domingo, 21 de abril de 2019

Geopolítica del petróleo en la era Trump

ESTADOS UNIDOS, RUSIA, VENEZUELA, IRÁN Y SIRIA

por Thierry Meyssan

Estados Unidos se ha convertido en el primer productor mundial de hidrocarburos y ‎ahora utiliza su posición predominante con un solo fin: maximizar sus ganancias. ‎Para lograrlo no vacila en eliminar grandes productores rivales, sin importarle sumir ‎a sus pueblos en la miseria. En el pasado, el acceso al petróleo del Medio Oriente era ‎una necesidad vital para la economía estadounidense –bajo las administraciones Carter, ‎Reagan y Bush padre–, después fue un mercado bajo control yanqui –bajo la ‎administración Clinton– y más tarde, un recurso que iba a agotarse y que ‎Estados Unidos quería controlar –bajo las administraciones Bush hijo y Obama. ‎Ahora, bajo la administración Trump, los hidrocarburos se han convertido nuevamente ‎en el oro negro del capitalismo. Veamos la evolución de ese mercado sangriento. ‎

Toda economía depende, en primer lugar, de la energía a su disposición y ha sido esa una de las ‎principales causas de las guerras. Inicialmente se trataba de obtener esclavos para ponerlos a ‎trabajar en los campos. Más tarde, en el siglo XIX, el objetivo era apoderarse del carbón para ‎alimentar las maquinarias. Hoy se trata de los hidrocarburos (petróleo y gas). ‎
Para esconder esa lógica, los hombres siempre se han inventado otras razones como justificación ‎de lo que hacen. Por ejemplo, en nuestra época nos han llevado a creer:
que Irán está sancionado debido a su programa nuclear militar, al que Irán puso fin en 1988;
que las instalaciones y fondos de PDVSA en Estados Unidos fueron confiscados para quitárselos al “dictador” ‎Maduro y entregarlos al equipo del autoproclamado presidente interino de Venezuela, Juan ‎Guaido, a pesar de que Maduro es el presidente constitucionalmente electo de la República ‎Bolivariana;
y que Estados Unidos mantiene fuerzas militares en Siria para apoyar a sus aliados kurdos ‎contra el “dictador” Bachar al-Assad, aunque esos kurdos son mercenarios que ni siquiera ‎representan a su pueblo mientras que Assad es el presidente democráticamente electo de la ‎República Árabe Siria. ‎
Como acabamos de verlo, esas “justificaciones” no tienen nada que ver con la realidad y están ‎en total contradicción con los hechos. Pero si estamos dispuestos a aceptarlas es porque ‎creemos que nos benefician. ‎
El mercado mundial
El mercado de los hidrocarburos es el más importante del mundo, antes que los mercados de la ‎alimentación, de las armas, de los medicamentos y de las drogas. Ese mercado estaba ‎inicialmente en manos de las empresas privadas, pero en los años 1960 se convirtió en terreno ‎exclusivo de los Estados. Con el desarrollo económico fueron apareciendo nuevos actores y ‎ese mercado se hizo más imprevisible. Además, durante el periodo transcurrido entre el fin de ‎la URSS y el regreso de Rusia, se convirtió en un mercado altamente especulativo, con ‎fluctuaciones de los precios de venta que iban de 1 a 4. ‎
Por otra parte, todos saben que numerosos yacimientos se agotan al cabo de mucho tiempo de ‎explotación. A finales de los años 1960, el clan Rockefeller y el Club de Roma popularizaron la ‎idea de que los hidrocarburos, por ser energías fósiles, eran fuentes limitadas. Pero el hecho es ‎que aún se desconoce el origen de los hidrocarburos. Su origen fósil es sólo una hipótesis ‎no demostrada. En todo caso, aunque los hidrocarburos fuesen renovables, la sobreexplotación ‎de los yacimientos podría acabar agotándolos, como señala la teoría de Hubbert sobre el pico ‎petrolero. Pero lo más importante es que el Club de Roma estudió la cuestión partiendo de un ‎postulado maltusiano, estimando que su misión consistía en demostrar que es necesario limitar la ‎población mundial porque los recursos del planeta Tierra son limitados. La teoría sobre el fin del ‎petróleo es sólo un argumento para justificar la voluntad del clan Rockefeller de limitar el ‎crecimiento demográfico de las poblaciones pobres. En sólo medio siglo, nos han hecho creer ‎‎5 veces seguidas que el petróleo se agotaría en los próximos años. La realidad es que hoy ‎existen reservas comprobadas suficientes para garantizar el consumo de la humanidad durante ‎otro siglo. ‎
Los costos muy variables de la explotación de los yacimientos (van de 1 en Arabia Saudita a 15 en ‎Estados Unidos), los progresos técnicos, las constantes fluctuaciones de los precios y el debate ‎ideológico han puesto en peligro varias veces la recuperación de las sumas invertidas. Y, teniendo ‎en cuenta los plazos operacionales, toda interrupción de la inversión en la investigación, la ‎explotación y el transporte, provoca una escasez de los productos disponibles durante los 5 años ‎siguientes. El mercado del petróleo es, por consiguiente, particularmente caótico. ‎
La política mundial en materia de energía
La creación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) por el venezolano ‎Juan Pablo Pérez Alfonzo, en 1960, provocó un desplazamiento progresivo del poder de fijar los ‎precios. Ese poder pasó de las compañías petroleras a los Estados exportadores. El cambio ‎se manifestó claramente en el momento de la guerra egipto-siria contra Israel, en octubre ‎de 1973, y la crisis petrolera mundial provocada por aquel conflicto, conocido en Occidente ‎como la «guerra de Yom Kipur». ‎
Como primera potencia mundial, Estados Unidos ha aplicado diferentes políticas en materia de ‎hidrocarburos:
El presidente James Carter consideró que, dado el hecho que Estados Unidos necesitaba esa ‎fuente de energía, el acceso estadounidense al petróleo del Medio Oriente era una cuestión de ‎‎«seguridad nacional». Los árabes y los persas no tenían derecho a negarse a venderle petróleo ‎ni a elevar sus precios.‎
El presidente Ronald Reagan creó el CentCom –el mando militar de Estados Unidos para el ‎Medio Oriente, definido por cierto en función del conocimiento de los campos petrolíferos que ‎se tenía en aquella época. Para aplicar la política de su predecesor demócrata, el republicano ‎Ronald Reagan negoció la instalación de bases militares permanentes en la región y comenzó a ‎desplegar en ellas tropas estadounidenses.
El presidente George Bush padre encabezó una coalición casi universal y la lanzó contra Irak, ‎país que había tenido la audacia de querer actuar por sí mismo y se había atrevido a tratar de ‎recuperar los pozos de petróleo de Kuwait que los británicos le habían arrebatado.
El presidente Bill Clinton y su vicepresidente Al Gore heredaron un monopolio unipolar, ‎sin la URSS. Establecieron un mapa de los corredores que habría que crear a través del mundo ‎‎(oleoductos, gasoductos, líneas de ferrocarril y líneas de internet) y de las operaciones militares ‎necesarias para construirlos y para garantizar la seguridad de esos corredores –por ejemplo, la ‎guerra desatada contra Yugoslavia para establecer el 8º corredor.
El presidente Bush hijo y su vicepresidente Dick Cheney, convencidos de que la escasez de ‎hidrocarburos estaba a punto de empezar, iniciaron una guerra cuyo objetivo ya no era ‎apoderarse del oro negro sino controlar la producción y el mercado. Volviendo a la teoría ‎maltusiana del fin inminente de esas fuentes de energía, lo que querían era estar en posición de ‎determinar qué países tendrían derecho a comprar hidrocarburos para garantizar la vida de su ‎población.
El presidente Barack Obama aprovechó la oportunidad que le ofrecían el gas y petróleo de ‎esquistos en suelo estadounidense y decidió favorecer su extracción, esperando sacar así su país ‎de la maldición maltusiana.
El presidente Donald Trump llega al poder en momentos en que Estados Unidos se ha convertido ‎en primer productor mundial de hidrocarburos y decide modificar la estrategia estadounidense. ‎
La política de Donald Trump
Cuando el presidente Trump designó como director de la CIA al representante de Kansas Mike ‎Pompeo, creímos que aquella nominación inesperada se debía a las pocas posibilidades que tenía ‎el nuevo presidente de encontrar aliados en el Partido Republicano, que él acababa de tomar ‎por asalto. Olvidábamos entonces que, desde 2006 hasta 2010, Pompeo había dirigido la ‎empresa Sentry International, fabricante de equipamiento para la extracción de petróleo. Pompeo ‎es, por ende, un conocedor del funcionamiento del mundo del petróleo y uno de sus actores a ‎escala mundial. Simultáneamente, el presidente Trump nombraba secretario de Estado a Rex ‎Tillerson, patrón de ExxonMobil. Teníamos que haber vislumbrado entonces que la política ‎energética estaba llamada a ser primordial en la acción de la nueva administración. ‎
Por supuesto, hoy es imposible hacer un balance del trabajo de Mike Pompeo a la cabeza de ‎la CIA. Pero sí es posible pensar que sus objetivos de entonces no están lejos de los que persigue ‎ahora. En todo caso, Pompeo acaba de revelar estos últimos. ‎
Daniel Yergin, reconocido especialista en el mercado de los hidrocarburos, creó una empresa de ‎consejería que organiza anualmente un encuentro internacional sobre la evolución de la situación ‎en ese mercado. El encuentro de 2019 –CERAweek, realizado en Houston del 9 al 13 de marzo– ‎fue la reunión internacional sobre los hidrocarburos más importante realizada en toda la historia ‎ya que participaron los dirigentes ejecutivos de las principales compañías de 78 países que ‎se dedican a esa actividad. El momento principal del encuentro fue la intervención de Mike ‎Pompeo. A todos se les había advertido que su discurso tendría gran importancia y fue el único ‎momento en que la inmensa sala desbordó de público. ‎
Después de saludar a sus colegas, Mike Pompeo expresó satisfacción por los increíbles resultados ‎de la industria petrolera estadounidense que, en 6 años, se ha convertido en la primera ‎productora del mundo gracias a las nuevas técnicas de extracción de petróleo y gas de esquistos. ‎Anunció después que ha creado en el Departamento de Estado un buró especial para la gestión de ‎los recursos energéticos. En lo adelante, es con Mike Pompeo con quien tendrán que tratar los ‎patrones de las empresas estadounidenses especializadas en hidrocarburos y la misión de Pompeo ‎consiste en ayudarlos a conquistar mercados en el extranjero. A cambio de esa ayuda, ‎esas empresas tendrán que ayudar a que Estados Unidos pueda concretar su política energética. ‎
Esa política consistirá simultáneamente en producir el máximo posible en Estados Unidos y agotar ‎una parte de la oferta mundial para equilibrar el mercado. Sólo así podrá Estados Unidos vender ‎su gas y su petróleo de esquistos, cuya producción resulta particularmente onerosa. ‎
Según la doctrina Pompeo, no es conveniente reducir la producción mundial al nivel de la ‎demanda instaurando cuotas de producción, como hace la OPEP+ desde hace 2 años, sino ‎cerrando las puertas del mercado a varios grandes exportadores –Irán, Venezuela y Siria– cuyas ‎gigantescas reservas han sido descubiertas recientemente y todavía no han entrado en fase de ‎explotación. ‎
Así que Estados Unidos sacará de la gaveta el proyecto de ley NOPEC (No Oil Producing and ‎Exporting Cartels Act). Ese proyecto de ley, con gran cantidad de variantes presentadas ‎al Congreso desde hace 2 décadas, apunta a la supresión de la inmunidad soberana que los países ‎de la OPEP invocan para agruparse como cártel, a pesar de las leyes anti-trust estadounidenses. ‎La adopción de una ley NOPEC permitiría llevar ante los tribunales estadounidenses a las ‎compañías petroleras de todos los países agrupados en la OPEP+, aunque hayan sido ‎nacionalizadas, por haber utilizado su posición dominante en el mercado para favorecer el alza de ‎los precios. ‎
Hay otro elemento fundamental a tener en cuenta. Desde finales de 2017, Rusia se asoció a ‎la OPEP para obtener un alza de precios y aceptó disminuir su producción para alcanzar ese ‎objetivo. Algo indispensable para Rusia, sobre todo porque su economía está sufriendo las ‎consecuencias de las sanciones occidentales y porque sus exportaciones de hidrocarburos son –‎junto a las ventas de armas– su principal fuente de ingresos. Por consiguiente, en la actual ‎situación, los intereses de Moscú coinciden con los de Washington: no inundar el mercado. ‎Es por eso que Rusia no hace nada por ayudar a que Irán exporte su petróleo, como ‎tampoco ha iniciado aún la explotación de las zonas cuyo monopolio está en manos de compañías estatales rusas en Siria. Por esa misma razón, Rusia tampoco ayudará a Venezuela a ‎exportar su petróleo. ‎
Rusia salvó a Siria de los mercenarios yihadistas de la OTAN, sin comprometerse a ir más lejos. ‎Ahora es testigo pasivo del lento derrumbe de ese país, otrora próspero, cuya situación, ‎sin llegar a la hambruna que ya asola Yemen, ha tomado inexorablemente ese camino. ‎
La diferencia entre Rusia y Estados Unidos es que Washington no sólo quiere estabilizar la oferta ‎mundial de hidrocarburos sino también determinar hacia dónde fluyen. De ahí las presiones que ‎Washington ejerce simultáneamente sobre la Unión Europea y, por separado, sobre cada uno de sus países ‎miembros para detener la construcción del gasoducto Nord Stream 2. ‎Su objetivo es impedir que la Unión Europea utilice los hidrocarburos rusos. Si Estados Unidos ‎lograse alcanzar ese objetivo, Rusia desviaría el flujo de sus hidrocarburos hacia China, que ‎no podría pagar los mismos precios. ‎
Para responder a las demanda de la Unión Europea, Estados Unidos está construyendo en varios ‎de sus países grandes puertos capaces de recibir el gas de esquistos estadounidense. Mientras ‎tanto, Rusia acelera la construcción de otro gasoducto, el Turkish Stream que sería otra vía más ‎para hacer llegar su gas a la Unión Europea. ‎
Por otro lado, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos está bloqueando todas las ‎posibilidades de transporte de petróleo iraní o venezolano hacia Siria. Los datos que maneja el Departamento del Tesoro demuestran que la CIA comenzó a observar ese comercio desde la ‎elección misma de Donald Trump, incluso durante el periodo de transición entre la administración ‎Obama y la suya, lo cual confirma que la política de la administración actual gira alrededor de la ‎cuestión energética. En la medida en que Siria no está en condiciones de explotar por sí misma ‎sus reservas y en que Rusia deja pasar el tiempo, la actitud de la Casa Blanca hacia Siria es ‎diferente. Allí se trata de impedir la reconstrucción y de hacerle la vida imposible al pueblo sirio. ‎Así que la CIA está empeñada en una intensa labor de sabotaje contra todo aprovisionamiento ‎energético destinado a Siria. Por ejemplo, ya en este momento la mayoría de la población siria ‎no tiene gas para la calefacción ni para cocinar y, en febrero, un tanquero turco cargado con ‎combustible iraní para Siria estalló frente al litoral sirio, cerca de Latakia. El incidente, ‎probablemente un sabotaje, provocó la muerte de toda la tripulación y una marea negra que ‎no se ha mencionado en ningún medio de la prensa occidental.‎
Estimando que el Hezbollah participa en el gobierno libanés para servir los intereses iraníes, ‎la administración estadounidense ha incluido el Líbano en su prohibición de exportar ‎hidrocarburos. Durante su reciente estancia en ese país, Pompeo trató de imponer una ‎delimitación de las aguas territoriales que pondría las reservas libanesas de hidrocarburos bajo control de Israel. ‎
En Latinoamérica, donde Venezuela envía petróleo a Cuba a cambio de la participación de los ‎médicos cubanos en la atención a la población, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos ‎ha anunciado la adopción de sanciones contra toda empresa que participe en las entregas de ‎petróleo venezolano a Cuba, medida que Washington justifica atribuyendo a los militares cubanos ‎el respaldo de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana al presidente constitucional Nicolás ‎Maduro. ‎
Las evoluciones previsibles
Por el momento, la única posibilidad de éxito de la política de Donald Trump depende de que ‎su administración logre reducir la demanda de hidrocarburos en su propio país. Hasta ahora, ‎Estados Unidos destinaba los hidrocarburos principalmente a alimentar los automóviles, lo cual ‎explica el desarrollo de una serie de proyectos para la concepción de automóviles eléctricos. Para ‎Estados Unidos consumir petróleo para producir electricidad es mucho más rentable que utilizar el ‎combustible directamente en los automóviles. Además, la electricidad puede obtenerse de ‎diversas fuentes, en territorio estadounidense, a bajo costo y a precios estables. ‎
Es importante precisar que el desarrollo de automóviles eléctricos no tiene nada que ver con los ‎ideales sobre la necesidad de reducir las emisiones de CO2 (dióxido de carbono) para evitar el ‎calentamiento global. En primer lugar, la fabricación de baterías puede ocasionar importantes ‎emisiones de CO2, además de que la generación de electricidad puede ser una fuente de ‎emisiones de CO2 mucho más significativa que el petróleo si la electricidad se obtiene a partir del ‎carbón, como en Alemania y China. ‎
En todo caso, el consumo de petróleo también evoluciona. A escala mundial, el destino del ‎petróleo ya no es principalmente el sector del transporte sino la fabricación de plástico. ‎
Estados Unidos no permitirá que Irán, Venezuela y Siria exporten sus hidrocarburos hasta el año ‎‎2023 o el 2024, cuando su propia producción de hidrocarburos de esquistos comenzará a disminuir ‎rápidamente, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Cuando llegue ese momento, ‎volverá a cambiar todo el tablero geopolítico. ‎


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