En este artículo vemos inservibles maniobras discursivas del Gobierno estadounidense para justificar el injustificable asesinato del general iraní Qasem Soleimani.
Donald Trump, en el comunicado del 8 de enero, pronunciado a raíz del ataque iraní contra dos bases de EE.UU. en Irak, justificó el asesinato del general Soleimani calificándolo como un despiadado terrorista, en una argumentación abstracta e incoherente. Lo hizo responsable de toda clase de actos atroces, de la supuesta muerte de un contratista (mercenario) estadounidense (de cuyo nombre, datos y cuerpo nunca se supo nada) y del asedio popular a la embajada de Estados Unidos en Bagdad, y mencionó que el militar iraní planeaba ataques contra los estadounidenses.
Al día siguiente, el jueves 9, Trump fue más aparatoso (y patético), y, en una conferencia de prensa en la Casa Blanca, tildó de “monstruo total” al comandante iraní, informando que estaba "buscando volar nuestra embajada” (RealClear Politics). “Soleimani estaba planeando activamente nuevos ataques, y estaba mirando muy en serio a nuestras embajadas, y no solo a la embajada en Bagdad”, agregó Trump durante un mitin en Toledo, Ohio (Salon).
En el programa The Ingraham Angle, de Laura Ingraham (The Fox News), el Secretario de Estado Mike Pompeo sostuvo, ya en la noche, que “no había duda de que se estaba tramando una serie de ataques inminentes, no sabemos cuándo ni dónde, pero era real” (03:10).
Una aclaración que le llevaba la contraria a la declaración del jefe, por lo que al día siguiente, en la mañana del viernes 10, la corrigió a su modo, tajante, grosero, aunque con similar imprecisión e incongruencia: “Teníamos información específica sobre una amenaza inminente, y esas amenazas incluían ataques a las embajadas de Estados Unidos. Y punto. Punto y aparte” (White House, YouTube) (05:03).
Un punto y aparte que deshizo con el complemento: “Esos pensamientos son completamente consistentes. No sé exactamente qué minuto. No sabemos exactamente qué día habría sido ejecutado (el presunto ataque de Soleimani). Pero estaba muy claro… Y esos ataques eran inminentes” (05:16).
El presidente, poco después, en la noche del viernes 10, fue invitado al mismo programa, The Ingraham Angle, de la cadena gubernamental (sí, Fox News), y fue lo más preciso que pudo haber sido: “Puedo revelar que creo que fueron cuatro embajadas. Creo que Bagdad ya ha empezado (…) creo que fueron cuatro bases militares. Podrían haber sido muchas otras cosas también” (01:38).
Premisas sin asidero y sin fecha, ni ubicaciones ni detalles. Así, sin más, pues no se trató nunca de una explicación auténtica ni de un descargo razonado, sino de justificaciones urdidas a posteriori y con desparpajo. Dijo cuatro, igual habría podido decir dos que diez. Dijo embajadas, dijo bases, igual “podrían haber sido muchas otras cosas también”. El presidente lo tiene claro. La audiencia, muchos ciudadanos, muchos votantes, para su fortuna, no.
I can reveal that think… I think… Would have been… It could have been… (Puedo revelar que creo que… Yo creo… Habría sido… Podría haber sido…). Con meras oraciones dubitativas, ni siquiera construidas mediante conjugaciones verbales declarativas, sino sólo con condicionales, se “puede”, eso sí, declarar una guerra. Porque no importan los porqués.
El secretario of Defensa Mark T. Esper, el domingo 12 de enero, declaró en Face The Nation, de CBS, que “no vio" evidencia específica que mostrara que Irán planeaba atacar las cuatro embajadas estadounidenses. Claro está, para apoyar la inconsecuente tesis de Trump, el doctor Esper se hunde igualmente en el remolino discursivo de las perplejidades:
“Lo que dijo el presidente fue que creía que probablemente allí podría haber habido ataques contra embajadas adicionales. Compartí esa opinión. Sé que otros miembros del equipo de seguridad nacional compartieron esa opinión. Es por eso que desplegué miles de paracaidistas estadounidenses en el Medio Oriente… “ (Twitter).
Trump empieza el lunes 13 de enero diciendo que “no importa” determinar si “el futuro ataque” de Soleimani fue "inminente o no”. Trinó, seguramente, con la idea de que la nueva semana no fuera una reanudación de la anterior, y, sin mencionarlas, con las palabras de Esper entre ceja y ceja.
Otro punto final que no finaliza nada, porque los grandes medios estadounidenses continuarán vertiendo ríos de tinta sobre términos que de inmediato caen en el desuso, verbos sin sentido o significado pleno (copulativos), y cientos de mentiras que son aprovechadas para despistar las cuantas verdades imperiosas que no le gustan al imperio.
No mucho que agregar al respecto, con excepción de un detalle significativo al que los medios, por lo menos los estadounidenses dominantes, hicieron escasa referencia, tal vez porque es un asunto que conocen de sobra y el cual no es necesario (conveniente) ventilar.
El señor Pompeo, zambullido en la exculpación oficinesca, durante la citada entrevista con la señora Ingraham, dijo: “Asumo la responsabilidad de lo que hace el Departamento de Estado y de las recomendaciones que le hacemos al presidente de los Estados Unidos de América. Esta fue, en última instancia, su decisión” (04:53).
Es indudable que Donald Trump es el responsable final del caos generado con el asesinato de Qasem Soleimani, así como de las repercusiones que a mediano y largo plazo tendrá tal decisión para Estados Unidos, más para mal, que para bien. Al fin y al cabo, como presidente, él fue quien dio el sí a la masacre en la que cayó el general. Pero, también, es claro que Pompeo y Esper viajaron a Mar-a-Lago para convencer al presidente de matar al general. Esa es la recomendación de la que habla Pompeo. Un asesinato que fue su obsesión por más de una década (CNN Politics).
Siempre resulta tenebroso corroborar que es oscuro lo que de antemano se sabe sombrío. Disculparán el galimatías, pero eso es lo que sucede al confirmar, en las palabras mediáticas de dos o tres personajes, durante dos o tres días seguidos, que toda una región, que quizás muchísimos países, han estado (y siguen estándolo) al borde de una guerra de dimensiones inimaginables por el sólo hecho de que el poder yace en las manos de unos cuantos seres indignos y miserables,
Eso sí, unos individuos diestros en el engaño, que confunden con facilidad a millones de ciudadanos crédulos e ignorantes (por más títulos que posean colgados de sus paredes), o que dejan en ridículo a un Congreso y sus legisladores, a los que afirman haberles contado lo que nunca les dijeron (Mike Pompeo) en una rueda de prensa de sordos (senador Bob Menéndez en MSNBC) y un informe de inteligencia para tarados, y que, en pocas palabras, juegan con los destinos del mundo para satisfacer sus egoístas propósitos personales y de élite.
La Cámara estadounidense aprobó la semana pasada una medida que busca frenar la capacidad de Trump para llevar a cabo cualquier otra acción militar irracional contra Irán. Una resolución no vinculante e inútil, como la totalidad de los chapaleos de los líderes demócratas, que podría tener fuerza de ley de aprobarla el Senado, que, por supuesto, no lo hará.
Y, aunque lo hiciera, sería igual de inservible, pues la Administración ya recurrió a la Resolución conjunta para autorizar el uso de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos contra Irak, de 2002, la cual, si bien no tiene nada que ver con la situación actual, entre leguleyadas y trinos le sirve a Trump para hacer lo que quiere, como lo quiere. O sea, para ocasionar y ahondar en Medio Oriente la inestabilidad tan conveniente para él, los tahúres asociados (que los tiene) de la Bolsa de Nueva York, la especulación de los secuaces israelíes, y demás revendedores de malos vientos.
Estos son los cabecillas al mando: soberbios, criminales, corruptos, impostores, supremacistas, racistas, sionistas, islamófobos. Ese es el imperio que tenemos. ¿Hasta cuándo será el presente que habitamos? ¿En qué momento dejará de ser el futuro que nos espera a la vuelta de cada día?
Escrito por: Juan Alberto Sánchez Marín
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