En el panorama mundial los expertos lo dicen: empezó una nueva guerra fría. Y frente a ello hacen una aclaración: no será igual, ni a favor de EE.UU. La razón: en el mapa, Obama tiene todas las de perder. En cambio, Irán ha consolidado tesis y acciones que legitiman su posición en la geopolítica, con la participación “activa” y a su favor de otras potencias, como Rusia y China, frente a las cuales EE.UU. poco ya tiene que imponer ni condicionar.
Por ejemplo: el 4 de diciembre, la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas aprueba, por 118 votos a favor, una resolución propuesta por Irán: pedir a los países con arsenales nucleares a comprometerse con el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Según uno de los artículos de la citada resolución, esos Estados que disponen de arsenales nucleares, y que todavía no son miembros del TNP, deben poner todas sus actividades bajo supervisión del TNP y destruir sus armas de destrucción masiva lo antes posible. Los dos únicos países que votaron en contra fueron EE.UU. e Israel. ¿Cómo se entiende entonces que frente a una decisión mundial, planetaria, esos países se niegan cuando el discurso que ahora enarbolan es que Irán busca una guerra nuclear?
La resolución es clara: “destruir sus armas de destrucción masiva lo antes posible”. ¿Quién tiene la mayor cantidad de esas armas? ¿No es EE.UU.? Por lo mismo, en función de esa realidad, además de las que están ocurriendo en el campo musulmán (africano, europeo y asiático), no es descabellado afirmar que empezó una nueva guerra fría, esta vez con la prevención de parte de Washington de no atacar, invadir o agredir a Irán, sino de someterlo a una presión diplomática, económica y cultural para neutralizarlo como un potencial rival y hasta contradictor directo tras la supuesta desaparición de amenazas como las de Irak o Libia.
Si antes fue la desaparecida Unión Soviética, por la disputa ideológica y cultural que afrontaban, mucho más que la económica y armamentista, ahora no está por demás advertir que se trata de una “guerra ideológica” con el mundo musulmán, donde Irán sostiene, por diversos motivos, un lugar estratégico. La confrontación es mucho más intensa porque se enfrentan dos “universos”, uno de los cuales, además, ha demostrado su capacidad bélica con éxito para defender su cultura, economía y poder geopolítico.
Eso explica, con sobradas razones, la importancia y trascendencia que le dan quienes defienden la línea estadounidense, dentro y fuera del Ecuador. Y por eso se entiende el aparataje cultural montado para desvirtuar y desprestigiar política y culturalmente a Irán, anteponiendo una supuesta “salvación” mundial a la hora de defender la maquinaria cultural y militar de EE.UU.
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