La denominada ¨Cumbre de Las Américas¨ es una ficción que entra en contradicción filosófica con otras denominaciones, como la que usaba José Martí, que hablaba de ¨Nuestra América¨ (para diferenciarla de una América de otros, anglosajones), o la llamaba Simón Bolívar: ¨La Patria Grande¨ para reafirmar el integracionismo latino, desde el Río Bravo hasta la Patagonia, por el que luchaba y supuestamente “araba en el mar”.
En la Primera Cumbre (1994) llamaron a “los muchachos” a Miami, a escuchar unas cuantas ofertas de moderación para que vayan dejando de ser “el patio trasero” del todo poderoso gigante.
Reunidos en el paraíso de los gusanos desertores, de los prófugos de delitos de peculado y de los autoexiliados que huyeron para no rendir cuentas a la justicia, resultaba natural y hasta obvio que allí no estuviera Cuba, la apestada, la proscrita, la embargada.
¿Por comunista? ¡No, hombre! Si los gringos, por intereses comerciales y/o geopolíticos tienen amistad con todos los países gobernados por comunistas.
Lo que pasa es que Cuba, durante 53 años, nunca aceptó bajar la cabeza para que la humillen, no dobló las rodillas y, desde Martí hasta Fidel supieron elevar el significado de la palabra dignidad.
Cinco cumbres anteriores transcurrieron con similar esquema hasta que a otro irreverente, Correa, se le ocurre condenar el colonialismo inglés en las Malvinas y preguntarse a sí mismo, preguntar en el ALBA, preguntar a UNASUR, preguntar a “Las Américas” y al mundo entero, ¿Y por qué no va Cuba a la 6ª Cumbre en Colombia?
“Porque no ha sido invitada”.
“¿Y quién tiene que invitarla?”
“Los gringuitos del Norte, ellos son los que imponen el consenso”.
“¿Y quién tiene que invitarla?”
“Los gringuitos del Norte, ellos son los que imponen el consenso”.
Se cacarea afirmando que el hemisferio es democrático, en donde la mayoría es la que manda y el consenso se logra cuando la minoría (de 1) respeta la voluntad de la mayoría (de 33).
Cuba nunca jamás pidió que la inviten a esas cumbres. Todos los presidentes que han opinado creen que Cuba, por dignidad del continente, debe estar en la Cumbre.
Se ha dicho que en Cartagena se va a hacer la concesión de tratar el tema de Cuba, pero se le niega el derecho de escuchar, peor de opinar.
Colombia no tiene culpa alguna de la situación creada por la prepotencia y la intolerancia divisionista. El gesto de Santos de visitar Cuba vale más que mil palabras tartamudeadas por los pity-yankis, que aplauden sumisos que América, “Nuestra América”, “La Patria Grande” pueda ser mutilada.
Que Correa asista o no a la Cumbre, nadie le quita el mérito de haber puesto un dedo digno en la llaga imperial.
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