jueves, 23 de agosto de 2012

La humanidad necesita paz y equilibrio socio-económico



Por: Aixia Alfonso

Resulta lamentable que en pleno siglo XXI la humanidad involucione en múltiples aspectos. Existe mayor indiferencia- por parte de quienes atesoran las mayores riquezas del planeta- ante la agresión al medio ambiente, ante la pobreza y muerte de millones de personas en el mundo que no tienen ni el mínimo recurso para subsistir.
¿Cuáles son las causas?
La comunidad internacional las conoce y han sido expuestas año tras año en la Organización de Naciones Unidas. Y sin embargo, los más ricos, aquellos que todo les sobra prefieren desechar lo viejo y adquirir al por mayor, con sus miles de dólares, nuevos coches, casas, haciendas campestres, comprar islas, todo a su antojo, mientras existen niños, mujeres, y ancianos que agonizan hasta morir, por carecer hasta del pedazo de pan, que algún día pudo salvarlos.
La degradación moral de un sistema y hasta de una persona tiene muchas facetas, pero cuando llega a convertirse en un promotor de muertes a través de potenciar desigualdades, xenofobia, guerras, cacería de brujas, y hasta engendrar terroristas, ha alcanzado su máxima degeneración humana, y está presto, quizás sin proponérselo, a inducir su propia extinción, como ocurre con el neoliberalismo capitalista.
¿Cómo es posible que un Estado que respete a sus ciudadanos y las leyes internacionales creadas para fomentar paz, estabilidad y desarrollo, viole de manera tan descarada códigos éticos y legislaciones instituidas luego de la Segunda Guerra Mundial para evitar holocaustos de consecuencias impredecibles?
Hoy la comunidad de naciones observa estupefacta la manera en que algunos gobiernos financian mercenarios para que invadan y desestabilicen países, invierten sumas millonarias en armamentos y sofisticadas tecnologías para matar, las cuales solo pueden alcanzar un fin; asesinar seres humanos, liquidar especies biológicas y recursos que pueden salvar al planeta, víctima de la irracionalidad y las desmedidas ambiciones de unos perturbados mentalmente que ostentan el poder en algunas naciones.
En vez de impulsar la destrucción del ecosistema y la vida humana en peligro de extinción, debían surgir en los países más ricos y desarrollados, líderes intrépidos y de verdad, capaces de encontrar fórmulas honorables para librar al mundo de la barbarie que representa el estímulo a conflictos nucleares y a guerras rapiñas como las que viven y se extienden en la actualidad por pueblos de África y el Medio Oriente.
Para minimizar los efectos de la crisis global que invade el planeta, lo que necesita la humanidad es estadistas con vergüenza, que hagan prevalecer los intereses de las grandes mayorías y no los bolsillos de aquellos que han vivido siempre del sudor y el sacrificio de los pueblos.
La colaboración y ayuda mutua socio-económica a través de una integración que a todos beneficie, así como invertir más en desarrollo e infraestructura y menos en armamentos, seguramente contribuirá a lograr que el mundo sea más equitativo y seguro.
Es momento de concienciar a los gobiernos para que centren todos sus esfuerzos en buscar una salida digna a los acuciantes y graves problemas de este siglo, los cuales son cada vez más peligrosos, y afectan la existencia misma del planeta.

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