Los "occidentalistas" personificaron el conflicto sirio. El ministro de Relaciones Exteriores de Francia no denomina al líder de un país independiente como el presidente de Siria o Bashar Asad sino le llama solo por su nombre -Bashar. ¿Quizás, tengamos que llamar también al presidente francés,François Hollande, simplemente François? El Gobierno de Siria se defiende del flujo de los adeptos del wahabismo, secta musulmana de corte radical, provenientes de otros países. Durante los últimos años, su número en el territorio sirio creció de doscientas a 250 000 personas. La relación entre este contingente y la población local asciende a 1 %, lo que es equivalente, por ejemplo, en dimensiones de Francia, a 650 000 mercenarios cualificados que buscan destruir el país. Nadie podría contrarrestarlo. Pero Siria es un Estado muy fuerte y sigue luchando. En esta región hay pocos Estados fuertes, por eso se hace un intento de borrar a Siria de la faz de la tierra.
Una pequeña parte del Ejército sirio participa en la operación antiterrorista, un 25 % de las Fuerzas Armadas, en general. Un 75 % de los militares continúan defendiendo la frontera nacional contra la OTAN e Israel. En caso de que los mercenarios y armamento y material bélico extranjeros dejen de suministrarse a Siria, la guerra en este país acabará dentro de un mes. En caso contrario, el conflicto puede continuar durante varias décadas.
El pueblo sirio no tiene nada en contra su Gobierno. No se puede decir que todos están contentos con sus autoridades, pero los descontentos hay en cualquier país. A día de hoy, independientemente de la opinión de los sirios sobre su presidente, Bashar Asad, están convencidos en que defienden a su país de la intervención extranjera. Mientras, los traidores hay en todos los Estados.
En las filas del Ejército sirio combaten ciudanos de Siria que luchan por su patria. Al inicio, salieron a la luz pública casos de una deserción masiva, pero en realidad, estos casos no superaron un 5 %. Ahora no hay más desertores. El pueblo sirio se movilizó para defender a su país.
Antes de llegar a Siria, estuve en Libia durante las últimas cinco semanas de la existencia de Yamahiriya, fui miembro del Gobierno. Por eso sé bien el asunto. Libia fue un Estado nominal. Así fue la voluntad de su exlíder, Muamar Gadafi, expuesta en su Libro Verde. Esta obra fue inspirada por el patrimonio de los socialistas franceses del siglo XIX y otras direcciones del pensamiento. Pero, en realidad, quizás este Gobierno nominal sea conveniente en los tiempos de paz, es absolutamente inapto para la lucha contra el imperialismo.
Además, en plena guerra, Gadafi sostenía negociaciones con varios representantes de los agresores de EEUU, Francia, Israel, etc. Por eso Rusia fue incapaz de ayudarle. Rusia sentó las bases para contrarrestar a la violencia en el Consejo de Seguridad de la ONU, pero no pudo prestar un serio apoyo a su aliado que no le inspiraba confianza. Esto explica el colapso de Libia como Estado.
Muamar Gadafi luchaba contra el colonialismo, pero su política fue ambigua y esto contribuyó a la pérdida de varias alianzas.
En cuanto a Bashar Asad, es un líder de tipo distinto. Es muy razonable, dueño de sí mismo y muy consecuente con sus acciones. Es posible que le falte la intuición, pero posee las cualidades que son muy oportunas en la situación dada. Es un hombre justo que ocupa un cargo justo. Es líder democrático y revolucionario, lo que contardice a lo que se suele contar sobre él. El difunto presidente de Venezuela, Hugo Chávez, por ejemplo, decía que su ideal político era el líder cubano, Fidel Castro, pero Bashar Asad fue el gobernador más próximo a él, según el tipo de su conducta, que continuó el rumbo de Castro. 
Asad heredó la dictadura y la transformó durante toda una década. El presidente sirio dio a su pueblo la educación y las posibilidades de traspasar al sistema del gobierno democrático. Cada vez que haga un paso hacia adelante, le amenazaba. Le querían impedir a transformar su país. Pero a pesar de la guerra, Bashar Asad continúa sus reformas constitucionales.

Así las cosas, Occidente sigue con su política que, de hecho, hay mucho en común con el empuje alemán hacia el Este. Sería curioso ver qué pasará si Bashar Asad logra la victoria. Pese que sea dictador, es posible que para frenar a los países desarrollados es necesario un dictador carismático calificado como fanático por los habitantes de Washington y París que están contentos y no tienen hambre.
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Autor: Alexandr Artamónov