martes, 11 de junio de 2024

PROBANDO FUERZA Benyamin Netanyahu frente a Estados Unidos

por Thierry Meyssan

Benyamin Netanyahu no ha podido hacer ceder al presidente Joe Biden, aunque en enero aseguraba que lograría hacerlo. De todas maneras, es Netanyahu quien ha ganado la prueba de fuerza al impedir que la Casa Blanca se oponga a su política. Ahora vemos como el jefe del gobierno de Israel se niega a obedecer las disposiciones del Consejo de Seguridad de la ONU y de la Corte Internacional de Justicia. Benyamin Netanyahu está llevando a cabo una limpieza étnica, tanto en la franja de Gaza como en Cisjordania. Aunque quisiese hacerlo, probablemente ya no podría parar esos crímenes.                                                                                                                           
+El fiscal de la Corte Penal Internacional, Karim Khan, advirtió contra cualquier intento de presionar al personal de la CPI. No hablaba en el vacío: según “+972 Magazine”, “Local Call” y “The Guardian”, el Mossad chantajeó a la predecesora de Karim Khan, Fatou Bensouda, de 2016 a 2021. En aquel momento no se trataba de ocultar los crímenes actuales.

A finales de enero pasado, 12 ministros israelíes en pleno ejercicio de sus funciones, entre ellos el primer ministro Benyamin Netanyahu, participaban en un gran evento organizado en Jerusalén bajo la denominación «Conferencia por la Victoria de Israel – las colonias aportan la seguridad: volver a la franja de Gaza y al norte de Samaria» [1]. En aquel evento, los organizadores amenazaban a los anglosajones con resucitar el grupo terrorista Stern, que luchó contra los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial y después de aquel conflicto.

En otras palabras, el fascista Vladimir “Zeev” Jabotinsky siempre quiso apoderarse del llamado «Eretz Israel», o sea todos los territorios que van desde el Nilo hasta el Éufrates –eso incluye el actual Israel, los territorios palestinos, Líbano, Jordania, Siria y parte de Irak. Todo eso sería la “Tierra Prometida”, el “Gran Israel”. Cuando califico a Jabotinsky de “fascista” no se trata de una acusación, sólo recuerdo que Jabotinsky fue aliado del Duce, Benito Mussolini, antes y durante la Segunda Guerra Mundial [2]. En el evento de enero, en Jerusalén, los discípulos actuales de Jabotinsky exigían la realización práctica de aquel proyecto, expulsar a los árabes y conquistar todos los territorios antes mencionados.

El 1º de febrero, Washington reaccionó adoptando “sanciones” contra los supremacistas judíos de Cisjordania [3] –cuando escribo “supremacistas judíos”, me refiero a los seguidores del rabino Meir Kahane, excluidos del parlamento israelí, donde sin embargo imponen su ley. Washington planeó después derrocar a Benyamin Netanyahu para reemplazarlo por el general Benny Gantz [4], suspendió entregas de armas a Israel y, sólo después de todo eso, trató de imponer un acuerdo de paz.

Por su parte, el Consejo de Seguridad de la ONU, bajo la presión de la Asamblea General y después de una serie de vetos estadounidenses, finalmente adoptó, el 25 de marzo, una resolución donde exigía un alto al fuego humanitario en Gaza [5]. Sin embargo, la embajadora estadounidense Linda Thomas-Greenfield, ignorando lo estipulado en la Carta de la ONU, afirmó inmediatamente que la resolución que el Consejo de Seguridad acababa de adoptar no era vinculante [de obligatorio cumplimiento], o sea que Israel podía decidir no aplicarla.

En La Haya, la Corte Internacional de Justicia (CIJ), alineándose tras la retórica de la Casa Blanca, inicialmente emitió medidas cautelares en las que ordenaba a Israel la adopción de disposiciones para “evitar” un genocidio en Gaza [6]. Pero ahora le ordena retirar inmediatamente sus tropas de Rafah [7].

Desde Washington, y por iniciativa del presidente demócrata de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, el líder de los republicanos en el senado, Mitch McConnell, y el de los senadores demócratas, Charles Schumer, así como el líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, acaban de invitar al primer ministro Netanyahu a pronunciar un discurso ante el Congreso estadounidense. De esa manera, el poder legislativo estadounidense se opone al poder ejecutivo, en una clara muestra de apoyo a la limpieza étnica que Netanyahu ha emprendido en la franja de Gaza.

En resumen, los «sionistas revisionistas» –así llamaba el propio Jabotinsky a sus seguidores– no han podido imponer su voluntad al presidente Joe Biden, pero han logrado imponerla al Congreso estadounidense. ¿Cómo lo lograron?                                                                                                                
En 2015, el Congreso de Estados Unidos invitó a Benyamin Netanyahu a pesar de que el presidente Barack Obama se negaba a recibirlo en la Casa Blanca. En aquella ocasión, el “New York Times” reportó que funcionarios de la embajada de Israel tomaban nota de los parlamentarios estadounidenses que no aplaudían el discurso de Netanyahu, para tomar después represalias contra ellos.        
                   
EL APOYO DEL CONGRESO
EN CONTRA DE LA CASA BLANCA
El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Johnson, es un abogado evangélico [8]. Aunque se dio a conocer iniciando ante los tribunales una serie de procesos para imponer su visión del cristianismo, principalmente en contra de los homosexuales, Mike Johnson es ante todo un «cristiano sionista» que considera que apoyar a Israel, sin importar lo que haga el Estado hebreo, es un deber religioso. Este personaje logró llegar a presidir la Cámara de Representantes en un contexto muy agitado y gracias a la inesperada ayuda de los ultraconservadores del Freedom Caucus, que se oponían a la elevación del límite previsto para la deuda pública.

El presidente del grupo republicano en el Senado, Mitch McConnell, quien destaca por su comprobado desprecio del derecho internacional [9] en nombre del llamado «excepcionalismo estadounidense» [10], es conocido desde hace mucho por sus posiciones favorables al «Gran Israel» (Eretz Israel). En 2017, este bautista proclamado exhortó los presidentes de Estados Unidos a «respetar la práctica consistente en oponer su veto a todas las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que tiendan a insertar las Naciones Unidas en el proceso de paz, a no reconocer las acciones palestinas unilaterales, incluyendo la proclamación de un Estado palestino, o a imponer términos y un calendario para una solución del conflicto israelo-palestino» [11].

Hakeem Jeffries, quien preside la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, también es conocido por su perenne alineamiento tras las posiciones del Estado de Israel. Aunque no ha defendido el principio mismo de la limpieza étnica contra los árabes de Palestina, este personaje se ha expresado ampliamente a favor de la exterminación de los miembros del Hamas, sin hacer distinción alguna entre los afiliados a la Hermandad Musulmana y los partidarios de la resistencia palestina.

El caso más sorprendente es el de Chuck Schumer, el líder de los demócratas en el Senado. Hace 43 años que este judío ultraortodoxo respalda, por principio, todas las posiciones del Estado de Israel… hasta su espectacular declaración de marzo pasado, cuando dijo que se puede ser proisraelí y al mismo tiempo contrario a la política de Benyamin Netanyahu [12]. En aquel momento, Schumer se opuso firmemente a una visita de Netanyahu en Estados Unidos, pero posteriormente le dio la posibilidad de hablar, por videoconferencia, con los miembros de su grupo parlamentario. Ahora propone recibirlo, como jefe del gobierno de Israel, en el Capitolio estadounidense.

De esas 4 personalidades de la política estadounidense, sólo Chuck Schumer es judío. Pero los otros 3 deben ampliamente su reelección al apoyo financiero de los oligarcas judíos estadounidenses. Son parte de los emblemáticos políticos que John Mearsheimer denuncia en su estudio The Israel Lobby and U.S. Foreign Policy. La democracia estadounidense estaba en venta y los proisraelíes la compraron.                   
IMPOSIBILIDAD DE TOMAR DECISIONES CONTRARIAS A LOS DESEOS DE LOS «SIONISTAS REVISIONISTAS»
A modo de comparación, el estado de la democracia es diferente en Estados Unidos y en Francia. Aunque en los dos países puede decirse que quienes financian las campañas electorales gozan de más influencia que los electores sobre la política nacional, las características de esa influencia no son las mismas.
En Washington, nadie se asombra de ver entre los congresistas personajes que destacan sobre todo como practicantes de religiones sectarias. En Washington, se puede ser miembro de la Cámara de Representantes, senador, miembro del gobierno y hasta presidente y creer en Gog y Magog.
En París, al contrario, el público ignora las creencias religiosas y la procedencia étnica de los parlamentarios. Por eso puede suceder, como hoy sucede, que, sin que nadie esté consciente de ello, la mitad de las presidencias de las instituciones constitucionales estén en manos de ciudadanos susceptibles de adoptar la nacionalidad israelí.

Pero en ambos casos, el poder ejecutivo se ve imposibilitado de tomar decisiones contrarias a la política del Estado de Israel, o sea, en el caso de Estados Unidos, en contra de los deseos de los «sionistas revisionistas», dicho de otra manera, de los neofascistas que están perpetrando una operación de limpieza étnica en Palestina.

Para salir de esa situación, los parlamentarios tendrían que liberarse de los compromisos contraídos con quienes financian sus campañas, y también tendrían que reconocer el apoyo que Occidente aportó durante la guerra fría a numerosos culpables de crímenes contra la humanidad. Si Benyamin Netanyahu y sus «supremacistas judíos» están hoy en el poder es porque el Occidente colectivo estimó durante décadas que le era conveniente apoyarlos como corriente ideológica, aunque los había vencido durante la Segunda Guerra Mundial.                                                                                                                          
En octubre pasado, Galit Distel-Etebaryan, entonces ministro de Información en el gobierno de coalición de Netanyahu, dimite en protesta contra la omnipresencia de la censura militar. Posteriormente, importantes oficiales a cargo de la censura militar israelí también dimiten en protesta contra el constante uso de la excusa de la “seguridad nacional” como justificación de la censura que se impone a las investigaciones de una parte de la prensa israelí.                                                                                                            
OMNIPRESENCIA DE LA CENSURA MILITAR
Todos los crímenes perpetrados por los sionistas revisionistas son… “secretos de Estado”. Durante decadas, los sionistas revisionistas israelíes asesinaron comunistas, o cualquier tipo de opositores, en todas partes del mundo. Desde Guatemala hasta el Congo, pasando por Irán; desde Sudáfrica hasta Taiwán, pasando por Bolivia, los sionistas revisionistas israelíes participaron en las maniobras más bajas e inconfesables de la guerra fría. Todos esos crímenes están protegidos por una censura implacable [13].

Hoy en día, el Estado hebreo dispone del sistema de censura militar más eficaz del mundo. Cientos de investigaciones de los medios israelíes sobre los vínculos entre Benyamin Netanyahu, la Hermandad Musulmana y el Hamas, sobre la preparación del ataque del 7 de octubre, sobre la ausencia de respuesta de los servicios israelíes de seguridad –respuesta inexplicablemente retrasada durante horas– o sobre los verdaderos objetivos de las fuerzas armadas de Israel en Gaza han sido blanco de esa censura. Durante el último trimestre de 2023, 2 703 artículos fueron mutilados por la censura militar y otros 613 fueron sencillamente prohibidos y no pudieron ser publicados, según reconoce el servicio israelí a cargo de la censura militar [14].

Sobre lo sucedido el 7 de octubre de 2023 sólo conocemos la versión oficial israelí. Ahora sabemos que los combatientes del Hamas no decapitaron bebés, aunque los dirigentes israelíes siguen repitiendo esa falacia, propalada por la propaganda del Estado hebreo. Pero todavía no sabemos cuántos israelíes murieron a manos de los atacantes, ni quién entregó a la resistencia palestina armamento que había sido enviado a Ucrania. Los padrinos de Israel siguen razonando como si el Hamas fuese una organización monolítica y afirmando que Benyamin Netanyahu desconocía que el Hamas iba a atacar Israel [15].

Para arrojar luz sobre lo sucedido, el general Benny Gantz solicitó oficialmente la creación de una comisión investigadora sobre la preparación del ataque palestino del 7 de octubre, así como sobre su realización y sus consecuencias. Ese pedido apunta directamente a los sionistas revisionistas y, al menos por ahora, no tiene posibilidades de llegar a algo.

Pero si finalmente llega a concretarse, si finalmente los secretos salen a la luz, quienes apoyan hoy a Netanyahu clamarán probablemente que ellos “tampoco” sabían. Todos sabemos que no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Thierry Meyssan                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        voltairenet.org                        

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