¡No más! a los acólitos del neoliberalismo
Mala fortuna de los cucuteños, venir, el expresidente Uribe, a buscar nuevos ruidos con las autoridades del gobierno bolivariano. Este encomendero del diablo urdió conspiraciones y ejecutó agresiones contra países vecinos alborde de impredecibles consecuencias. Que no se olvide la causa de la gravísima caída de las exportaciones colombianas a la República Bolivariana de Venezuela. Estas tenían un techo superior a los 7 mil millones de dólares y descendieron vertiginosamente hasta ubicarse por debajo de mil millones.
Aquellos días difíciles, marcaron un hito en que parece haberse anclado la dinámica productiva y comercial de algunos sectores de la economía regional con consecuencias que trascendieron en la economía de decenas de miles de familias cucuteñas, que como casi todas las del país, también se desencantaron de la llamada prosperidad democrática.
La mayor parte de la dirigencia política regional y local asumió complaciente actitud con esa hidra que se revuelca presa de odios y venganzas. Monstruo que engendró las peores criaturas con arsenales suficientes para sembrar terror, descuartizar seres humanos indefensos, desplegar un modelo económico como el monocultivo de la palma africana basado en el robo de tierras, desplazamiento, humillaciones, extorsiones, robo de viviendas, vehículos, ganados, establecimientos comerciales y otros bienes, como ocurrió en Norte de Santander.
Esa misma dirigencia seguramente llame a respaldar iniciativas como la Constituyente promovida por el uribismo, con el irrefutable propósito de blindarse de las investigaciones en curso por los crímenes que se le imputan relacionados con íntimos vínculos con el paramilitarismo, el narcotráfico, la corrupción, las chuzadas del DAS, el cohecho para su reelección y tantas infamias que destilaron de la Casa de Nariño, que por cierto,deshonra el nombredel primer defensor de los derechos humanos en nuestra patria.
Uribe, también en Cúcuta, vomitó lenguaradas de aversión fascista con el aplauso de unos y el silencio cómplice de otros. Más les importan las nefastas aspiraciones de los exponentes de la seguridad democrática, la confianza inversionista (multinacional) y la cohesión social, que el sentir de una región profundamente deprimida económica y socialmente. Ellos, institucionalizaron la influencia de las mafias del narcotráficoapresurando la descomposición del Establecimiento. No tienen autoridad moral para elevar una sola voz disonante. Claro que no, si los encontramos en el sainete de espectacular actuación parlamentaria que firman las leyes sin leer la letra gorda ni la menuda, como la del expresidente del Congreso, senador Juan Manuel Corzo Román, uno de los deudospolíticos del paramilitar Bloque Catatumbo al mando de Salvatore Mancuso.
Suficiente, un poco de sentido común, para comprender las culpas de esta corrompida clase política con la embarazosa situación de crisis regional. Con la credencial que se presenten, no son más que una extensión de un fenómeno anacrónico, enfermizo, de esa pandemia violenta del capitalismo salvaje que ha degenerado en todas las miserias, conduciendo al país a ser uno de los finalistas mundiales en desigualdad, pobreza y terrorismo de Estado.
La tozuda realidad, reafirma que la orientación de la verdadera perspectiva política está en la más amplia unidad hacia una opción democrática y popular que blinde a los colombianos de los efectos de la crisis mundial, sobre la base de impulsar un desarrollo económico, ambiental y socialmente sostenible y sustentable, como influjo de la iniciativa creadora de las mayorías, que además, están llamadas a edificar la nación política, social y culturalmente en los más preciados valores de humanidad.
Los odios, conducen a la deshumanización y a la guerra como un instrumento ciego de dominación y destrucción. Que la guerra no sea una condición insuperable como camino de liberación. Nuestro pueblo, debe ganar los escenarios que rompan esa doctrina corrupta, mafiosa, violenta y nefasta que ha inspirado al Estado, con graves impactos en la sociedad. Es necesario entonces, construir una política sobre la base del diálogo y el análisis colectivo y constructivo, que defina un proyecto representativo e incluyente, con una clara orientación estratégica dela nueva Colombia.
La llave de la paz debe girar por el lado que se abren las puertas a la esperanza, de la solución política al grave conflicto del país. Llegó la hora de los colombianos decentes, de reivindicar el acervo patriótico y democrático que se quiso sepultar con el crimen político, de decirles:¡no más! a los acólitos del neoliberalismo.
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