎behind fueron creadas por la CIA estadounidense y el MI6 británico y luego fueron integradas a ‎la OTAN. Los antiguos nazis y los «nacionalistas integristas» ucranianos fueron sus principales ‎componentes. ‎

El stay-behind actual se coordina desde la base de la OTAN en Stuttgart-Vaihingen (Bade-‎Wurtemberg) donde tienen su sede las fuerzas especiales estadounidenses para Europa (SOCEUR). ‎Se trata de crear un gobierno en el exilio y de organizar sabotajes, siguiendo el modelo de lo que ‎hicieron el general Charles de Gaulle y el héroe de la Resistencia francesa Jean Moulin durante la ‎Segunda Guerra Mundial. El experto en operaciones especiales Otto Fiala ha agregado a ‎lo anterior el modelo de manifestaciones no violentas ya utilizado en el bloque del este por el ‎profesor Gene Sharp y perfeccionado durante las llamadas «revoluciones de colores» ‎‎ [17]. ‎

Vale la pena recordar, a pesar de que él lo ha negado, que Gene Sharp siempre trabajó para ‎la OTAN [18]. ‎

La primera acción del stay-behind ucraniano tuvo lugar el 8 de octubre de 2022, con el ‎atentado contra el puente de Crimea, que atraviesa el estrecho de Kerch.‎

Thierry Meyssan


voltairenet.org

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