sábado, 2 de enero de 2016

OPERACIÓN GLADIO: EEUU organizó la mayor red terrorista de la historia a través de la CIA, los nazis, la mafia, el tráfico de drogas y el Vaticano (2)


CAPÍTULO 3: LA ALIANZA VATICANA
El Vaticano fue un lugar clave, paraíso fiscal en la práctica, donde depositar las ingentes cantidades del dinero sucio de Gladio que estuviese alejado de un mínimo control por el Tesoro norteamericano y qué mejor lugar que el llamado Instituto para las Obras de la Religión (IOR), comúnmente conocido como el Banco del Vaticano. Según Williams debido al carácter clandestino y secreto de este banco, millones de dólares pueden ser depositados en el IOR de forma continuada canalizados a través de cuentas bancarias suizas numeradas, evitando, de este modo, la posibilidad de su detección. Era el lugar perfecto para la CIA y la mafia siciliana para lavar sus ganancias ilícitas del narcotráfico y para la Iglesia Romana el modo de financiar su actividad política. De hecho, Pio XII, el Papa de Hitler, era de los más dispuestos a permitir que el dinero negro de Gladio fluyese a través del Banco Vaticano. Es más, La Administración Truman canalizó más de 350 millones de dólares a la Santa Sede para su propio “alivio económico”. El Papa utilizó estos fondos para reactivar el Partido Demócrata Cristiano (PDC).

Una vez conseguida la financiación y puestos los fondos a recaudo en el Vaticano había que atajar el “problema” comunista en la Italia de la postguerra con la aplicación de medidas draconianas. Así lo refiere nuestro autor: En los últimos meses de 1947 cientos de hombres integrantes de la mafia comenzaron a llegar a Italia desde Nueva York, Chicago y Miami para “ayudar” a abordar el problema comunista. Con el dinero negro de la CIA estos sicarios fueron pagados directamente por el Banco del Vaticano. De este modo la Santa Sede forjó una alianza con la mafia siciliana, que fue fortalecida en las tres décadas siguientes. Los gángsters pasaron a la acción: quemaron sedes de partidos comunistas, realizaron intentos de asesinato y otros los consumaron de la forma más brutal posible (como fue el caso de los crímenes de Portella della Ginestra donde hubo, inclusive, niños entre las víctimas). Según Williams, A lo largo de 1948, sólo en Sicilia, los ataques terroristas perpetrados por la mafia y apoyados por la CIA. ocasionaron un promedio de cinco muertes a la semana.
EL VATICANO, ESCUADRÓN DE LA MUERTE
Así de diáfano y cristalino habla Paul Williams en uno de sus subcapítulos para referirse a cómo la propia iglesia romana vaticana, a través de uno de sus sicarios con sotana, Monseñor Giuseppe Bicchierai, bajo la autoridad papal, reunió una banda terrorista con la tarea asignada de agredir a los candidatos comunistas, sabotear reuniones de grupos políticos de Izquierda e intimidar a los votantes. Toda la logística, incluido el dinero, fue proporcionada por la CIA.

Todo ese dinero, contante y sonante, recibido de la CIA por los grupos terroristas mafiosos que operaban en Italia en contra de los comunistas fueron depositados por los miembros de las familias del crimen organizado en bancos católicos de toda Italia, entre ellos el Banco Ambrosiano. Estos bancos, gracias al Tratado de Letrán (que estableció la Ciudad del Vaticano como un Estado soberano), se libraban del control fiscal por parte del Banco de Italia y el Departamento del Tesoro de ese país. El plan de Helliwell se habia aplicado, las conexiones con la mafia eran un hecho y la alianza con el Vaticano se habia forjado. Pero hubo un problema: la multinacional farmacéutica italiana Schiaparelli, encargada de fabricar la heroína, no podÍa satisfacer la creciente demanda de la CIA. Tuvieron que buscar nuevos mercados o la guerra fría podría perderse.
CAPÍTULO 4: LAS REDES DEL NARCOTRÁFICO
Para abrir nuevas rutas en el tráfico de drogas con el que mantener el negocio terrorista de Gladio se necesitaba “cambiar de aires” y Francia fue uno de los lugares elegidos donde afianzar alianzas entre el crimen organizado. En concreto, Marsella, gracias a la ayuda de la CIA, se convirtió en el nuevo centro de la industria de la heroína. Para 1951, sólo unos meses después de que las mafias corsa y siciliana tomasen el control de la costa, Guerini, un jefe de la mafia corsa, reclutó gran cantidad de químicos franceses y abrió su primera “refinería” de opio. La conexión francesa entre el clan siciliano del jefe mafioso Don Calo y la familia del crimen americano, representada por Lucky Luciano, se había establecido.

Las rutas turca y del sudeste asiático fueron zonas esenciales para el sostén del aparato logístico-criminal de Gladio a través de varios de los hijos adoptivos de la CIA en esas regiones, ya fuesen traficantes de opio (El Khoury, sirio) u organizaciones que luchaban contra el comunismo (el Kuommitang, en China, o los diversos títeres que EEUU tenía repartidos por Vietnam del Sur, Birmania o Thailandia). Tal era el grado de penetración de la CIA en el control y distribución del narcotráfico que En 1998, Dennis Dayle, ex jefe de una unidad de élite de la DEA, dijo que “En mis 30 años de carrera en la Administración de Control de Drogas los principales objetivos de mis investigaciones, invariablemente, resultaron estar trabajando para la CIA.”

Otra pieza indispensable en el engranaje de Gladio, dado el vertiginoso avance que estaba teniendo el comercio de opio en el mundo fue jugar, por parte de la CIA, la baza de la desinformación y orquestar falsas banderas de tipo mediático para endosar a sus enemigos ideológicos informes falsos como el que hizo referencia a que el Presidente Mao Tse Tung y, por extensión, la República Popular de China estaban implicados en el tráfico de entre doscientas a cuatrocientas toneladas de opio al año, desde la provincia china de Yunnan con destino a Bangkok (Tailandia). Para ello la CIA montó la llamada Operación Sinsonte, en 1953, donde contrató a editores y periodistas de los principales medios de EEUU para fabricar noticias falsas y mostrar una imagen positiva de la CIA como garante de la lucha contra las drogas.
CAPÍTULO 5: LA SOCIEDAD SECRETA
Afirma Williams que A lo largo de la década de 1950, cientos de clérigos italianos y miembros de la “nobleza negra” de la Iglesia se unieron a la mafia en apoyo de la Operación Gladio. Paolo Taviani, uno de los fundadores del Partido Demócrata Cristiano y nuevo ministro de Defensa, se convirtió en uno de los comandantes de la unidad 622 “stay-behind” en Italia. Cada unidad estaba formada de doce a quince “gladiadores”, todos los cuales fueron entrenados por fuerzas estadounidenses y británicas en la base de Capo Marargiu en el extremo norte de Cerdeña.

Estas eran las unidades militares, por así decir, del Gladio terrorista digamos más operativo. Pero Williams señala que hubo otro Gladio…¡el eclesial! que dio soporte al anterior a través de sus cardenales y monseñores. Así Las unidades católicas fueron dirigidas por Augustin Bea, rector del Instituto Bíblico Pontificio, más Agostino Casaroli y Fiorenzo Angelini. A estos tres clérigos, que habían sido elegidos por el Santo Padre, se les unió Michele Giordano, un asistente diocesano de Acción Católica. Los cuatro prelados fueron elevados, posteriormente, al “cardenalato” por su trabajo en esta empresa clandestina. Por otra parte, figuras de la nobleza católica también se convirtieron en prominentes representantes del Gladio Católico, incluyendo a Giulio Andreotti, cofundador del Partido Demócrata Cristiano (y luego, en la vejez, arrepentido, fue el que destapó la trama Gladio, como es sabido). Como advierte Williams, el papel de los sacerdotes y obispos católicos no se iba a limitar solamente a ser agitadores propagandísticos anticomunistas sino que iban a estar preparados, también, para el combate real en caso de que la Guerra Fría se tornase caliente.

Un elemento fundamental para garantizar, lógicamente, la naturaleza clandestina de Gladio era protegerla. Y para ello se utilizó a la masonería, por lo que se llevaron a cabo reuniones de las fuerzas anticomunistas con las logias masónicas. La más importante fue la conocida como Logia Masónica Propaganda P2 que estuvo nutrida, paradójicamente, por gran cantidad de dignatarios eclesiásticos de los que Williams señala en su libro una relación de los más importantes. Licio Gelli, la cabeza más prominente de la P2, era un ateo confeso y Gran Maestro de la logia P2 y se convirtió, además de en Caballero de la Orden de Malta, en uno de los hijos predilectos de la Santa Madre Iglesia. Gracias en parte a Gelli, más de mil seiscientos científicos nazis y sus colaboradores se dirigieron a los Estados Unidos para inaugurar la era espacial. Muchos de estos nazis acabaron trabajando como diseñadores de aviones e ingenieros de la L. Glenn Martin Company (más tarde la Lockheed Martin Corporation) y Republic Aviation.

Gelli tuvo también el “honor” de poner bajo su custodia al criminal de guerra nazi Klaus Barbie (el llamado “carnicero de Lyon”, responsable de más de 4.000 muertes y otras tantas deportaciones en la II Guerra Mundial). Se sabe que la inteligencia estadounidense lo protegió en una casa en las afueras de la localidad alemana de Augsburg pagándole 1700 dólares mensuales de la época. Barbie es conocido que fue agente encubierto de la CIA y el BND (el servicio alemán federal de espionaje) para actuar en Latinoamérica en el exterminio de los opositores de izquierda. El establecimiento de la llamada “ruta de las ratas” (el aparato de fugas nazi hacia Sudamérica) puso a Gelli en estrecho contacto con el futuro Papa Pablo VI. Al término de la guerra, monseñor Montini (Pablo VI) había sido puesto al mando de Caritas Italiana, una organización benéfica del Vaticano que había proporcionado “protección” a soldados alemanes nazis y a sus simpatizantes. Además, Gelli, en su calidad de multidelincuente, se hizo con el contrabando de 80 millones de dólares en lingotes de oro y plata procedentes de otros criminales de guerra (los ustachi croatas) con destino a las arcas del Banco Vaticano. Como no era tonto, precisamente, el propio Gelli se “agenció” 150 lingotes de oro para él mismo, “pecado” que fue, por supuesto, perdonado por la curia romana. En definitiva, el que quiera ver el recorrido siniestro de este sujeto, Gelli, lo puede seguir en este extenso y documentadísimo capítulo donde, lógicamente, por razones obvias, no es posible trasladarlo entero aquí.
CAPÍTULO 6. EL ASCENSO DE MICHELE SINDONA
Michele Sindona, entre rejas. Cabeza de turco para tapar los escándalos criminales del Vaticano y la CIA



Michele Sindona, destacado y respetado miembro de la mafia siciliana, fue otro de esos turbios personajes de los que estuvo plagado el entramado Gladio (es decir, terrorismo de Estado, mafia, drogas y agencias de espionaje). Ascendido al “estrellato” de la mafia tras la caída de otro mafioso, Vito Genovese, Sindona se movió entre la CIA y los negocios ilegales, forjando amistades con elementos tan siniestros como el conocido cardenal norteamericano Paul Marcinkus (apodado “el Gorila”). Marcinkus era, según Williams “el hombre señalado para servir de guardaspaldas al Papa Pablo VI”. Sindona continuó sus negocios adquiriendo bancos como el de Messina, otra cloaca financiera más donde operaba la mafia siciliana, por supuesto, siempre con la vista puesta en Suiza como destino final del dinero sucio.

Como dice con ironía Paul L. Williams “la mejor manera de robar un banco es comprarlo”. De este modo, fueron varios los bancos que fueron comprados por la mafia y la CIA para sufragar la red terrorista Gladio. Sindona, además de agente de la CIA y asesor financiero del Vaticano fue un ladrón. Una cosa nada extraordinaria por cuanto, además, el criminal Sindona se solía librar fácilmente de las (pocas) investigaciones legales. Sindona se hizo de oro, plata y diamantes y así lo refleja Williams 1969 resultó ser un año excepcional para Sindona. Se erigió como la figura financiera más poderosa de Italia. El “Gruppo Sindona” incluía seis bancos, la cadena internacional de hoteles CIGA y quinientas empresas más. Controlaba el mercado de valores de Milán, donde el 40 por ciento de las acciones que se negociaban en un día cualquiera estaban bajo su control. Su capacidad para influir en la situación financiera de Italia fue tan profunda que el ex primer ministro Giulio Andreotti, ex miembro de la P2, lo proclamó “el salvador de la lira.” 

Después de una reunión que tuvo el Papa Pablo VI con Sindona el pontífice se mostró alarmado por el hecho de que no quería que todos los activos financieros, vinculados fundamentalmente a los multimillonarios negocios de Sindona, dejasen en evidencia la inmensa riqueza que poseía el Vaticano. Así que puso en manos del mafioso, en acuerdo sellado y firmado, todo el control de los negocios vaticanos. El acuerdo dejó a Sindona el control absoluto de miles de millones de dólares de las cuentas vaticanas. El Vaticano tenía negocios con entidades financieras como el Banco Rothschild, el Chase Manhattan Bank o el Credit Suisse, empresas automovilísticas como General Motors, corporaciones del sector eléctrico como General Electric o petroleras como Shell Oil o Gulf Oil. Además, la Santa Sede controlaba dos líneas de transporte marítimo, la empresa automovilística italiana Alfa Romeo y era accionista principal en varios hoteles de lujo en Italia, además de una compañía farmacéutica que fabricaba píldoras anticonceptivas (Serono). Las operaciones de Sindona para camuflar los multimillonarios negocios vaticanos, liquidando sus activos, se hizo en secreto y ocasionó millonarias pérdidas a la iglesia de Roma. 

WIilliams habla en pasado, pero hay que advertir que todo esto último que señala el investigador norteamericano (los vínculos financieros y empresariales de la iglesia vaticana con entidades iguales o parecidas a las señaladas) sigue bien presente y vigente a día de hoy. Michele Sindona no pudo, al final, atrincherarse en la impunidad y fue juzgado y condenado a cadena perpetua por múltiples delitos, entre ellos el de asesinato. Murió envenenado con cianuro, al más puro estilo de “vendetta” italiana. La teoría del “suicidio”, barajada como hipótesis de su muerte, es insostenible ya que el propio Sindona afirmó poco antes de morir: “Me han envenenado”.

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