Hoy todo da la razón a Thierry Meyssan
por Thierry MeyssanAl poner en duda la versión oficial de los atentados del 11 de septiembre, Thierry Meyssan abría un debate mundial en 2001. Pero la parte más importante de su libro sobre el 11 de septiembre era un estudio de ciencias políticas que pronosticaba la evolución futura de Estados Unidos después de aquellos crímenes. El problema no es saber cómo se cometieron los atentados sino por qué Estados Unidos reaccionó aquel día violando su propia Constitución y por qué adoptó de inmediato profundas reformas que cambiaron la naturaleza de sus instituciones. Meyssan pronosticó entonces la transformación del Imperio estadounidense, transformación que estamos viendo con la planificación de la caída de Kabul. Todo lo que había anunciado en 2002 se ha visto confirmado en los últimos 20 años.
El 11 de septiembre de 2001, sólo horas después de los atentados, en declaraciones a la televisora de Nueva York Channel 9, Donald Trump desmentía públicamente la versión oficial de lo sucedido. Este magnate inmobiliario irrumpió después en el mundo de la política y se convirtió en presidente de Estados Unidos. Trump se había fijado como misión aclarar los sucesos del 11 de septiembre. Pero no logró ese objetivo.
A finales del año 2001, publiqué una serie de artículos sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001 y en marzó de 2002 publiqué un libro sobre ese asunto [1]. Desde su publicación mi libro fue traducido a 18 idiomas y abrió un debate mundial que cuestionaba la veracidad de la narrativa oficial de Estados Unidos sobre los hechos del 11 de septiembre.
Sin embargo, la “prensa internacional” se negó a tomar en cuenta mis argumentos y emprendió una campaña acusándome de «amateurismo» [2], de «conspiracionista» [3] y de «negacionismo» [4].
Lo más importante es que las autoridades de Estados Unidos y sus aliados redujeron todo mi trabajo al contenido de las primeras páginas de mi libro –las que ponían en duda la versión oficial sobre los atentados– y fingieron no ver que era un libro de ciencias políticas que denunciaba lo que aquellos atentados “false flag” [5] iban a permitir justificar: el recrudecimiento de la vigilancia institucional sobre la ciudadanía en los países occidentales y el inicio de la «guerra sin fin» en el Medio Oriente ampliado o Gran Medio Oriente.
En el presente artículo voy a pasar revista a todo lo que hemos logrado saber en los últimos 20 años sobre aquellos atentados. Pero veremos sobre todo si mis predicciones de 2002 resultaron ser ciertas o no.
El presidente de Emiratos Árabes Unidos, Cheik Zayed, hizo traducir y publicar mi libro «L’Effroyable imposture». Incluso firmó numerosos ejemplares y los envió como regalo personal a personalidades del mundo árabe.
EL AGUJERO NEGRO DEL 11 DE SEPTIEMBRE DE 2001
Si alguien pregunta qué sucedió el 11 de septiembre de 2001, usted seguramente evocará las imágenes de los atentados contra las Torres Gemelas del World Trade Center y contra el Pentágono. Pero seguramente olvidará muchas otras cosas, como los casos de personas que se beneficiaron con la caída de las acciones de las compañías aéreas afectadas… beneficios que pudieron obtener porque sabían lo que iba a suceder aquel día; el incendio que devastó el anexo de la Casa Blanca –el Old Eisenhower Building– o el derrumbe de un tercer edificio del World Trade Center.
Lo más sorprendente es que casi nadie recuerda ya que, a las 10 de la mañana del aquel día, Richard Clarke puso en marcha el «Plan de Continuidad del Gobierno» [6]. Con aquella decisión, el presidente George W. Bush y todo el Congreso quedaban suspendidos de sus funciones y bajo “protección” militar.
El presidente Bush fue conducido a una base aérea en Nebraska, donde ya estaban –desde la noche anterior– todos los jefes de empresas que ocupaban los pisos superiores de las Torres Gemelas [7], mientras que todos los miembros del Congreso habían sido concentrados en el megabúnker de Greenbrier. El Poder quedó así en manos del «Gobierno de Continuidad», que se hallaba en otro megabúnker –el llamado «Complejo R» de Raven Rock Mountain [8]. El Poder no fue devuelto a los civiles hasta el final de aquel día.
El 11 de septiembre de 2001, al ser informado por su estado mayor de que un satelite ruso había observado un tiro de misil desde un navío estadounidense posicionado frente a Washington hacia el Pentágono, el presidente ruso Vladimir Putin trató de comunicarse con el presidente George W. Bush. Pero no pudo hacerlo, no porque hubiese dificultades con las redes telefónicas sino porque George Bush hijo había sido despojado temporalmente de todas sus prerrogativas y funciones presidenciales.
¿Quiénes eran los miembros de aquel «Gobierno de Continuidad» y qué hicieron durante el tiempo que asumieron el Poder? Todavía no se sabe. Los miembros del Congreso que plantearon esa interrogante nunca pudieron organizar una audiencia para aclararlo.
Es importante entender que mientras no se aclaren ese y otros aspectos de lo sucedido aquel día, se mantendrá la polémica sobre el 11 de septiembre de 2001. El protocolo que se aplicó aquel día había sido concebido por el presidente Eisenhower en momentos en que se temía una guerra nuclear y partiendo del principio que si perecían él –el presidente de Estados Unidos–, los presidentes del Senado y de la Cámara de Representantes, así como la mayoría de los miembros del Congreso, o sea ya en ausencia de los poderes constitucionales, los militares tendrían lógicamente que asumir la continuidad del gobierno. Pero, el 11 de septiembre de 2001 no sucedió absolutamente nada de eso. No murió ni un solo representante de los tres poderes reconocidos en la Constitución estadounidense. Por consiguiente, el traslado del poder a un «Gobierno de Continuidad» fue una medida inconstitucional.
En otras palabras, fue un golpe de Estado.
Después de los hechos del 11 de septiembre de 2001, Jacques Chirac, entonces presidente de Francia, viajó a Nueva York para presentar personalmente sus condolencias a la población en duelo. Cuando se publicó mi libro «L’Effroyable imposture», el presidente Chirac solicitó a la inteligencia francesa para el exterior (DGSE) que verificara mis argumentos y los elementos que yo aportaba. Posteriormente, el presidente Chirac se negó a poner las fuerzas armadas francesas bajo las órdenes de Estados Unidos en Afganistán e impidió la participación de Francia en la “guerra sin fin”, durante la invasión contra Irak.
LOS ATENTADOS DEL 11 DE SEPTIEMBRE
En mi libro sobre el 11 de septiembre y los hechos posteriores, emití una hipótesis sobre lo que realmente sucedió aquel día. Pero eso carece de importancia en mi demostración. La facción que perpetró aquel crimen quería provocar una conmoción comparable a lo que suscitaron los hechos de Pearl Harbor… conforme a lo que ya habían escrito antes los miembros del Project for a New American Century, para justificar una modificación del modo de vida y del funcionamiento de Estados Unidos. Lo que hicieron fue contar a la opinión pública una historia increíble… que todos se tragaron sin chistar.
Sin embargo:
Hasta el día de hoy, no existe todavía nada que demuestre que los 19 individuos designados como “secuestradores aéreos” estuvieron realmente a bordo de los aviones secuestrados. Esas personas ni siquiera aparecían en las lista de pasajeros que las compañías aéreas publicaron aquel mismo día. Los videos que muestran a esos “secuestradores aéreos” no fueron grabados en Nueva York sino en otros aeropuertos donde estuvieron en tránsito.
Hasta el día de hoy, no existe ninguna prueba de que las 35 comunicaciones telefónicas con pasajeros que se hallaban en los aviones secuestrados hayan existido realmente [9]. Lo mismo sucede con la conversación telefónica atribuida a un pasajero que supuestamente atacó a los secuestradores del vuelo UA 93 y con la conversación telefónica que el Procurador General, Theodore Olson, decía haber sostenido con su esposa, quien viajaba en el vuelo AA 77. Por el contrario, el FBI especificó que los aviones secuestrados no tenían teléfonos incorporados en los asientos de los pasajeros y que dichos pasajeros habrían tenido que utilizar sus propios teléfonos celulares… que en aquella época no funcionaban a más de 5 000 pies de altitud. Además, en las listas de comunicaciones proporcionadas por las compañías telefónicas no aparecía ninguna de las comunicaciones mencionadas –ni siquiera la que reportó el Procurador General Olson.
Hasta el día de hoy, no existe ninguna explicación física que permita entender el derrumbe vertical (sobre sí mismas) de las Torres Gemelas del World Trade y de un tercer edificio de aquel complejo. Las Torres Gemelas recibieron cada una el impacto de un avión, sin que eso las derribara. Según la versión oficial, el combustible de los aviones ardió y el fuego fundió las vigas verticales que sostenían las dos torres, lo cual explicaría su derrumbe. Un tercer edificio del complejo también se derrumbó –sin impacto de ningún avión– supuestamente porque fue afectado por los derrumbes de las Torres Gemelas… pero no cayó lateralmente sino que también se derrumbó sobre sí mismo. Obsérvese que nadie explica las explosiones laterales que reportaron los bomberos y que se ven en numerosas imágenes filmadas. Nadie explica tampoco la presencia de vigas verticales seccionadas –no fundidas. Tanto las explosiones como la presencia de vigas seccionadas indican la existencia de una demolición no accidental sino controlada. Otro hecho, ni antes ni después del 11 de septiembre de 2001 se ha producido el derrumbe de ningún rascacielos como resultado de un incendio de grandes proporciones [10]. Y después de aquel 11 de septiembre, nadie ha sugerido modificar la manera de construir los rascacielos para evitar una catástrofe similar. Para terminar, las fotos de verdaderas “piscinas” de acero fundido tomadas por los bomberos y las fotos de la FEMA (la agencia estadounidense para la gestión de catástrofes) que muestran como se derritió la roca sobre la cual estaban construidos los cimientos son inexplicables según la versión oficial.
Hasta el día de hoy, no existe ninguna prueba de que un avión de pasajeros se haya estrellado contra el Pentágono. Al día siguiente de los atentados, los bomberos explicaron en una conferencia de prensa que no habían encontrado allí nada proveniente de un avión. Las autoridades, que publicaron un comunicado feroz contra mi libro, anunciaron haber encontrado numerosas piezas de avión y aseguraron que estaban utilizándolas para reconstituir el aparato en un hangar… pero luego dejaron de informar al respecto. Por cierto, familiares de víctimas, inicialmente escandalizados por el contenido de mi libro, cambiaron de actitud cuando las autoridades les entregaron urnas funerarias con restos supuestamente identificados gracias a… las huellas digitales, lo cual debería ser imposible tratándose de personas muertas en medio de las altísimas temperaturas de un incendio de gran envergadura. Algunos de esos familiares de víctimas se negaron a firmar el acuerdo de confidencialidad que las autoridades les proponían a cambio de una fuerte indemnización.
El líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, defendió los trabajos de Thierry Meyssan.
GENERALIZACIÓN DEL CONTROL DE LOS ESTADOS OCCIDENTALES SOBRE SUS PROPIOS CIUDADANOS
Inmediatamente después de los atentados del 11 de septiembre, sólo en cuestión de días, la administración de George W. Bush hizo aprobar en el Congreso un Código Antiterrorista, bajo la denominación de USA Patriot Act, la “Ley Patriótica Estadounidense”. Era un texto muy voluminoso que había sido redactado a lo largo de los 2 años anteriores por la Federalist Society –que contaba entre sus miembros al Procurador General Theodore Olson y al secretario de Justicia John Ashcroft. La US Patriot Act suspende la aplicación de la Carta de Derechos (Bill of Rights) en los casos de terrorismo.
Hagamos un poco de historia. Durante la formación de los Estados Unidos de América, surgieron dos facciones opuestas. Una de ellas, encabezada por Alexander Hamilton, redactó la Constitución estadounidense con intenciones de instaurar un sistema similar a la monarquía británica, pero con gobernadores en lugar de la nobleza. La otra facción, encabezada por Thomas Jefferson y James Madison, rechazó aquella Constitución hasta que se agregaron a ella 10 Enmiendas que debían evitar que los futuros gobernantes estadounidenses pudiesen recurrir a la «Razón de Estado». Esas 10 Enmiendas constituyen la United States Bill of Rights o Carta de Derechos y su suspensión mediante la Patriot Act echa por tierra el equilibrio que debía servir de base para la fundación de Estados Unidos. La imposición de la Patriot Act favorece las aspiraciones de la facción que quiso construir la nación estadounidense a imagen y semejanza de la monarquía británica, la facción de los descendientes de los llamados «Padres Peregrinos», los puritanos exiliados de Inglaterra. El presidente George W. Bush, al igual que su padre el presidente George H. Bush, es descendiente directo de uno de los 41 firmantes del «Pacto del Mayflower» de 1620.
Para aplicar la USA Patriot Act, se creó en Estados Unidos un nuevo ministerio, el Departamento de Seguridad de la Patria (Department of Homeland Security o DHS), que abarca toda una serie de agencias que ya existían. Este Departamento de Seguridad de la Patria de Estados Unidos se dotó de una policía política capaz de espiar a cualquier ciudadano estadounidense. El Washington Post reveló en 2011 que el Departamento de Seguridad de la Patria reclutó 835 000 funcionarios, de los que 112 000 fueron contratados en secreto [11], lo cual significa que esa agencia tiene un espía por cada 370 habitantes, convirtiendo a Estados Unidos en el país más orwelliano del planeta.
Edward Snowden reveló en 2013 cómo trabaja el Departamento de Seguridad de la Patria. Snowden no se limitó a revelar información sobre el sistema de espionaje mundial de las comunicaciones internacionales implantado por la Agencia de Seguridad Nacional (National Security Agency o NSA) sino que además divulgó elementos sobre la vigilancia interna de masas en Estados Unidos. Hoy vive en Rusia como refugiado político.
Ese sistema de vigilancia y control interno de la población, aunque menos documentado, ha venido extendiéndose progresivamente en todos los Estados occidentales mediante los “Cinco Ojos” (Five Eyes) [12] y la OTAN.
Como presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez hizo votar en la Asamblea Nacional una moción de apoyo a la tesis expuesta en el libro «L’Effroyable imposture».
LA «GUERRA SIN FIN», DEL 11 DE SEPTIEMBRE DE 2001 A LA CAÍDA DE KABUL EN 2021
Un mes después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, creaba la “Oficina de Transformación de la Fuerza” (Office of Force Transformation) y la ponía bajo la dirección del almirante Arthur Cebrowski. Se trataba de cambiar la función misma de las fuerzas armadas de Estados Unidos.
La doctrina Rumsfeld-Cebrowski [13] es una reforma tan importante como la creación del Pentágono después de la crisis de 1929. Pero esta vez se trata de adaptarse al capitalismo financiero. Estados Unidos ya no tratará de ganar guerras sino de prolongarlas el mayor tiempo posible. Es ese el verdadero significado de la expresión «guerra sin fin» del presidente George Bush hijo. El verdadero objetivo de Estados Unidos será destruir las estructuras mismas de los Estados en los países cuyas riquezas pretende explotar. Con la destrucción de los Estados se busca evitar que los países víctimas de esa estrategia puedan ejercer algún tipo de control político sobre sus propios recursos. El coronel estadounidense Ralph Peters resumió esa doctrina en una frase: «La estabilidad, enemiga de Estados Unidos» [14].
Eso es exactamente lo que acaba de suceder en Afganistán. Estados Unidos inició su guerra contra Afganistán justo después del 11 de septiembre. Supuestamente sería una guerra de sólo semanas, pero se convirtió en una guerra interminable. La victoria de los talibanes a la cual acabamos de asistir fue organizada –por Estados Unidos– para seguir prolongando el conflicto. Es por eso que el presidente Biden acaba de declarar que Estados Unidos no invadió Afganistán para construir allí un Estado –exactamente lo contrario de lo que Estados Unidos hizo en Alemania y en Japón después de la Segunda Guerra Mundial.
Cuando se reunió con Vladimir Putin en Ginebra, Biden rechazó públicamente la «guerra sin fin». Pero ahora acaba de reactivarla, alineándose –como Barack Obama– tras la doctrina Rumsfeld-Cebrowski.
Todos los conflictos iniciados después del 11 de septiembre de 2001 se han prolongado hasta hoy. Lejos de terminar después de la victoria militar proclamada por Estados Unidos, la inestabilidad se ha instalado en Irak. Lo mismo ha sucedido en Libia, en Siria, en Yemen y en Líbano. Por supuesto, siempre existe el recurso de calificar lo que sucede en esos países de «guerra civil» y de acusar a sus líderes de ser «dictadores» o simplemente no explicar nada. Pero lo cierto es que esos países eran estables antes de las intervenciones occidentales impulsadas por Estados Unidos y que, cuando empezaron sus desgracias, la Libia de Kadhafi y el Líbano de Aoun eran incluso aliados de Estados Unidos.
Bajo la administración de George Bush hijo, el vicepresidente Cheney había creado en la Casa Blanca un grupo secreto, encargado de definir el desarrollo de la política energética de Estados Unidos (National Energy Policy Development). Aquel grupo estaba convencido de el mundo estaba a punto de enfrentar una grave escasez de petróleo. Así que, si Estados Unidos destruyó Estados fue para poder explotar el petróleo de esos países, pero no precisamente ahora sino en otro momento.
Además, la doctrina Rumsfeld-Cebrowski estipula que Estados Unidos no debe luchar contra las potencias globalizadas como Rusia y China sino que debe, al contrario, darles acceso a los recursos naturales de los países conquistados… pero obligándolas a pagar a Estados Unidos para obtener ese acceso.
Al publicar numerosos informes internos de las fuerzas armadas estadounidenses, Julian Assange no reveló información realmente sensible. Pero el conjunto de documentos revelados permite comprobar que el Pentágono nunca trató de ganar las guerras que emprendió después del 11 de septiembre.
Para librar esas guerras, el Pentágono se dotó secretamente de fuerzas especiales clandestinas: 60 000 soldados que no portan uniformes [15] y que son capaces de asesinar a cualquiera, en cualquier país y sin dejar rastro. Ya en 2002, el periodista estadounidense Bob Woodward revelaba la operación bautizada «Matriz del Ataque Mundial», que se había decidido sólo 3 días después de los atentados del 11 de septiembre [16]. Por su parte, Wayne Madsen –también estadounidense– publicaba los nombres de las primeras víctimas en Papuasia, Nigeria, Indonesia y Líbano [17].
Desde la tribuna de la Asamblea General de la ONU, el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad explicó que, al ser utilizados como pretexto para justificar guerras, los hechos del 11 de septiembre de 2001 dejaban de ser una cuestión interna de Estados Unidos y exigió la apertura de una investigación internacional para aclarar qué sucedió realmente aquel día.
CONCLUSIÓN
Los últimos 20 años confirmaron todas mis previsiones. Desgraciadamente, son pocos los que han visto con claridad la evolución del mundo. La mayor parte de la gente se niega a ver la relación que existe entre las revelaciones de fuentes diversas y casi nadie quiere ver la responsabilidad de las democracias occidentales en los crímenes perpetrados contra los países del Gran Medio Oriente.
El problema sigue siendo el mismo: casi nadie puede admitir que el criminal esté tan cerca.
Thierry Meyssan
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