Occidente comercial sin conciencia y petromonarquías despotas árabes van de la mano
Mucho se habla en las democracias de Europa y de Estados Unidos de respeto de los derechos humanos, de las libertades fundamentales de los pueblos y otras nobles causas, en donde cualquier persona normal está dispuesta adherir, pero en el fondo, los responsables políticos de estos sistemas y los poderosos hombres de negocios de la componen han vendido hace tiempo su alma y conciencia a los únicos intereses comerciales. Por eso es que mientras la prensa corporativa de estos sistemas exige que se bombardee Irak, Libia, Siria e Irán en donde sus negocios y dominación son desfavorables continúan sus lucrosos negocios con regímenes déspotas sin decir nada. Nuestro colega Pepe Escobar describe el caso de las petromonarquías del Golfo.
Foto arriba: Hamad bin Isa al-Jalifa actual rey de Bahréin.
Ver la foto original del manifestante pacífico barení acribillado a balazos por la policía del rey.
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Ver la foto original del manifestante pacífico barení acribillado a balazos por la policía del rey.
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Y el ganador es… el Club Contrarrevolucionario del Golfo (CCG), también conocido como Consejo de Cooperación del Golfo.
La fiesta de celebración colectiva es el Gran Premio de la Fórmula 1 de este fin de semana en Bahréin, completa, con baldes de [champaña] Moet y el estruendo de los Ferrari. Ved cómo una camarilla de jeques suníes dicen a la«comunidad internacional»: vencimos, es nuestro camino o la (ardiente) carretera del desierto.
¿Cómo no iban a regocijarse? Las olas rebeldes de esa nociva Primavera Árabe nunca tuvieron la menor posibilidad de agitar las plácidas aguas del Golfo. La llegada del circo del Rápido Hombre Blanco de la Fórmula 1 –una espectacular operación de relaciones públicas– prueba que el CCG es tan «normal» como un príncipe árabe que se divierte en Montecarlo con una rubia en un Ferrari 458.
¿A quién interesa que los activistas bahreiníes hayan enviado una carta al emperador de la Fórmula 1, Bernie Ecclestone, denunciando el estado de sitio en el plácido reino de la dinastía al-Khalifa, los asesinatos y torturas a los manifestantes pro democracia, los miles de personas que siguen en las cárceles y la ausencia de los derechos humanos más básicos? Algo semejante no preocupa al Rápido Hombre Blanco.
¡Venganza!
Estratégicamente, el CCG se inventó –con una esencial contribución estadounidense– para defender a esas pobres petromonarquías del Golfo de los males de Sadam Hussein y de los jomeinistas iraníes, con sus miembros que incluyen a Bahréin, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. Pero cuando estalló la revuelta árabe en el norte de África en 2011 y luego llegó al Golfo, a Bahréin, e incluso generó protestas en Omán y en Arabia Saudí, las petromonarquías enfrentaron un mal mayor que simplemente las petrificó: la democracia. Había que proteger a toda costa el statu quo.
El rey Hamad al-Khalifa, técnicamente, pidió «ayuda» al CCG para aplastar el movimiento por la democracia en Bahréin. En realidad, la Casa de Saud ya había organizado una invasión a través de la carretera que une la capital Manama con Arabia Saudí. La rotonda de la Perla en Manama –la Plaza Tahrir de Bahréin– tuvo que ser literalmente demolida completamente por la dictadura de al-Khalifa para borrar todo recuerdo físico de las manifestaciones.
Para el CCG y su jefe, la Casa de Saud, no solo «contuvo» a Barhein, sino que además aplacó a los súbditos saudíes con sobornos multimillonarios.
También se abrieron amplias posibilidades de beneficiarse con el agujero negro geopolítico del norte de África.
También se abrieron amplias posibilidades de beneficiarse con el agujero negro geopolítico del norte de África.
Desde que la Casa de Saud y el emir de Catar, Hamad al-Thani, se pusieron de acuerdo, han logrado bastante, a pesar de los recientes rumores de un golpe militar contra el emir. El bombardeo «humanitario» de Libia representó el cenit del abrazo OTAN/CCG, con Catar en la vanguardia y la Casa de Saud dirigiendo, en cierto modo, desde atrás.
Los dividendos fueron fabulosos. Abdel Hakim Belhaj es ahora comandante militar de Trípoli; no es solo un exyihadista vinculado a al Qaida, también está muy ligado a los servicios de espionaje cataríes.
Ahora Catar y Arabia Saudí reproducen su acumen geopolítico en Siria: en ausencia de la OTAN, arman mercenarios –incluidos yihadistas y rebeldes libios de la OTAN trasplantados– imponiendo una guerra civil. La Casa de Saud y Catar saben que la apuesta por la inflamación de divisiones sectarias suníes-chiíes siempre es bien recibida en Washington.
Y también existe la ventaja adicional mayor penetraciónwahabí en el norte de África, mediante el financiamiento de islamistas en Túnez y Egipto. Catar ha ofrecido 10,000 millones de dólares a la Hermandad Musulmana en Egipto. Y ahora Catar controla de hecho una gran parte de los recursos energéticos de Libia, lo que significa que se beneficiará generosamente de las exportaciones de gas a Europa.
Doha se puede ver como una versión mucho más apetitosa del Riad Medieval, además de arquitectura vanguardista y de Qatar Foundation impresa sobre camisetas del FC Barcelona. El astuto emir está más que contento de complacer a la galería anglo-francesa-estadounidense y de utilizar todo tipo de parafernalia occidental en la mayor trama de un artículo de portada en el Golfo para el rediseño occidental de la geopolítica de Medio Oriente.
En esencia se puede llamar la Rápida y Furiosa VenganzaSuní. Tal como la ven los jeques, están ganando una guerra sectaria contra los chiíes en Irán; chiíes en Bahréin; Hizbuláen el Líbano; los alauíes en Siria; y están a la ofensiva contra el gobierno de mayoría chií de Bagdad.
Para el Rápido Hombre Blanco, se trata de solo distantes estruendos en tierras bárbaras.
¿Qué importa si cualquiera que compra una entrada para el Gran Premio de Bahréin está apoyando a una dinastía suní asesina, retrógrada e impopular en su país?
Tampoco les importa un comino a los propios jeques. Por lo tanto, divirtámonos todos con el Gran Premio de la Primavera Árabe bañado en sangre y champaña.
¿Qué importa si cualquiera que compra una entrada para el Gran Premio de Bahréin está apoyando a una dinastía suní asesina, retrógrada e impopular en su país?
Tampoco les importa un comino a los propios jeques. Por lo tanto, divirtámonos todos con el Gran Premio de la Primavera Árabe bañado en sangre y champaña.
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