domingo, 23 de julio de 2017

Nacionalismo: ¿es la única opción política liberadora?

Por Carlos Santa María
Nacionalismo: ¿es la única opción política liberadora?
La respuesta parece ser afirmativa. Y la razón esencial es que esta cosmovisión privilegia la soberanía del país como un elemento esencial que no puede ser tocado, violado, injuriado, expoliado.
El nacionalismo es una concepción estructurada del mundo basada en cuatro principios insobornables: el territorio es una unidad permanente, los derechos ciudadanos son impostergables, la riqueza nacional es distribuida equitativamente, la negociación internacional se da en justicia. Comporta una posición política más bien ligada a la ética como base del fundamento ideológico de una nación, el bienestar de la población, las necesidades del conjunto garantizadas por un estado formador de conciencia común, cuyos individuos se comprendan a si mismos como parte de él.
Lejos de personalismos, conceptos religiosos o filosofías particulares de interpretación de la realidad, debe ser la esencia de un país donde los derechos humanos están por encima las cosas, formando una estructura social sobre la cual se desarrollan todos los aspectos del estado nación. Acorde con ello, el respeto a los derechos ciudadanos implica un equilibrio entre la posición de gobierno y la crítica, sin permitir la violencia terrorista como argumento para un cambio en la gobernanza. El internacionalismo es un estandarte de respeto a todas las naciones como vecinas en la justicia, en camino hacia la paz.
¿Qué teorías no son nacionalistas en su contenido de equidad? Fascismo, Nazismo, Democracia totalitaria, Destino Manifiesto, Globalización e interconexión mediática, son cinco planteamientos que agreden a la Humanidad por su contenido discriminador.
El fascismo es una doctrina totalitaria que se opone al liberalismo parlamentario y plantea un mecanismo de violencia segregadora, antimarxista, antisocialista, subordinando los derechos personales a un Estado capitalista, con un partido único de estructura militar que no admite oposición alguna. El neonazismo es la versión actual de la supremacía aria, con exterminio de las razas “famélicas”, racista y xenófoba, similar en lo organizativo y represivo del fascismo. El Destino Manifiesto es una enfermiza idea de que una potencia ha sido predestinada para hacer de policía en el mundo y realizar sus intereses cueste lo que cueste, interviniendo en todo el orbe según su complacencia y por mandato divino, a través de la ocupación, corrupción e injerencia militar.
La democracia totalitaria corresponde al poder de las élites a través de partidos únicos que detentan el gobierno (México, por ejemplo), o al bipartidismo constante como expresión de éstas, repartiendo la administración pública y manejando el estímulo a la propiedad privada. Su función de opresión se materializa en el asesinato de líderes opositores, desapariciones, sanción al pensamiento libertario, control pleno de los medios informativos, finalizando en el golpe de estado (Ucrania). La Globalización e Interconexión es la fábula según la cual el libre comercio y las comunicaciones son la base del desarrollo de las naciones, cuando en realidad lo que esconden es la autonomía y dominio de las transnacionales. Por tanto, el nacionalismo es una teoría de la independencia y soberanía que comporta tareas de confrontación con aquellos que sostienen la injerencia y presión para derrocar presidentes, desmembrar territorios, apoderarse de riquezas propias.
Cabe complementar con la reflexión del analista político Claudio Stavorengo, la cual refleja claramente la contradicción actual y el camino a seguir. El manifiesta la necesidad de un nacionalismo que asume la particularidad de cada país, y en el contexto internacional como doctrina indispensable basada en el respeto mutuo entre naciones, sin la utilización de métodos de disuasión o agresión directa en pos de intereses corporativos, situación que vemos en la actualidad provocada por el manejo de los precios de materias primas de toda índole, ejercido por una o más potencias y por entes financieros de presencia transcontinental.
La caída de la U.R.S.S., la primera economía socialista del orbe, dio lugar a la quita de beneficios sociales en buena parte del mundo laboral donde era necesario alejar las mentes de los hombres del ideario socialista. En su reemplazo se dio la flexibilización del trabajo con el pretexto que la mano de obra es el gran costo de la producción, frena la productividad y no es la concentración de capital dentro de los circuitos financieros.
Así, ciertos recursos naturales y también unidades de producción son la codicia de las potencias, sucumbiendo los débiles nacionalismos al dar origen a la Unión Europea, por ejemplo, desmembrando Yugoslavia al desarmar su industria a través de una guerra fratricida, desestructurando la producción en Checoslovaquia y Polonia, similar a Ucrania, “invitando” a reducir el volumen de producción de astilleros civiles y militares a España, con reducción de la actividad de la industria automotriz , militar y aeronáutica italianas, destrucción de la economía griega, toma del sector automotriz y autopartes rumana, entrega de la industria búlgara de aceros a consorcios alemanes y, en estos últimos años, detrás de los combustibles, destruyendo países del norte de África y Medio Oriente, con la “noble” tarea de llevar la democracia y sin contabilizar los cientos de miles de víctimas humanas .
En esta condición mundial de globalización de corporaciones, monopolización del consumo y dominio internacional del mundo financiero, el nacionalismo se ha contrapuesto al neoliberalismo, pues es la aceptación de estructuras sociales con pautas culturales, económicas y políticas diferentes, con un intercambio comercial y cultural justo en función de las necesidades vitales de los pueblos, sin intereses territoriales. En síntesis, es el respeto hacia la misma practica ejercida por otra nación vecina en forma de humanidad en estado progresivo.
Por el contrario, en una sociedad donde no hay respeto por el otro, todo es expropiable y cada uno domina en función de la capacidad de “persuasión”, para establecer una sociedad criminalizada. Aquellos países cuya pretensión es que sus corporaciones estatales o privadas se establezcan y parasiten las economías de países vecinos o no para explotar y administrar los recursos de éstos, regular su renta per cápita, aprovechar la renta de lo producido con la mano de obra, energía e insumos originarios, subsidiar a la clase dirigente para que coaccione a favor de los usurpadores y agreda con métodos de disuasión a quienes no se arrodillen, es simplemente dictadura.
Finalmente, una maravilla: las no fronteras (como Europa que castiga la inmigración), el libre comercio determinado por las potencias, el dinero electrónico ya que no hay efectivo, el mercado mundial al alcance de cualquier pc, es sólo la letra visible de este Nuevo Trato que en forma oculta dice: corromperemos cualquier estado, mandatario o administración, que salvaguarde los intereses nacionales por sobre los objetivos corporativos. Toda una declaración de guerra. Así, el supuesto nacionalismo con mucha identidad nacional, mucho folclore, fútbol, cine y televisión costumbrista, fue una cubierta para privatizaciones multinacionales de todos los servicios públicos y empresas del estado, ingreso de grandes cadenas de venta minorista, empresas de telecomunicaciones, medios públicos, etc. para enarbolar la falsa bandera del progreso, la libertad y la democracia del capital. Ejemplo de esta estructura globalizadora es Francia donde verdaderamente Marine Le Pen no es la ultraderecha, sino Macron con un motor globalizante que impulsa la renta financiera, la flexibilización laboral, la no gratuidad de salud y educación, el desarme de las estructuras sindicales y la disgregación cultural de las sociedades a fin de favorecer la rentabilidad de la oferta ... de todo. Es decir, el antinacionalismo.


 Fuente:    Hispantv.com/noticias

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