Honduras volvió a vivir otro golpe de Estado,esta vez en las urnas, en las recientes elecciones generales celebradas en ese país centroamericano, el de mayor violencia del mundo, con un índice de pobreza de más del 70 por ciento, profundas diferencias sociales, y una grave crisis económica.
Tras la asonada castrense de junio de 2009 que dio al traste con el gobierno democrático del presidente Manuel Zelaya, esa pequeña nación latinoamericana fue escenario el pasado domingo 24 de noviembre de otro golpe, ahora en los comicios, perpetrado por el derechista Partido Nacional (PN), el cual hace cuatro años lo hizo por la vía de las armas.
Bajo la tutoría de Estados Unidos, como ocurrió en 2009, esa organización ultraconservadora preparó y materializó un fraude generalizado en la consulta popular, con el objetivo de impedir un eventual triunfo del progresista Partido Libertad y Refundación, denominado Patria, y de su candidata Xiomara Castro, esposa de Zelaya.
Todas las formaciones políticas participantes en los comicios, encabezadas por Patria, así como observadores, denunciaron innumerables irregularidades en el proceso de escrutinios, toleradas por el Tribunal Supremo Electoral (TSE), conformado por funcionarios cercanos al PN.
Entre la denuncias, resaltan que el 20 por ciento de las actas fueron sacadas de las urnas, y que votaron hasta los muertos, además de que fueron comprados ciudadanos por el aspirante oficialista, Juan Orlando Hernández, virtual vencedor de la contienda, según las estadísticas ofrecidas por el TSE.
Llamó la atención, que al haber sido escrutados solo un poco más del 20 por ciento de las boletas, la embajadora de Washington en Tegucigalpa, validó los resultados de la consulta, que desde ese momento ya favorecían a Hernández.
La declaración apresurada de la diplomática norteamericana confirmó sospechas de los hondureños de que el régimen de la Casa Blanca planeó todo junto a los ultraconservadores nacionales para frustrar una posible victoria de Castro, quien prometió la refundación del país y un cambio radical en beneficio de los más desposeídos, similar a los que se materializan en un grupo importante de Estados de América Latina.
Castro y Zelaya, similar a representantes de otras organizaciones políticas y movimientos sociales, anunciaron que impugnarán los resultados de las elecciones y que sus seguidores tomarán pacíficamente las calles, en rechazo al fraude perpetrado por la derecha.
A juzgar por los acontecimientos, todo parece indicar que Honduras, utilizada por Washington durante mucho tiempo como base militar y de entrenamiento de marines estadounidenses y mercenarios, seguirá sumida en la extrema pobreza, violencia, represión y crisis económica que han agobiado a la mayoría de sus habitantes en los últimos años.
Ese complejo panorama, a criterio de analistas latinoamericanos, deberá agravarse en lo adelante con el mantenimiento en el poder de los protagonistas del golpe militar de 2009, y del de ahora consumado en las urnas.
Fuente: http://www.cubadebate.cu
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