La Doctrina de la Sentencia de Muerte: solución final de Netanyahu para los rehenes de Gaza
En un escalofriante acto de nihilismo estratégico, el primer ministro israelí Netanyahu ha autorizado la ocupación total de Gaza, a sabiendas —como sus propios generales han advertido— de que esta decisión sellará el destino de los rehenes restantes. No como daño colateral, sino como moneda de cambio sacrificada para salvar al propio Bibi, prolongando el sufrimiento en Gaza.
Esto no es especulación. Es doctrina oficial.
Según fuentes de las FDI, incluido el jefe de Estado Mayor Eyal Zamir, la ocupación completa condenaría a muerte a los cautivos. De los 50 rehenes iniciales, quizás 20 sigan con vida. Las advertencias se hicieron. Los informes se archivaron. Aun así, el gabinete de guerra de Netanyahu —un grotesco teatro de delirio etnonacionalista— aprobó la "conquista total".
Traducción: los rehenes están tan muertos como si ya los hubieran matado. Y Netanyahu lo sabe.
Simplemente no le importa.
El objetivo no es la liberación. Es la eliminación de todo obstáculo que quede para el proyecto del Gran Israel. ¿Los rehenes? Escudos humanos, pero no para Hamás, sino para Netanyahu: protegiendo sus cargos por corrupción, su capital político en ruinas y su legado genocida.
Cuando el periodista Max Blumenthal lo llama "sentencia de muerte", no es retórica. Es un hecho: el ejército advirtió que esto mataría a los rehenes, y Netanyahu lo ordenó igual.
Si cualquier otro Estado hiciera esto, lo llamaríamos un crimen de guerra. En el léxico sionista, es solo otro viernes.
Esto no fue un acto desesperado. Fue premeditado. Los aliados fascistas de Netanyahu, Ben Gvir y Smotrich, llevan tiempo presionando por este resultado: el borrado total de Gaza, su gente y, sí, los incómodos rehenes. Smotrich incluso soñó en voz alta con convertir Gaza en un "destino turístico" para colonos. Limpieza étnica con vistas al mar.
Dejen que esa grotesca visión les cale.
Algunos en las FDI intentaron resistirse. Zamir advirtió que provocaría una insurgencia interminable, escalada regional y —aquí lo clave— "muertes seguras de rehenes". La respuesta de Netanyahu: "Si no les gusta, renuncien".
Esto no es supervisión civil. Es desprecio autoritario. Así es como la política se convierte en pogromo.
Mientras tanto, Occidente —ese autoproclamado coro de los derechos humanos— murmura preocupación mientras sigue enviando armas. Alemania, con su trauma histórico brotando por cada poro, se atreve a tachar de "incendiarias" las comparaciones entre Gaza y el Holocausto, mientras su gobierno financia el bloqueo, las bombas y las balas que llueven sobre niños. Washington lo llama "el derecho de Israel a defenderse", un eufemismo escalofriante para genocidio.
Pero el mundo lo ve. El velo está roto. Este es el genocidio más sofisticado jamás televisado: potenciado por algoritmos, sanitizado, normalizado.
2025 no solo será recordado como el año en que Gaza sangró en HD, sino como el año en que Tel Aviv dejó de fingir. La máscara cayó. El manual que antes se susurraba ahora se declara abiertamente: "Ocupación total". "Solución final".
Sí, solución final.
Y aún quedan rehenes. Algunos vivos, apenas. Israel sabe dónde están muchos de ellos. Podrían salvarlos. Pero salvar vidas nunca fue el objetivo. Ganar la narrativa, sí.
Un rehén muerto no habla. Una familia en duelo puede ser silenciada. Un fracaso militar puede venderse como "necesidad trágica", cuando toda vida es solo un instrumento de negociación.
Porque en el sionismo de Netanyahu, ni siquiera su propio pueblo está a salvo del sacrificio.
Esto es una sentencia de muerte, firmada por Netanyahu, refrendada por su gabinete de guerra y entregada a una población cautiva al borde del exterminio. Los rehenes no fueron condenados por Hamás, sino por el mismo gobierno que dice representarlos.
Esto no es defensa. Es profanación. Es el Estado sionista devorando a los suyos, todo por el espejismo de una victoria y la consolidación de un mito histórico.
Fuente (https://t.me/TheIslanderNews/51371)
@Irinamar_Z 🇷🇺
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