La noticia de que Colombia pretende profundizar sus relaciones con la OTAN resonó en América Latina como un trueno en medio de un día despejado, provocando el disgusto de todos los factores regionales, prácticamente, sin excepción.
La derivación de Colombia en dirección a la OTAN no ha sido algo particularmente inesperado para los observadores atentos. Pero ni por ello, la idea de ser “miembro asociado” de la Alianza fue recibida con bayoneta calada por parte de todas las fuerzas políticas regionales. El redactor jefe de la revista América Latina, Vladímir Travkin, comenta a La Voz de Rusia:
—Desde el punto de vista de los latinoamericanos, que ya están protestando, esto es un intento de involucrar a una fuerza externa, para que influya en los procesos que tienen lugar en América Latina. Y, por si fuera poco, para mal. La OTAN es un bloque militar, digan lo que digan. Y este bloque actúa de forma correspondiente a su esencia. Hay que decir que dentro de la misma Colombia no hay consenso respecto a este asunto. Actualmente, se están llevando a cabo conversaciones entre los guerrilleros y el Gobierno. La guerra civil se ha prolongado por más de cincuenta años. Y no han podido resolver este conflicto. El camino hacia su solución, definitivamente, no es militar, esto es comprensible. Por ello, cualquier injerencia externa en este proceso es poco probable que sea provechosa para Colombia.
Colombia se ha topado con un muro de incomprensión totalmente justo. América Latina está repleta de contradicciones. Elevar la temperatura política en la región puede acarrear grandes complicaciones. Comenta el vicedirector del Instituto de América Latina, profesor del Instituto Estatal de Moscú de Relaciones Exteriores, Borís Martínov:
—En la región existe una serie de problemas, estructuras, tendencias locales. Las relaciones con Brasil se agudizarán de inmediato, por cuanto este país se considera a sí mismo como líder de América del Sur. Brasil conforma alianzas bajo su égida: económicas y en la esfera de la seguridad. Existe el Consejo de Seguridad de América del Sur. Colombia es parte del mismo. A Brasil no le gusta la idea de la OTAN. Cuando Argentina obtuvo el estatus de miembro asociado, más allá de los límites de la Alianza, Brasil le hizo llegar de manera oficial su descontento debido a que no se le consultó. Brasil expresó su protesta a Argentina. Y sus relaciones se enfriaron por cierto tiempo. Ahora puede suceder lo mismo. Pudiera comenzar determinado resquebrajamiento en los esquemas de integración. ¡En general, todo esto no luce nada bien!
Los recelos de los países latinoamericanos son comprensibles. Pero, en un inicio, habría que modificar el documento original del Acuerdo del Atlántico Norte del año 1949 (donde está escrito en negro sobre blanco que “cualquier Estado europeo, capaz de ofrecer su aporte a la seguridad de la región” puede ser miembro de la OTAN). Esto es una larga historia.
Lo más probable es que se trate de un intento de medir la opinión pública mundial respecto a las perspectivas de la OTAN. Los colombianos no calcularon cuán fuerte sería la reacción ante sus declaraciones, a lo que Según Martínov añade:
Se trata, evidentemente, de un intento de acercarse aún más a EEUU, aunque las relaciones ya son suficientemente cálidas. Nosotros sabemos que en Washington, desde la época de Clinton, surgió el Plan Colombia cuando EEUU prestaba ayuda en la lucha contra la izquierda en Colombia. Además, ahora se están desarrollando con éxito fluctuante las conversaciones del Gobierno con los guerrilleros. Los colombianos no son niños, no nacieron ayer. Comprenden perfectamente que entre la declaración de disposición a un acercamiento con la OTAN y las consecuencias prácticas de ello, hay una gran distancia. Sobre todo, cuando el país está más allá de los límites del marco exactamente definido en el acuerdo del atlántico norte, esto es todo un sinsentido jurídico.
Algunos expertos ven en las acciones de Bogotá cierta desesperación. Parece ser que ponen en juego todo lo que aparezca a su alcance, incluyendo los trucos de presiones informativas y psicológicas. Según ellos, en la lucha contra los rebeldes todos los medios son válidos. Sin embargo, los colombianos están jugando con fuego. Cualquier posible pérdida −incluso parcial− de la soberanía, puede agravar más la situación en el país. No podemos excluir la posibilidad de estar asistiendo al primer acto de una tragedia de tales magnitudes como el derrumbe de la existencia de Colombia como Estado.
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