Tras siete años de gestión, el líder de la Revolución Ciudadana evalúa fundamentalmente la transformación política. Señala que en adelante la gente no votará por el perfil de los políticos de la derecha y el populismo. Y en la economía reconoce que su lucha fundamental será el Código Financiero.
Rafael Correa, presidente del Ecuador.
La entrevista fue realizada el martes 14 de enero en Quito y Esmeraldas.
Rafael Correa no tiene este año propósitos explícitos como los tres que se impuso en 2013 y que pudo cumplir: ganar en primera vuelta, ascender al Cotopaxi y ver a Emelec campeón. Ahora su objetivo inmediato es ganar las elecciones del 23 de febrero con la lista 35.
El economista y catedrático ha ganado una enorme experiencia en el conocimiento de su país: no hay rincón o proyecto en marcha que no pase por su mente, incluso las cifras de sus costos y sus ventajas sociales. Por ejemplo, el martes pasado, tras escuchar a los técnicos cómo avanza el puerto artesanal de Esmeraldas, preguntó a quienes le rodeaban si se había previsto construir ahí una guardería para atender a las familias de casi tres mil pescadores. O más tarde, ya en las instalaciones del nuevo aeropuerto esmeraldeño Coronel Carlos Concha Torres, solicitó datos sobre pasajeros, costos e inmediatamente hizo cálculos y propuso salidas y/o rectificaciones.
El Mandatario retiene en la mente los datos y cifras de casi todos los proyectos que ha emprendido.
Cada visita suya a cualquier rincón del país provoca la movilización de personas y organizaciones. Todos quieren hablar, proponerle algo o criticar la gestión de algún funcionario, pero él sabe a qué va y el tiempo es su mayor tesoro. De ahí que su equipo cercano calcule cronometradamente traslado, estancia, discurso y movilización general.
Subido en el avión, no pierde tiempo para sugerirme ver el avance de la carretera hacia el aeropuerto de Quito o para preguntarle a su ministra de Transporte y Obras Públicas, María de los Ángeles Duarte, qué pasó y cuánto se redujo el costo de la obra por un cambio hecho para evitar un paso complejo.
Así como tiene el mapa de obras del país, también en su mente están guardadas las acciones y palabras de la oposición, de la prensa y de algunos analistas y editorialistas. En su lógica política es evidente que no deja espacio para la mentira, la tergiversación o el dato equivocado que sirve para distorsionar su gestión o a su persona.
Se niega a reconocerse como político en la definición tradicional. Sin embargo, lleva dentro y se manifiesta ese político por excelencia: genera política, pone a debatir a sus contradictores, administra las diferencias de sus ministros hasta donde tengan opción de resolverlas sin su presencia, da tips a los candidatos a las alcaldías y prefecturas para sus discursos y es pedagógico con la gente en cada exposición.
Al revisar las fotos de hace siete años, hay imágenes que prueban el paso del tiempo y los cambios ocurridos en el país por donde ha pasado la Revolución Ciudadana. Y en particular, esas imágenes revelan a un Rafael Correa ya maduro y adusto, más reacio a la palabra o al halago fácil. Su intensidad laboral, su tensión política con la oposición y la presión con su gabinete construyen el perfil del presidente futuro cuando deje Carondelet en el 2017.
No piensa en la reelección. Cuando se le consulta sus ojos miran de frente y no evade el tema para pasar a otro porque ya le parece que ha dicho suficiente estos años. Y tampoco deja de lado el humor, a veces ácido, que le provoca a sí mismo risas incontenibles. Explota su capacidad para poner un apodo o para señalar un defecto.
En otras palabras, durante estos siete años (número paradigmático para muchos y en especial para los cartománticos) el presidente Rafael Correa sabe de su liderazgo y de su capacidad para incidir en cada aspecto, pero se le nota también, a ratos, frustrado porque no todo sale a tiempo y porque cree que debería haber mejores políticos en la oposición para cambiar el Ecuador.
‘Los empresarios estaban acostumbrados a lo fácil’
En siete años Rafael Correa cursó una vertiginosa carrera política. ¿Se graduó de político?
No me considero político, al menos no en el sentido peyorativo de la palabra: alguien que quiso hacer una carrera política, empezar como secretario en la Comisaría, luego ser concejal, alcalde, asambleísta, ministro y al final presidente. Se presentó la oportunidad de servir a mi patria y ha sido el más grande honor y la satisfacción de mi vida.
¿Qué aprendió de economía el economista Rafael Correa en la Presidencia de la República?
Muchísimas cosas que no están en los libros. Por ejemplo, que la infraestructura ayuda a la competitividad sistémica. Jamás nos imaginamos el impacto que tendría en la autoestima de la gente una carretera de hormigón totalmente señalizada. Los libros dicen que aumenta competitividad y atrae inversión, pero jamás hablan del cambio de actitud en la gente.
René Ramírez habla de la felicidad como medida del Buen Vivir. ¿Hemos avanzado?
Mucho y tal vez somos líderes a nivel mundial. Gran parte de esa fuente de pensamiento proviene de Senplades y Senescyt con René Ramírez, un tipo muy capaz. El objetivo de la economía es el bienestar humano, ¿pero qué bienestar? Para el materialismo es el consumismo –acumular y consumir cada vez más-, pero es claro que eso no te da felicidad. Lo dice la evidencia empírica: los países más felices no son los más ricos y los países más pobres se consideran felices, lo cual también es un riesgo porque puede haber inconsciencia... No puedes decir ‘qué feliz que soy’ cuando tus hijos se están muriendo de hambre. Tenemos un país diferente, no está desmoralizado y mucho menos inmovilizado, como el de hace siete años. Ha recuperado la autoestima, en gran parte por esa obra, la infraestructura, y eso no te lo enseñan los libros.
La Constitución de Montecristi ha sido el mejor instrumento para cambiar las relaciones de poder.
¿Cuáles han sido los mayores aciertos políticos en estos 7 años?
Para mí, el cambio de actitud de la gente. Vencimos la desesperanza y eso es clave para salir adelante, si no se inmoviliza el país. Ya en el plano más real, el cambio en las relaciones de poder.
¿Se podría “cuantificar” cómo cambiaron las relaciones de poder en Ecuador?
Por supuesto. Antes todo estaba en función del gran capital. Por ejemplo, los contratos petroleros. Se nos llevaban 80 de cada 100 barriles. Renegociamos y ahora 80 se quedan aquí. También la deuda externa. El país se hipotecaba en función de la deuda externa y se podía dejar de dar de comer a la gente, pero se debía cumplir con los compromisos externos, como si no hubiera compromisos internos. Aquí dimos prioridad a servir a la gente y dijimos no pagamos esa deuda ilegítima. Antes por cada tres dólares que iban al pago de la deuda externa uno era para gasto social y ahora ocurre lo contrario. El principal instrumento fue la Constitución de Montecristi. Antes nos dominaba la banca, aunque todavía hay rezagos de eso y tenemos las leyes que produjeron la crisis de 1999; nos dominaba el poder mediático y ahora hay un poder popular.
¿Y su mayor error político?
Bueno, hemos cometido muchos, pero con mucho dolor puedo decir que tal vez mi mayor error político fue haber confiado en Alberto Acosta y ponerlo como presidente en la Asamblea Constituyente.
¿Por qué? ¿Cuánto pesó eso?
Muchísimo... Con muchos más votos que en la actual Asamblea, para una de plenos poderes, tuvimos un taller en Loja donde democráticamente se discutió que sería una Constitución de principios, no reglamentaria. Teníamos seis meses de plazo para en los dos primeros acabar la Constitución y en los cuatro meses siguientes -con mayoría absoluta- ponernos a ejecutar todas las leyes para cambiar la estructura del país. Lo discutimos democráticamente y Alberto -quien siempre habla de la democracia, de participación- hizo todo lo contrario, por su vanidad, porque a estas alturas ya dudo hasta de su convicción. Para que digan que es un gran demócrata se pasó días en discusiones triviales, confió más en sus amigos de siempre como Acción Ecológica, Conaie y Pachakutik. Tú puedes querer a alguien, pero debes conocer sus limitaciones.
¿Cuánto perdió su proyecto político por ese error?
Perdimos varios años. Estamos recién logrando cosas que debimos hacer en la Constituyente.
¿Pudieron aprobar el Código Financiero?
Sí, por supuesto. El pueblo ecuatoriano nos había dado la oportunidad histórica: plenos poderes y mayoría absoluta. Lo que hicimos fue tomar los dos meses adicionales y si no hubiera sido por el ‘Corcho’ (Fernando) Cordero no se acababa esa Constitución. Le pedimos la renuncia a Alberto porque quería extenderse a un año y decía que ya tenía el apoyo de Sociedad Patriótica y los socialcristianos. Yo le dije: “Alberto, cómo puedes ser tan ingenuo”. Quedamos en que no, en que íbamos a acabar en ocho meses, pero ya era irreversible el daño que nos había hecho. Sacamos la Constitución más larga de la historia, 444 artículos, reglamentarista al máximo.
El debate político nacional al parecer se concentra contra o a favor de Rafael Correa.¿Esto no le ha ayudado a la reflexión política, incluso al Presidente de la República?
Se habla de polarización y claro que están polarizados: 85% a favor del Gobierno y 15% que perdieron el poder: los medios de comunicación; los empresarios, que no eran empresarios sino politiqueros que no eran eficientes sino que buscaban rentas, etc. Se lo llama polarización, pero nunca se ha logrado un consenso social tan amplio como en estos siete años. Precisamente por el radicalismo de estos grupos, que es el todo o nada, el debate se polariza. En la calle se ve gente con optimismo, con esperanza, un gran apoyo al proyecto nacional, al proyecto político. Pero el debate sí está polarizado por estos grupos que se resisten a perder su poder. Si por ellos fuese mañana mismo asesinaran al Presidente y tumbaran al gobierno.
¿La política, por fuera del Gobierno, es mejor ahora o no?
Yo creo que sí. Hay cosas que, independientemente de cuál sea el próximo Gobierno, no volverán atrás. Sí hay un gran salto en la calidad de nuestra democracia, en la calidad de nuestra política. Pero, falta mucho, todavía hay rezagos del pasado y, aún, en general, el nivel del debate político es bastante bajo. Ojalá no esté en el Gobierno de 2017 la triste historia de los PRE, de los Sociedad Patriótica, de los PRIAN. ¿Qué eran ellos? Puro y simple populismo, argollas familiares.
¿Por qué la oposición de izquierda le provoca tanta pasión si podría ser, en términos clásicos, su mejor aliada?
Jamás sería mi mejor aliada porque para empezar yo dudo mucho de que sea izquierda. ¿Qué es la izquierda? Renovación, cambio. ¿Cuál es el partido más conservador de Ecuador? El MPD. Se opone a todo, todo el tiempo. Pachakutik también se opone a todo, todo el tiempo, y ahora tiene una gran crisis de liderazgo. ¡Qué mala dirigencia indígena que tenemos, miope políticamente!
¿Le ha costado mucho procesar que esa es la izquierda que lo apoyó, con la que estuvo al principio de su gobierno?
Eso no es cierto. No es tan correcto. ¡Quién no ha tenido simpatía con Pachakutik! Yo asesoraba a Pachakutik. Era una esperanza, una ilusión, un partido básicamente indígena, pero se fue degradando, cayeron en unos etnocentrismos absurdos, salió todo lo que fue el foro urbano, que era la gente más pensante.
A Pedro Delgado se le dio todo el respaldo, pero cuando se supo de su título falso hasta ahí llegó todo.
¿Entonces qué es ser de izquierda en el Ecuador tras los siete años de su Gobierno?
Ahí están los valores tradicionales de la izquierda, que el ser humano está sobre el capital y es básicamente la justicia social. Yo creo en el proyecto de izquierda en justicia social, donde la sociedad controla el mercado y no el mercado a la sociedad.
¿Ser ecologista también?
El ecologismo es un eje transversal. O sea, ¿si Pinochet era ecologista era de izquierda y si el Che Guevara no lo era, entonces era de derecha? Esas son las novelerías que ahora se presentan. Esos son principios éticos que deben estar en toda ideología. Pero ahora, si no eres ecologista infantil no eres de izquierda; si no eres indigenista infantil no eres de izquierda; si no eres proaborto no eres de izquierda; si no estás con el matrimonio gay no eres de izquierda; si no eres anticlerical no eres de izquierda. Eso es mentira.
Al hacer una retrospección: la consulta popular de 2011 fue un punto de inflexión, alguna gente se fue del Gobierno y otros revelaron su propia agenda...
Si no hubiese habido esa consulta, o si la perdíamos, naturalmente no estaríamos aquí porque en ese momento la inseguridad avanzaba y no era culpa de la Policía, ni del Ejecutivo, sino de la justicia. Ahora se ha revertido ese proceso.
En términos de perspectiva histórica, ¿usted considera que fue mucho más significativo el triunfo en la consulta de mayo de 2011 que el de febrero de 2013?
No, yo creo que la de febrero de 2013 fue una victoria histórica.
Era predecible esa victoria...
Sí, pero no esperábamos en esa magnitud. Ganar con más del 57% y sacar 100 asambleístas de 137 y vencer en el 90% de los cantones, solo perdimos en 21, son resultados espectaculares.
Cuando le pregunté sobre los aciertos políticos pensé que me iba a mencionar el tema de la consulta de mayo por todo el debate que se produjo.
Si hablamos de triunfo político, qué mayor triunfo político que haber logrado la consulta popular para la Constituyente (en el 2007). Qué mayor triunfo político que la mayoría absoluta en esa Asamblea Constituyente. Qué mayor triunfo político que el nivel de aprobación que tuvo la nueva Constitución. Y claro, la consulta popular también. Todas las elecciones han sido un triunfo político.
En este panorama, sabiendo que en las elecciones usted goza de una potencia política fuerte ¿tiene pensado una consulta popular?
Con la mayoría que tenemos en la Asamblea no hace falta.
Si se plantea hacer cualquier tipo de reforma estructural, de fondo, en una consulta, le quedan este y el próximo año a lo mucho.
A excepción de los casos que la Constitución ordena consulta, no necesitamos una consulta. Con las dos terceras partes en la Asamblea tenemos suficiente. Por ejemplo, la justicia todavía se organiza provincialmente cuando debería organizarse zonalmente, por distrito y circuito, pero en la Constitución dice que debe ser por provincia.
¿Queda descartada la posibilidad de la reelección?
Sí. Es un gran daño que una persona sea tan indispensable, que haya que cambiar la Constitución para afectar las reglas del juego. Hay gente capaz.
Si Rafael Correa no estuviese como candidato en 2017, ¿podría dividirse Alianza PAIS?
Para nadie es un secreto -y no es malo, es bueno-: Alianza PAIS es un movimiento democrático en el que existen varias tendencias. Hay gente que participa en Alianza PAIS porque confía en una persona, y eso no está mal. Es una gran mentira que yo respondo solo a ideas, porque también respondo a personas. Hay gente que cree en el equipo de Gobierno y nos apoya en Alianza PAIS. Yo tengo la esperanza de que se mantenga esa unidad, pero siempre hay el riesgo de alguna división. Ojalá tengamos la visión política suficientemente histórica y clara para mantener esa unidad y las garantías de éxito de este proyecto político en las urnas.
¿Qué le falta a Alianza PAIS para ser ese gran movimiento cohesionador de muchas visiones, de muchos puntos de vista, y que se puntualicen en planes, proyectos concretos en la gestión gubernamental, municipal, en la justicia y en la Asamblea?
El punto de quiebre de Alianza PAIS fue la convención de noviembre de 2010 en Guayaquil, donde se puso un secretario nacional a tiempo completo y de ahí ha venido estructurándose. Es verdad, nuestro proceso fue muy peculiar. Hugo Chávez llegó a la Presidencia después de tener el movimiento Quinta República varios años. Evo Morales llegó a la presidencia después de varios años de participar en movimientos sociales. Cristina Fernández con Kirchner, el peronismo. Nosotros llegamos sin partido, fue un movimiento espontáneo. Pero desde 2010 se ha venido estructurando un movimiento político y yo diría el mejor estructurado del país con directivas provinciales, parroquiales, cantonales, con normas bien claras, con dirigencia nacional, organigrama, etc. Siempre hay que ir perfeccionando eso, pero también es cierto que siempre hay disputas, conflictos, etc., pero la base ha sido muy importante. Como movimiento político PAIS está bastante bien consolidado.
En estos siete años hubo momentos complicados en lo personal. ¿Cómo procesa lo ocurrido con su hermano Fabricio y con su primo Pedro Delgado?
Lo de mi hermano fue muy duro, pero cuando las cosas no dependen de ti, yo soy muy sereno. Cuando es mi culpa no puedo dormir hasta no pedir disculpas, hasta reparar el error. Cuando ya depende de otros -traiciones, deslealtades- como soy creyente creo que son cruces que Dios nos pone, incluso son cruces bastante ligeras comparadas con las que les ha puesto a otra gente.
Si los responsables del 30S asumen y piden disculpas al pueblo se puede pensar en un indulto.
¿Y lo de Pedro Delgado?
Ahí también hay mucha exageración. De eso lo que tengo es indignación: un tipo tan irresponsable le ha hecho tanto daño al proyecto. A Pedro ni le conocía hasta venir a Quito, ahora la prensa corrupta quiere ponerlo como mi primo del alma. Yo ni lo conocía y por el contrario el respaldo que se le dio fue ante la ola de calumnias, porque hasta ahora, estrictamente hablando, su mayor ‘delito’ es que se comprobó la falsificación de su título. Sin embargo se dijo que tenía una mansión en Miami, de todo se lo acusaba. Frente a tanta falsedad y conociendo la situación familiar -él tiene una hija con discapacidad- se le dio ese respaldo hasta que nosotros descubrimos lo del título falso. Por supuesto, quien defiende lo poco, defiende lo mucho. Ahí se acabó todo.
Sobre el 30S, ¿ha llegado el momento de pasar la página?
El 30 de septiembre fue un punto de quiebre para el país y no se cerrará mientras haya impunidad. No soy una persona rencorosa, creo que la vida es muy corta para odiar. Pero perdón y olvido a nivel social se llama impunidad, más aún si los responsables no han aceptado su culpa. En homenaje a esas víctimas caídas mortales, a tanta gente que fue pateada, abusada por malos policías, malos elementos, pues no se cerrará este capítulo hasta que cada responsable sea sancionado. Es más: si asume su culpa y se pide disculpas al pueblo ecuatoriano se puede pensar en un indulto, pero primero que se establezcan las responsabilidades.
¿Cuál es el mayor avance en la economía en estos siete años?
Recuperamos el crecimiento, y un crecimiento sano, porque puede haber un crecimiento malo con mayor desigualdad, con mayor pobreza. El crecimiento ecuatoriano es el que más rápido disminuye desigualdad en toda América Latina, disminuye pobreza, incrementa salarios; por primera vez en la historia contemporánea el salario cubre la canasta básica, y tenemos la menor tasa de desempleo en toda América Latina. Los indicadores macroeconómicos del país son los mejores de la región.
La doble moral internacional no es tolerable
Para el presidente Rafael Correa, la muerte del expresidente Néstor Kirchner, del político nicaragüense Tomás Borges, y la del líder venezolano Hugo Chávez , han sido “inmensas pérdidas” para América Latina. Aún recuerda cuando, siendo apenas candidato a fines de 2005, Chávez lo recibió en Miraflores y le dio buenos consejos como “bañarse de gente, estar siempre en contacto” en una charla que duró cerca de horas y donde le confirmó que llegaría a ser Presidente. Por eso considera que el proceso de integración en América Latina perdió mucho con la desaparición de Chávez y Kirchner. Y por lo mismo plantea, en todos los foros, una mayor disposición para eliminar burocracia y concentrarse en los temas fundamentales que son de urgencia para los pueblos de nuestro continente.
Al abordar la situación internacional, le es inevitable reiterar que no tolera “la doble moral” y se refiere al presidente estadounidense Barack Obama, “una buena persona”, pero que permite que se asesine a supuestos terroristas, en donde mueren también mujeres y niños como parte de los daños colaterales y contra eso no pasa nada. Y vuelve al motivo de la consulta: su relación con Aleksandr Lukashenko y Vladimir Putin, el segundo considerado asesino y el primero dictador, criterios que -admite- le molestan. Y reitera: Lo que estamos viendo es que hay gente interesada en estrechar relaciones con nuestro país, mientras que -como dije alguna vez y le resintió a la Embajada- si le preguntas a Obama dónde queda Ecuador, él ni sabe. “Yo no tengo ningún problema en reunirme con Obama. Y en general no tengo ningún problema en reunirme con ningún líder, con ciertas excepciones, incluso nacionales. Por ejemplo, con Jaime Nebot o Guillermo Lasso yo no tengo ningún problema”.
Resumiendo, ¿eso qué significa para Ecuador en términos políticos y económicos concretos?
Mayor bienestar. Soy un crítico del crecimiento económico. El mejor indicador de desarrollo en la etapa que se encuentra el país es la disminución de la pobreza. Pero se necesita crecer, que nadie se engañe. Ya hay en Europa y en otros lados, teorías de crecimiento cero, porque si ya tienes un refrigerador en la casa para qué dos. En nuestro país hay gente que no tiene electricidad. Ecuador necesita un crecimiento sano con disminución de desigualdad, de pobreza y generación de empleo. Es falso que estas tres cosas estén por añadidura al crecimiento, porque hay crecimiento con altas tasas de desempleo. Cuando se nos llevan nuestro petróleo, nada queda aquí, no se genera empleo, no disminuye la pobreza, aumenta la desigualdad, pero creció la economía. Eso es un crecimiento vacío.
¿Si su gobierno cometió un error grave en el campo económico se ha podido resolver o está por solucionarse?
Uno de los errores más graves que hemos cometido, por ejemplo, es la expansión del Bono de Desarrollo Humano. Nunca lo hubiera puesto, jamás hubiera elegido transferencias monetarias, sino más bien servicios para el pueblo, oportunidades. Aún así lo mejoramos, lo optimizamos, pero por una descoordinación se empezó a dar bono, por ejemplo, a todo adulto mayor de 65 años. Eso fue un absurdo. Cuando detecté ese problema gravísimo ya teníamos 1’900.000 bonos, se aumentaron 700.000, lo que ha sido una fuente de críticas de la oposición. Es claro que aumentaron los bonos ineficientemente.
¿Por qué se demoró siete años para proponer un Código sobre el sistema financiero, que es la columna del capitalismo?
Es fácil mirar los toros desde lejos. Pero hemos estado desbordados todos estos años. Eran 21 leyes que debíamos revisar. No era un trabajo fácil, me costó estabilizar –paradójicamente- el área de política económica. Llevó tiempo pensar en estas cosas y ya tenemos el nuevo Código. Recuerde que no teníamos mayoría en la Asamblea.
¿Cuán difícil será implementarlo?
El problema es que será una lucha política tenaz porque esto es un golpe más a la estructura de poder en el país. El mundo entero está en función del capital. ¿Qué hicieron? En 1994 reformaron la Ley de Instituciones Financieras porque el mercado se regula ‘solo’ y nos llevan a la crisis del 99, nos quiebran a todos. Es decir, estamos jugando en cancha inclinada.
¿Explíqueme por qué habría consecuencias políticas?
Porque es cambiar la estructura del poder. Hay control en base a lo establecido, pero no hay regulación activa para que los bancos hagan lo socialmente deseable, por ejemplo, a dónde va el crédito. Con el nuevo Código Monetario Financiero vamos a lograr eso, vamos a igualar oportunidades. Esto significa que ya no pueden buscar el lucro por el lucro, colocar el crédito en consumo para importaciones porque eso es lo más rentable, sino que es la sociedad la que va a decir a dónde van esos recursos.
¿Cuán difícil ha sido iniciar el proceso de transformación de la matriz productiva?
Es duro. No quiero ser ofensivo -aunque muchas veces por decir la verdad parezco ofensivo-, pero los empresarios se creen por encima del bien y del mal. Nuestra clase empresarial da pena. El empresario más grande del Ecuador es Álvaro Noboa, quien no quebraba porque tenía tanto poder y tantas conexiones, pero la hacienda La Clementina estaba pésimamente manejada. Puede ser un ejemplo extremo, pero representa en gran parte a nuestra clase empresarial, acostumbrada a que el Estado esté en función de ellos: que si quiebran, quebramos todos; que si ganan, ganan ellos solitos, explotando a sus trabajadores. Ahora que tienen que ser creativos, tomar riesgos como todo empresario, se echan para atrás. Es verdad que nos falta inversión privada, pero no ha sido porque la espantamos. Lo reconocí, los primeros años de Gobierno había incertidumbre y obviamente un empresario no invierte en ese contexto, pero han pasado tres, cuatro años, el país ya está estabilizado, las reglas son claras, hay grandes incentivos y nos falta todavía esa inversión.
Los motivos son varios, pero uno es que los empresarios estaban acostumbrados a lo fácil, a lo seguro. Un segundo factor es que la lógica de nuestra clase empresarial era dominar al Gobierno y eso les resultó durante dos siglos. Ahora nadie ha perdido plata con este Gobierno porque la economía está bien, pero muchos están contra el Gobierno porque no lo dominan.
¿Qué le dice esta cifra: el 1% de las empresas controla el 90% de las ventas?
Yo pregunto: ¿eso lo ha hecho el Gobierno o siempre ha sido así? A lo sumo: no lo hemos podido cambiar, pero eso está cambiando. Por ejemplo, en compras públicas mire la cantidad de empresarios que han surgido. Ahora miles de empresas participan en igualdad de condiciones.
Nadie pierde plata en este Gobierno, pero muchos están contra el Gobierno porque no lo dominan.
¿Y la siguiente qué le dice: el 5% de propietarios concentra el 52% de las tierras agrícolas?
Por eso trabajamos duramente, para democratizar la propiedad. Lo que acaba de pasar con La Clementina: 12.000 hectáreas ahora están en manos de los trabajadores. Pero no podemos cambiar dos siglos de historia, sobre todo, de estructuras tan difíciles y que –insisto- todavía están a favor del capital.
Parece que el ecuatoriano se ha vuelto mucho más consumista porque accede a mejores ingresos. ¿Qué impacto tiene en el proyecto del Buen Vivir una sociedad que se enreda en la telaraña del consumo?
Es indudablemente negativo. Es un síntoma de la capacidad adquisitiva de los ecuatorianos. El salario ha aumentado más del 100%, lo cogimos en $160 y hoy está en $340. Pero esa capacidad de compra puede ir a bienes suntuarios y ahí viene el conflicto entre libertad individual y acción colectiva. No podemos desperdiciar los dólares que con tanto trabajo ha adquirido la economía, para importar chocolates, perfumes, cosméticos, cosas irrelevantes. Ya estamos trabajando en eso. Por ejemplo, la canasta básica incluye casi 300 artículos como cigarrillos y licores porque eso consume la familia tipo, pero no es deseable.
En otro tema: con la Ley de Comunicación, ¿ahora qué falta para cambiar las relaciones de poder en el campo mediático?
Falta mucho. Creo que el problema esencial está en el modo capitalista de comunicación: empresas privadas con fines de lucro dedicadas a proveer un derecho como la información. Es igual que los bancos, si fallan no es que quebró una empresa, quebró la economía. Si fueran los medios de comunicación, pueden hacer quebrar a una sociedad, dividirla, distorsionarla, destruir personas y sociedades. Entonces, tienen que estar bajo el control social. Para el mundo anglosajón, que cree que sus valores son universales, ¿cuál es la libertad de expresión? ¿CNN qué hace? Bueno, informará objetivamente si se cae un avión o hay un tsunami, pero ¿informará objetivamente si a Correa le va bien cuando es de izquierda? Jamás. La solución sería buscar la propiedad comunitaria sin fines de lucro donde el periodista por vocación ejerza el periodismo, no una empresa capitalista de acumulación. Propiedad pública con veeduría ciudadana. Creo que leyes como la de Comunicación ayudan, pero todavía falta avanzar en la democratización de esa propiedad.
¿Está conforme con lo que hacen los medios incautados y los medios públicos? ¿Qué puede criticar de ellos?
Jamás vamos a estar conformes, pero sinceramente creo que Ecuador TV es el mejor canal y EL TELÉGRAFO el mejor periódico. Con TC Televisión y Gamavisión es palo porque bogas y palo porque no bogas: si me meto a decir algo resulta que “está interfiriendo en los medios de comunicación”. Entonces tienen que seguir actuando como cadenas comerciales.
¿Pensó alguna vez en suspender el enlace ciudadano?
No, me gusta mucho. Me encanta estar en comunicación con mi gente. Es un ejercicio pedagógico y ayuda a esclarecer la verdad. Me dicen: “usted en los enlaces insulta”. Bueno, solo un mentiroso se siente insultado por la verdad. Lo que pasó la otra vez con diario Hoy: en primera página dijeron que era antiético que el Presidente hiciera campaña, le dicen antiético al Presidente, y yo les respondo: “qué calidad moral tienen ustedes para decir eso”. Al otro día dicen que eso perjudica el debate democrático porque el presidente vilipendia a los que no piensan como él. En su engreimiento no se dan cuenta de lo que dicen. El presidente les responde y “soy yo el que insulta”.
Algunos dicen que si bien es correcto que el Presidente tenga ese espacio, ¿por qué la gente no puede replicar en dicho espacio?
Es que es un informe de labores. Imagínese si empiezo a armar el debate, sería terrible. No digo que no me equivoco, a veces me siento muy mal. Llevo hablando 360 días, más de mil horas, por supuesto que he dicho unas palabras demás y cuando puedo lo corrijo. Pienso que tal vez se me fue la mano con esa persona, que es padre, hermano, hijo, y trato de corregirlo, pero en general es muy satisfactorio porque puedes informar, hacer pedagogía democrática. En base a los enlaces la gente ha cambiado y repite los conceptos que tú has dicho; ya se argumenta de alguna manera.
Orlando Pérez: Director del Telegrafo
http://www.telegrafo.com.ec/blog-del-director.html