jueves, 17 de diciembre de 2015

¿Por qué Turquía adopta una nueva doctrina?


¿Por qué Turquía adopta una nueva doctrina?
El comportamiento de Turquía en la región y la relación con sus vecinos, especialmente en los últimos meses, nos indican un cambio primordial en su política exterior, una realidad diversa a la que poseía antes de 2012.
En el siguiente artículo pretendemos analizar el porqué de estos cambios fundamentales en la política exterior turca, especialmente después de 2012, y abordar la nueva doctrina del gobernante Partido Justicia y Desarrollo (AKP) que lidera Recep Tayyip Erdogan.
Turquía desde 2003-2012
En 2002, después de la victoria del AKP, el impulsor del "neo-otomanismo diplomático", que intenta sacar partido político y económico de la relevancia histórica del pasado imperial turco, Davutoglu, había afirmado: "Nuestro objetivo primordial es la plena incorporación a Europa, pero actuamos también en nuestro propio espacio geográfico: los Balcanes, el Cáucaso, Oriente Próximo...", puntualiza. "Turquía no ha vuelto la vista hacia Oriente. No hay ninguna contradicción respecto a la integración con Occidente. ¿Nuestra política exterior? Cero conflictos con los vecinos".
Además, para materializar este objetivo de “cero conflictos”, en su política exterior, el AKP insistía en principios como la economía, el comercio y los lazos culturales con los vecinos y otros países de Oriente Medio.
De acuerdo con esta estrategia, la situación económica de Turquía se ha caracterizado por un crecimiento económico estable. El crecimiento de su PIB real ha sobrepasado el 6 % durante varios años.
Esta política se mantuvo de forma bastante constante hasta que, en 2011, se produjo el estallido del conflicto en el país vecino, Siria, y a partir de entonces la postura del Gobierno turco sufrió un cambio fundamental.
La nueva doctrina de Erdogan
Tras el inicio del conflicto en Siria, la política exterior turca dio un giro notable, y el partido gobernante se apartó de la herencia del impulsor del neo-otomanismo, Davutoglu. Desde entonces, por un lado, los principios de seguridad y militar y, por otro, los ideológicos, conformaron dos pilares fundamentales de la postura turca en el ámbito internacional.
Con los acontecimientos en Siria, los turcos entendieron que de seguir con los parámetros planteados por Davutoglu no podrían representar el rol de un actor clave en el campo político, militar e ideológico en la región, por lo que pasaron a convertirse, en una primera fase, en un centro de acogida de opositores del presidente sirio, Bashar Al Asad.
Previamente, Turquía había dado asilo político al fugitivo vicepresidente iraquí, Tariq al Hashemi. Con estos dos casos, daban a conocer a sus vecinos la nueva política exterior de su país; no temían convertirse en sede de la oposición a otros gobiernos de la región y que, en lo adelante, estaría dominada por los parámetros ideológicos, aunque su precio pudiera ser la pérdida de los mercados de otros países.
En este mismo contexto, la política exterior turca, que estaba basada en la economía, pasó a basarse en el “Islam político”, centrada en los principios religiosos e ideológicos.
La diseminación de la crisis en Siria e Irak y el surgimiento del grupo terrorista Daesh revelaron la segunda fase de la nueva política exterior turca. Erdogan, en esta situación, buscaba derrocar gobiernos y apoyar a los opositores para que llegaran al poder con el objetivo de ampliar su influencia en la región. En este sentido, no podía contar solo con el respaldo ideológico y financiero, así que dio un paso grande e importante para materializar sus metas, es decir aprovechar la colaboración de Arabia Saudí y Catar. De ahí que emprendió un cambio trascendental en el campo socio-militar en Siria. Unificó la mayoría de los grupos militares que se oponían a Al Asad, bajo el mandato del llamado grupo “Yaish al-Fath”. Este ejército se equipó con equipamiento moderno y los turcos desempeñaron un rol primordial en el apoyo logístico y financiero de este gran proyecto militar.
Las operaciones de este grupo en Idlib y Latakia pusieron en relieve el papel turco en los intentos de derrocar el Gobierno sirio. No obstante, los avances de Yaish al-Fath en el norte y el sur de Siria, junto a otros factores, motivaron la involucración directa de Rusia en este conflicto. Esta situación complicó aún más las ecuaciones políticas y militares en la región, y como se esperaba provocó la reacción de los gobiernos contrarios a Al-Asad, ya que veían en peligro su proyecto.
Los sucesos de los últimos días en la arena militar y político en Siria e Irak, así como la creciente tensión entre Ankara y Moscú, mostraron la fase final de la aplicación de la nueva doctrina de exteriores turca, que se basa en el poderío militar y no teme crear tensiones.
Uno de los hechos importantes fue el derribo del caza ruso por el Ejército turco. Una medida que llevó las tensiones entre ambos países a su máxima expresión y que se puede considerar como un mensaje claro a Rusia de que los turcos no se quedarán de brazos cruzados ante la situación siria y el bombardeo ruso a sus aliados en el país árabe.
El segundo acontecimiento que demostró la ambición de Ankara fue la entrada de cientos de oficiales y soldados turcos con armas pesadas a 15 kilómetros de Mosul en Irak. L intención era apoyar a las fuerzas leales al exgobernador de Mosul para retomar el control de esa ciudad. Además, si Mosul es controlado por las fuerzas apoyadas por Turquía, Erdogan podría presentar a su país como un factor militar que intenta ayudar a Irak y pedir una participación mayor en la distribución del poder en el país árabe. 
No obstante, esta nueva doctrina ha enfrentado al país con una crisis económica que podría convertirse en un dilema sociopolítico.
Consecuencias de la nueva doctrina turca
Debido a las políticas de Ankara, Rusia, además de imponer sanciones contra la importación de productos alimentario, suspendió el proyecto de construcción de un reactor nuclear en Akkuyu, Turquía. Asimismo, el sector turístico turco se verá afectado con la pérdida de unos 10 mil millones de dólares de los 4,5 millones de turistas rusos que visitan el país. Esto después de que Moscú anunciara que, desde enero de 2016, anulará la exención de visados a los turcos y que llamará a sus ciudadanos a no viajar a destino.
Rusia, asimismo, cortó el suministro del gas a Turquía que cubría un 60 por ciento de las necesidades de Turquía. Esto representa un duro golpe para las industrias más importantes de Turquía, además de generar una crisis energética a medida que se acerca el invierno. No se debe olvidar que un 40 por ciento de las centrales eléctricas turcas funcionan con gas; la suspensión del suministro dejaría a oscuras a la mayoría de sus ciudades.
Las tensiones generadas por Turquía en Irak y Siria han motivado a Irán, Azerbaiyán e Irak a suspender su cooperación con ese país en materia de energía, lo que enfrentaría al gobierno de Erdogan con una crisis socioeconómica y política.
En este contexto hay que decir que las consecuencias de esa nueva doctrina no se limitan a las presiones por parte de Rusia; es muy probable que si Turquía continúa con esa actitud, se enfrente a mayores presiones de parte de otros países. 
En base a estos acontecimientos se puede decir que la nueva doctrina adoptada por Erdogan para su política exterior, además de empeorar la situación económica de su país, está aumentando la incertidumbre sobre el futuro de la ya inestable región de Oriente Medio.

Fuente: Hispantv.com

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