Miguel G. Macho
<<Ya basta de dañar a la gente. Paz. Ya basta de dañar a la gente. Paz>> Eso es lo que repetía el presidente de los EE.UU. Obama, el genocida premio nobel de la paz, al finalizar su discurso durante la misa de los inocentes fallecidos por la explosión de las ollas a presión en Boston. Repetía esa frase mientras a mi me salía bilis por la boca por lo infame que me parecía, porque hacia tiempo que no me mosqueaba tanto por unas palabritas que eran de esperar, pero que me revuelven las entrañas con ese cinismo tan repugnante que rebosan.
El mismo día de la explosión de las ollas a presión de Boston, en Somalia, había otro atentado donde fallecían creo que 20 personas. La misma semana tenía otro atentado en Pakistán con no sé cuantos fallecidos y en el mismo mes unos 20 atentados en los diferentes países que EE.UU. ha "democratizado" o está "democratizando", que no son precisamente pocos. Muertos de segunda o incluso de tercera, que no sé como van las ligas en estas cosas de "mayores".
El país exportador de guerra y daño a la humanidad por excelencia, solicita lo que predica con llanto compungido y a lágrima de cocodrilo viva; en un acto de lamento tan putamente hipócrita que casi le vuelve a uno terrorista al instante.
EE.UU. es el primer imperio mundial y el más agresivo conocido por el hombre. El más genocida, asesino y mayor responsable de miseria que se haya conocido jamás. El enemigo por excelencia de la libertad humana, el más alto representante del cáncer más peligroso para este mundo, se lamenta y llora cuando "por motivos aún desconocidos" dos chavales chechenos -de los cuales ya liquidaron a balazos a uno y al otro lo han dejado mudo a hostias sin siquiera interrogarles- asesinan con unas ollas a presión y clavos a un puñado de inocentes civiles estadounidenses. Que además está aún todo por ver, porque la versión oficial de momento es chapucera como ella sola.
El mundo nos da absolutamente igual, nos dáis igual porque lo que importa es "América", donde los muertos son de primera e importantes. No sucede lo mismo allí donde exportamos democracia y libertad, pues son prescindibles como "daños colaterales". Asco y repugnancia me produce tantísima hipocresía, hasta llegar a envenenarme por dentro en un momento tan triste para demasiada gente "de primera".
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