lunes, 17 de junio de 2013

El origen de la guerra contra Siria y la «primavera árabe»




La larga duración de la agresión a Siria está provocando que afloren a la luz numerosas informaciones que afectan al conocimiento de la génesis del conflicto. En el imaginario montado por la propaganda occidental, la falta de libertad que azotaba el país hizo que se produjeran revueltas populares que, al ser contestadas con violencia desmedida por parte de la dictadura, no dejaron más remedio a los opositores que tomar las armas. El dictador, al reprimir los deseos legítimos de libertad de su pueblo con un baño de sangre, se convierte así en representante de un régimen que carece de legitimidad y que deja de estar protegido por las leyes internacionales, de manera que la injerencia pasa a estar justificada e incluso se convierte en una obligación humanitaria para los gobiernos democráticos y cualquier persona de buena voluntad.

Afortunadamente, esta versión edulcorada de los hechos cada día cuenta con menos adeptos. Y es que la credulidad de la opinión pública tiene sus límites. Tras las mentiras de la guerra de Irak, las los montajes sobre el programa militar nuclear de Irán y los cuentos construidos sobre la invasión de Libia, pocos confían en la historia oficial. Sin embargo, algunos se aferran a ella por su adscripción ideológica con el atlantismo belicista o el sionismo más recalcitrante o por compartir la visión pastoril de un pueblo alzado contra el tirano que, con tanto ahínco, han construido los servicios secretos occidentales en una operación previa de relaciones públicas conocida en los ensayos de Chomsky sobre comunicación y propaganda como de «generación de consenso». Consenso absolutamente indispensable para que las ciudadanías de países formalmente democráticos aprueben las futuras violaciones —cometidas por sus gobiernos— de la legalidad internacional, los derechos humanos o el derecho humanitario.

Siempre se solía decir que para que McDonalds penetrara en un país hostil, primero había que enviar a la Mcdonnell Douglas. Sin embargo, habría que añadir al viejo aforismo la preparación del terreno hecha por las divisiones mediáticas, fundamental sobre todo tras la adversa reacción de la opinión pública frente a la guerra de Irak. No podemos olvidar tampoco el anuncio oficial de la creación de una agencia para la intoxicación y la propaganda bélica, cuyo primer anuncio fue desmentir su propia existencia después del revuelo que se armó en Estados Unidos con la bendición del uso de la mentira contra sus propios ciudadanos con el objeto de que no impidieran la consecución de la agenda política internacional del país.

Afirmar pues, que se está de acuerdo con la visión de un conflicto orquestada por las instituciones mediáticas occidentales equivale a apoyar la preparación de la guerra, son secuencias lógicas del mismo proceso. Un proceso puesto en marcha en bastantes ocasiones de manera más o menos diáfana desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días. Por eso, algunas posturas de parte de la izquierda son tan difíciles de asumir, apoyar el planteamiento precocinado del conflicto y discrepar con el desenlace programado por los mismos estrategas es un contrasentido integral. Quizá hace algo más de un año podría otorgarse el beneficio de la duda a los orígenes de la crisis, pero a estas alturas del partido, hay ya suficiente información contrastada como para seguir manteniendo contra viento y marea unos argumentos de buenistas que rayan lo ingenuo.

¿Cuáles son esas informaciones que deberían al menos hacer dudar a los que apoyan la guerra contra Siria o el planteamiento que los militares han preparado para que la consideremos como un mal menor? Algunos de ellos ya se han tratado en los biTs con cierto detenimiento. En primer lugar, tenemos las declaraciones del general norteamericano Wesley Clark en 2001 en las que afirmaba la intención de Estados Unidos de invadir 7 países. ¿Adivinan cuáles? Seguro que sí. En la lista estaban Irak, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán… y por supuesto Irán, el plato fuerte de la estrategia. El motivo fundamental es también fácil de adivinar, la presencia de petróleo o la necesidad geográfica de contar con su territorio para movilizarlo a bajo precio, algo tan importante a veces casi como la existencia in situ del oro negro.



Lógicamente, en un juicio, esta sería sólo una prueba circunstancial. Sigamos pues adelante. Wikileaks desveló al publicar los papeles de la CIA en la sombra, los documentos de Stratfor, que comandos occidentales de la OTAN estaban operando sobre el terreno desde 2011 para preparar a
los «rebeldes», pertrecharlos y hacer de ellos un ejército, liderando de hecho el golpe de estado contra el gobierno.Estas informaciones se refieren a los primeros momentos de los ataques armados contra el gobierno, aunque no a las revueltas supuestamente pacíficas que estaban en el origen del conflicto.

Entran en juego aquí las recientes declaraciones del ex ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Roland Dumas, durante una reciente entrevista con el canal parlamentario francés LCP. En ellas afirma lo siguiente:

Yo estuve en Inglaterra dos años antes de la violencia en Siria por otro asunto. Me reuní con altos funcionarios británicos, que me confesaron que estaban preparando algo en Siria.
Esto fue en Gran Bretaña, no en Estados Unidos. Gran Bretaña estaba organizando una invasión de rebeldes en Siria. Incluso me preguntaron, aunque ya no era ministro de Asuntos Exteriores, si me gustaría participar.

De ellas se deducen dos cuestiones fundamentales. Reino Unido, posiblemente junto a EEUU y Francia planearon mucho tiempo atrás la desestabilización de Siria. Por otro lado, el objetivo fundamental es la planificación de una invasión, lo que no hace sino reafirmar el carácter exógeno de los «rebeldes», según informaciones recientes de periodistas de Die Welt, en un 95% de procedencia extranjera. Pensar que los disturbios que dieron lugar a la guerra fueron espontáneos es desconocer cómo funcionan los movimientos sociales. Hablar de levantamientos en pos de la democracia en feudos integristas a la salida los viernes de las mezquitas es simplemente ridículo. Informaciones occidentales hablan del apoyo al gobierno de Assad de entre un 70 y un 75% en unas futuras elecciones, frente a un apoyo a los rebeldes que apenas llega al 10% de la población siria.



Ese es el verdadero problema de Siria. Occidente no puede apoyar una salida democrática porque equivaldría a dejar las cosas como estaban antes de la invasión, quizá peor, ya que el apoyo al gobierno del país no ha hecho sino crecer desde el inicio de la crisis. Los crímenes de guerra, el canibalismo, las decapitaciones, los degollamientos, la violencia gratuita, los asesinatos sectarios contra todas las minorías, las ejecuciones, el uso de armas químicas, el tráfico de órganos, la trata de blancas, etc., seguro que tienen bastante que ver con la percepción que de los «rebeldes» tiene el pueblo sirio.

Al Qaeda es la facción militar más importante de los que luchan contra Siria, todas las demás fuerzas están supeditadas o coaligadas a los terroristas, como hemos visto recientemente en Alepo donde el batallón de al Nusrah ha hecho frente común con el Ejército Libre Sirio o lo que queda de él. Es en este contexto de descrédito de los contras en el que Estados Unidos se inventa las acusaciones de uso de armamento químico que, previamente, había establecido como una línea roja que marcaría el inicio de una intervención más directa contra Siria. Las pruebas no son en absoluto fiables, ni si quiera para los aliados incondicionales del imperio, entre otras cosas, porque no tienen ningún sentido contando con una superioridad armada muy evidente, tener que usar sarín o similar para matar a unos pocos rebeldes de las decenas de miles que han muerto en combate en estos dos años. No obstante, por primera vez ya no se habla de ataques químicos contra la población civil, sino contra opositores armados, sin lugar a dudas un enorme punto de inflexión en las labores de propaganda, que tendía a considerar a civiles a los opositores e invasores armados para desnaturalizar y deslegitimar al gobierno del país.

La oposición ha perdido la guerra en su concepción actual. Si EEUU, la OTAN, Israel y la Liga Árabe quieren revertir la situación, necesitan cambiar la estrategia. De ahí la aprobación del rearme de los mercenarios, el nuevo estudio de una zona de exclusión aérea, los planes de magnicidio y la posibilidad de una intervención militar directa. Tras Qussayr y su entorno, Alepo está sitiada, los suministros de armamento están cortados para los terroristas y el avance del ejército es inexorable. Si las potencias no lo remedian, Al Qaeda y sus aliados serán barridos definitivamente de la región del norte. Esa es la situación en el dramático teatro de operaciones. Los agresores saben que, si no actúan decididamente cuanto antes, están perdidos del todo. Sólo si la disuasión rusa surte efecto, será posible evitar un aumento de la escalada bélica aunque ello supondrá el preparar un futuro con nuevos actores regionales que han llegado para quedarse.

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